martes, 20 de febrero de 2018

ARROZ BLANCO. Dolores Fernández.






            Les cuento que no solía gustarme el arroz blanco, sin embargo aquella tarde empecé a verlo de otra manera porque la persona que me invitó a comerlo logró cambiar mi gusto culinario. Se trata de un japonés, marchante de arte. Lo conocí en una exposición sobre pintura al óleo. Se acercó a mí, saludándome amistosamente, de igual manera le correspondo. A continuación mantenemos una entretenida conversación, por supuesto sobre cuadros y pintores. Le comunico que poseo una importante colección, que por circunstancias personales necesito venderla. El japonés sugiere su deseo de examinarla, pero después de compartir conmigo una apetitosa cena. Acepto la invitación, para mi desgracia estaba elaborada a base de arroz blanco, que digerí como mejor pude. Concluido el ágape, le llevo a mi estudio. Allí, minuciosamente examina las pinturas, transcurrida una media hora de tanteo, acepta la compra, pagando un buen precio. Quedo muy satisfecha, pero desde luego el éxito se lo debo al arroz, por tal motivo le dedico una merecida ovación. ¡Viva el arroz blanco!.