martes, 3 de diciembre de 2013

ENCAJANDO LA VIDA de Amalia Jorge Frías.




María siempre fue una joven responsable, terminó la carrera de económicas con brillantes calificaciones y su ilusión había sido encontrar un buen trabajo y vivir independiente. Cuando lo consiguió, se sintió realizada.  Lo primero que hizo fue comprarse un coche, y sin pensarlo, se encontró con dos hipotecas que pagar. A partir de entonces, ya su vida no fue tan placentera como ella deseaba. ¡Sólo serán unos cuantos años!, pensó, pero se equivocaba, al no contar con que la vida podría cambiar. Cuando menos se esperaba, una gran crisis asoló el mundo y muchas empresas se vieron en la necesidad de cerrar, entre tantas, la de ella fue una de las primeras. Y de la noche a la mañana, perdió el trabajo, el piso y el coche ya que, como es obvio, el banco se lo quedó todo.
La familia le ofreció ayuda y su abuela le regaló una casita y un terreno que tenía en el campo, donde María, cuando era pequeña, pasaba parte de las vacaciones de verano.
Ella lo agradeció mucho y pensó, lo venderé y el dinero que obtenga lo invertiré en un pequeño negocio. Con esa intención fue a verlo.
Mientras viajaba, iba muy triste y deprimida pensando en tantas cosas adversas que le habían sucedido, pero al llegar y verlo, fue como si le inyectaran una nueva vida. Aquellas tierras que ella creía abandonadas, estaban llenas de flores y el aire resonaba en sus oídos como  si de una música de bienvenida se tratara. La casita estaba intacta y parecía sacada de un cuento de hadas, ¡cómo he podido olvidar algo tan bonito!, exclamó en voz alta.
 Me quedaré a vivir aquí para siempre, voy a sembrar todo esto de flores, con el tiempo construiré un invernadero y viviré de lo que me produzca.  Cambiaré la ciudad por la naturaleza y seré feliz como siempre he querido, con mi esfuerzo, trabajo y sin depender de nadie.




SOLEDADES de Paula Lugo



Es un pueblo grande, viejo pero con una plaza muy ancha. Sus casas son altas y tienen siempre abiertos sus balcones, y aunque sea verano, es una noche hermosa y fresca.
En la plaza, un amplio rectángulo. No hay nadie, solamente los bancos de piedra y, dibujando sus sombras oscuras sobre la blanca arena, las acacias y los evónimos.
Arriba en el cielo, en todo lo alto, brilla la luna que, con su luz, ilumina la esfera del reloj de la torre. Mientras paseo solo por este viejo pueblo, me siento como si fuera un fantasma.



HOY ME TOCÓ HABLAR DE CAYETANA De Teresa Jiménez





De la primera no sé mucho, sólo que la pintó Goya, pero de la contemporánea sí sé algo más.

Ha vivido como ha querido, más avanzada que una mujer de su tiempo.  No era tan fea; se lo ha trabajado con el tiempo, día tras día. Yo la comparo con el tenorio, se lió con uno del pueblo y se casó con un cura, y ahora,  con otro del pueblo ¿que más se puede pedir?. Y es la madre de la bajita plateá, como decía Carmiña.   La Cayetana sigue bien con todo lo suyo, ¡que le dure!. ¡ Olé por ella!.

ALGO PERSONAL. De Milagros.




¿A quién le pasó?. Me pasó y me pasa a mi, pues siempre he creído que las manos dicen mucho de las personas que somos; por su presencia, por los movimientos que hacemos con ellas, damos pistas de nuestra personalidad.
¿Qué cuando pasó y en qué lugar?. Pues me pasa siempre. Me gusta tener más o menos presentables mis manos. En cualquier sitio puede vérseme pintándome las uñas, al igual cuando salgo o me voy de viaje, siempre me acompañan mis lacas de uñas y mi cajita con todos los utensilios para, en cualquier momento,  arreglar mis uñas y mis manos. Es fácil también, verme conduciendo y pintándome las uñas pues, a pesar del peligro, no puedo evitarlo.

¿Que si se resolvió?. Pues se resuelve cada día cuando miro mis manos y me las veo más o menos aceptables o presentables. Igual pueden tacharme de caprichosa y obsesiva, pero eso –creo –forma  parte de quién y cómo soy.

RETAZOS DE VIDA. De Luisa Delgado Bello


Cuando  vi la tarea que me tocó hacer este miércoles y supe que era un reloj, me vino a la memoria el reloj de mi esposo y el suceso que le pasó viendo un partido de futbol. Vivíamos en el último piso que lindaba con el estadio y desde ese lugar se veían  estupendamente los partidos; era como si estuvieras en lo más alto de las gradas.
Una de las veces, viendo uno de esos partidos, con la emoción se puso a abrir y cerrar la pulsera del reloj y, en una de esas, se le escapó. El reloj salió volando cuatro pisos abajo. Bajó corriendo y cuando lo cogió… ¡estaba  intacto!. No le había pasado nada.
Con el paso del tiempo, ese reloj precioso se ha convertido en protagonista en las bodas de mis hijos, ya que cada uno de ellos se lo ha puesto en tan señalado día. Parece que les ha traído suerte pues, gracias a Dios, a los tres los veo muy felices.



CADENAS Y ROSAS. De Elda Díaz





Las rosas y las cadenas pueden ser símbolo de muchas cosas. Una pareja que se quiere con locura. Son de lo más felices pero ¿que pasa?, que él es un celoso y no la deja ni moverse, si no está él. Es como si estuviera con cadenas, y cuando la ve disgustada, le dice que le perdone, que no volverá a pasar, y entonces le regala un ramo de rosas rojas preciosas, pero con espinas. Ella espera que él cambie porque si  las cosas no van bien, ella sabe que pronto esas cadenas se romperán.



PASADO De Natividad Morín



Es una hermosa  noche de verano. Las altas casas, tienen los balcones abiertos, para que entre el poco aire que corre y refresque las antiguas viviendas.
La anchurosa plaza es como un rectángulo desierto, solo con bancos de piedra y los árboles, con su simetría, dibujan negras sombras en la arena blanca.
Desde la plaza, a lo lejos se distingue el reloj de la torre iluminada por la luna. Ese es el punto de referencia de los vecinos cuando oyen, cada hora, las campanadas del reloj.

En este pueblo pasé mi niñez, con mis travesuras por las oscuras calles. Y ahora, con el paso de los años, vuelvo a mi viejo pueblo y me encuentro paseando solo, como un fantasma.


¡QUÉ SUERTE!. De Elvira Martín Reyes










     De pequeña tuve la suerte de tener una magnífica profesora.  Doña Fidelia, que así se llamaba, era una excelente persona que enseñaba desde el estímulo y no desde el castigo. Cosas que, con tan corta edad, aprendí para seguir aplicándolas actualmente. Ahora, de mayor, la casualidad quiso que nos encontráramos Amalia y yo; una persona que, aparte de ser una excelente compañera de viaje, sin darse cuenta, me ayudó muchísimo pues sólo hacía seis meses de la muerte de mi marido.
     A medida que ha seguido nuestra amistad, nos hemos dado cuenta de todas las cosas que tenemos en común. A través de ella, conocí esta clase de literatura,  en la que me he encontrado con un magnifico grupo, cuyos componentes nos hemos ido conociéndonos a través de nuestras narraciones.  La artífice de este grupo ha sido Isabel –la profesora- que, desde su sensibilidad y saber estar, nos ha llevado a su terreno, guiándonos en la tarea de  escribir cosas que, tal vez, nunca nos hubiéramos atrevido a contar. Con su enseñanza, nos ha hecho sentir más seguras y más libres –si cabe- por lo que doy las gracias a Dios por haber encontrado por segunda vez a otra magnifica profesora, a una entrañable amiga y a unas compañeras maravillosas.




MADRE de Lucía Hernández




Dedicado a la memoria de mi querida madre

Quiero con estas palabras, comentar la triste historia  de mi querida madre.
Hace mucho, muchísimos años, puesto que el tiempo va transcurriendo sin querer, pero siempre nos va dejando historias y recuerdos para la vida de los que estamos aquí, mi madre vivía en un campo. Llevaba  una vida más o menos regular. Llegó la época de la guerra en que todo escaseaba y para comprar varias cosas tenía que hacer cola y a veces no las conseguía, se iba para casa con una mano detrás y otra delante esperando a que hubiese otra oportunidad.
Yo era pequeña en esa época, la vida era muy difícil y más complicada cuando nos ocurrió una cosa muy triste: falleció mi padre ,y mi madre y yo nos quedamos solitas. ¿Para que contar qué triste era nuestra vida? Nos faltó aquel ser querido que nos acompañaba y nos quería mucho, pero ya sabemos que contra Dios no nos podemos revelar.
Siguió la vida. Cuando llegó su momento, yo me casé, aunque siempre vivimos con mi madre. Ella era muy buena, nos quería mucho, jamás tuvimos una discusión, mi marido para ella era un hijo; ¡que pena recordar estos momentos tan amargos! Aunque algunos fueron buenos. Creo que la vida de todos será más o menos igual, ratos buenos y bonitos y otros malos y feos, pero así lo tenemos que aceptar.
Hemos seguido viviendo y llevando golpes porque así lo decide otro que nos dirige. A mi madre, que se fue con 90 años, le ofrezco mi vida y todo mi cariño, su recuerdo es inolvidable, igual que el de todos mis seres queridos.

Creo que ella haya dejado todo resuelto, hasta que un día nos dijo ; ¡adiós para siempre!, espero que algún día nos encontremos en el cielo.


FLECHAZO. De Dolores Fernández Cano



Se llama Conrado y está ilusionado. Tras una agotadora espera, le ha llegado la beca solicitada para trasladarse a Australia, más concretamente a la ciudad de Adelaida, así podrá ampliar los estudios, como es su deseo.
Después de un largo viaje y una vez instalado,  consigue integrarse en la vida y costumbres de aquel continente. Una serie de casualidades hace que Conrado obtenga trabajo en esa isla. Aprovechando un día de asueto, va de excursión y en esa jornada de esparcimiento, conoce a una princesa Maorí de una belleza extraordinaria, surgiendo entre los dos buenas vibraciones.
Al cabo de un tiempo, deciden contraer matrimonio, pero el padre no ve con agrado la unión de su hija con un europeo.
La pareja lucha contra viento y marea para conseguir su felicidad, hasta que un día, al padre –convencido de que Conrado es un buen hombre –no le queda otra opción que claudicar.

Transcurridos seis meses, ya casados, disfrutan de su vida conyugal en una playa australiana, esperando el nacimiento de su primer hijo, que será la culminación del amor que se profesan.


SIN AGUA. De Antidia Iraida.


Amira, una mañana de junio de 1967, después de una noche sin dormir, pensando en las benditas fórmulas de matemáticas, simplificando cosenos mentalmente, deseando que llegara la hora para levantarse, darse una ducha e ir a hacer aquel examen de una vez, para quitarse –con suerte – las benditas matemáticas, que es la ciencia que le quita la paciencia y las ganas de estudiar, ve que ¡por fin! son las siete de la mañana. Ya no aguantaba más, se levantó se fue al baño, ¿y qué pasó?
-¡No hay agua! No es posible ¡¡Socorro!! ¿qué voy a hacer ahora?
Seguro que hay solución. Doña Mercedes, la señora de la casa donde se quedaba, siempre tenía soluciones para todo. La  llama para contar lo que pasaba. Ella ya lo sabía.
-No te preocupes mi niña, la cortaron de madrugada, es algo que pasa a menudo, últimamente; por eso, yo siempre tengo un par de jarras de repuesto para estas emergencias.
 Así que trajo una de ellas, que para primeros auxilios era suficiente.
¿Ven ustedes como hasta en el lugar más bonito, donde mejor se ven las estrellas, en la isla más verde y con más agua, también se puede encontrar uno con la sorpresa de que la  corten?.

Para que sirva de ejemplo hay que ser precavida; ya se sabe que mujer precavida ¡vale por dos!.


MAGUAS De Carmen Margarita.




Mi abuela contaba que, cuando ella era pequeña, su familia emigró a Montevideo. Vivían en la costa, en un pueblo de pescadores y casi todas las tardes solían  ir  a merendar  a  la  playa,  sus  padres  y  los  hermanos  mayores –porque  ella era la menor de sus hermanos –. Repetían una y otra vez que el olor del mar los transportaba a las islas.  Su hermano Antonio cogía la guitarra y Diego el timple y tocaban y cantaban folías, isas, seguidillas y de todo nuestro folklore musical. Les parecía que con los cantos y la música estaban en nuestra tierra y las maguas se disipaban. Aunque estuvieran en la otra orilla del mundo, para todos, aquellos momentos eran puramente ¡Canarios!.

LA MEDIADORA de Dolores Fernández Cano





Hace unos días, mi sobrino Ramoncín me  llamó para pedirme un favor y, por tal motivo, nos citamos a la salida de su trabajo.
Tras los saludos correspondientes, algo exaltado, pasó a contarme que había cometido una imprudencia.  Se había saltado un semáforo en rojo, cuando conducía el coche de su jefe, con la mala suerte de chocar contra otro vehículo que tenía preferencia.
Como el propietario del automóvil es mi marido, mi sobrino me suplicó que le dijera que era yo quien iba conduciendo, pues temía con ese incidente, perder la oportunidad del ascenso prometido.
Ante mi desconcierto, tuve a bien contestarle que aceptaba su petición, que me inculparía para su beneficio.  Mas, le impuse para ello una condición; le indiqué que el broche final de esta historia lo debía poner él, pues solamente se llega al triunfo, venciendo las dificultades.

-Ramoncín, serás tú quien corra con todos los gastos de la reparación –le dije.


VOLAR ENTRE LAS FLORES de Mary Rancel



Hace mucho tiempo, una niña de cinco años salió de su domicilio para ir al de su abuela, que residía enfrente de la casa de sus padres; separados por la carretera general.  La pequeña iba muy contenta; pretendía regalar un ramo de flores a su querida abuela; ella misma las había cogido en el huerto de detrás de su vivienda.  Al salir de su casa, llevaba en la mano a su muñeca preferida y en la otra, las flores.  Su madre, pendiente de ella desde la terraza, le indicó el momento en que podía atravesar la vía, pero, fatalmente, como de la nada, apareció por sorpresa una moto, que circulaba a gran velocidad y se llevó a la nena por delante.  En ese fatídico momento, las flores volaron por los aires y junto a ellas la niña. 
En el funeral, su madre no paraba de repetir las mismas palabras
-Vi a mi ángel volar entre las flores, ví a mi ángel volar entre las flores…

Fue eso lo que, literalmente, ocurrió hace unos treinta años en un pueblo del norte de nuestra isla.


lunes, 2 de diciembre de 2013

A CARMEN de Mary Rancel

A CARMEN,  
en nombre todas las Flores del Teide



Competente, cálida, cabal
Apegada, acogedora, amable
Respetuosa, resuelta
Moderada, maestra
Educada, ejemplar, emotiva
Natural, noble


Querida compañera:
En este acróstico aparecen alguna de tus virtudes.  Sabemos que eres poseedora de muchas más y las valoramos todas.  Los dones que te rodean son naturales como tú misma; prodigios del genio que te creó.
El día de hoy es muy significativo para todas.  Has sido una digna sustituta de nuestra querida Isabel.  Reconocemos tus desvelos y el esfuerzo que has puesto para continuar con nuestro aprendizaje en el taller de narrativa.  Sabemos que permanecerás a nuestro lado cuando sea necesario y siempre que te apetezca.  Esperamos no haberte defraudado.
Recibe nuestros mejores deseos, el cariño y la amistad de todas las personas que integran el taller de Flores del Teide.
Te queremos.