martes, 29 de octubre de 2013

TRISTE DULZOR. De Carmen Margarita.



Dedicado a mi hermana Veri.

Una noche de luna llena, mi casa se alborotó.  Mi casa, siempre tranquila, no entendía nada. A mi hermana Isabel y a mí nos llevaron a casa de mi tía. Por la mañana temprano, vinieron a buscarnos y mi tía fue quien nos dijo que teníamos una hermana.  La alegría fue tremenda y nos pareció la muñeca más bonita: gordita, el pelo lleno de rizos, coloradita y llorona para comer.

Fue creciendo tan revoltosa como un huracán. En mi adolescencia, tanto para Isabel como para mí, se convirtió en  un tormento.  Ella siempre estaba pendiente de si hablábamos con chicos para decírselo a mamá, pero con la gracia que la caracterizaba, no se podía una enfadar. Tenía el encanto de los bombones; dulces y un poco relajona.




lunes, 28 de octubre de 2013

ESCAPA COMO PUEDAS. De Lucía Hernández



Vamos a hablar de los tiempos pasados, aunque no sean agradables.
Recuerdo que, aunque de esto hace ya muchos años, en el campo se veían los campesinos arando sus tierras.  En aquellos tiempos, lo hacían con unas vacas, o también con unos burros,  ponían una canga en el cuello de los animalitos y se lo ataban con unas brochas que son una tiras de cuero y de ahí partía un palo largo que se llamaba el timón al que unían una cosa de madera que se llamaba la cabeza del arado.  Ésta formaba un pico y le colocaban una artefacto de hierro que se llamaba la reja.  De la cabeza del arado partía un palo en forma de curva que el labrador  llevaba con sus manos para dirigir a los animalitos.
Esto sí, podíamos decir que era un gran sacrificio pero no había otra forma de hacerlo, hoy hay máquinas para resolver este problema , pero la gente mayor ya no existe y los jóvenes desconocen todo esto y lo peor es que no lo quieren conocer.
Tal como va la vida no tendrán más remedio que volver a esos tiempos aunque cojan el burro por las orejas porque de arado no saben ni el nombre.




AMOR A PRIMERA VISTA. De Elda Díaz


Una tarde fuimos a una dulcería. Había tantos dulces y chuches que no sabía cuales comprar y es que, aunque sabía que todos engordaban, no lo podía evitar.
Cuando me fijé en los chocolates, me quedé trastornada. ¡Había tantos y de tan variados modelos!  Era como si estuviera viviendo un  amor a primera vista. No sabía por dónde empezar pero, al final, me decidí por unos que resultaron ser buenísimos.




LA LETRA RUEDA. De. Mary Rancel



El alfabeto se considera a sí mismo como una clase aparte. ¿Qué es un tanto vanidoso y engreído?, por supuesto que sí. ¡El muy petulante!, sabe que no sería factible comunicarnos de una forma fluida  y con matices de no ser por él. Lo que no lo excusa, para estar siempre dispuesto a ser usado, sin tener en cuenta razas, creencias, ni clases sociales.
El alfabeto  puede ser todo lo jactancioso que quiera, tiene todo el derecho del mundo a serlo. Es del todo necesario, preciso, poderoso y asequible a casi todos los moradores de nuestro planeta. Los racionales lo empleamos para que las letras rueden por el mundo y se forman palabras, sílaba a sílaba.
Se han escrito obras magistrales, convertidas en universales, gracias al alfabeto, si no fuera por él ¿qué sería de esos magníficos textos?.
En la antigüedad, rodaron los gestos, las palabras, los signos, los dibujos…pero, en nuestra era, ¿me quieren decir, qué sería de nosotros sin las letras del alfabeto? No quiero imaginarlo.
Cuando escribo algo, cada letra rueda en m i mente antes de ser plasmada en el documento, configurando en mi imaginación una simple rueda de bicicleta que gira y gira sobre su eje, una y otra vez, incansablemente, para seguidamente, transportar lo escrito al lugar oportuno, sin dejar de girar al compás de sus antojadizas ruedas.
Hagamos que la letra continúe rodando, rodando y rodando… para que nosotros sigamos escribiendo, escribiendo y escribiendo para la posteridad, por tiempo indefinido.