jueves, 20 de diciembre de 2012

¡FELIZ NAVIDAD, FLORES DEL TEIDE!


Reciban un abrazo fuerte, lleno de cariño,
 de esta amiga vuestra que da gracias 
por contar con la dulce y generosa compañía 
de Las Flores del Teide, Mis Chicas.

¡FELIZ NAVIDAD Y VENTUROSO 2013!


lunes, 17 de diciembre de 2012

NOCHEBUENA EN EL BARRIO DEL PERÚ de Amalia Jorge Frías






¡Qué distintas eran las Navidades en mi juventud!.  No tenían nada que ver con las que vivimos ahora.  El árbol de Navidad y el Papá Noel no se conocían.  Las casas se adornaban con figuras que recortábamos en cartulina negra y luego pegábamos en paredes y ventanas.  Eso sí, una semana antes, mi madre y las vecinas hablaban a todas horas de la comida que iban a hacer, sobre todo en la Nochebuena.  Sin embargo, por muchas recetas que se intercambiaran, el menú esa noche en mi casa, siempre era el mismo.  Primero, sopa de gallina, luego, conejo en salmorejo y papas arrugadas, de postre las golosinas propias de la Navidad, que teníamos que dejar para más tarde porque ya no nos cabía.

Como las casas eran terreras, nos pasábamos la tarde con la puerta abierta, entrando y saliendo para hablar con todos los que pasaban y desearles una Feliz Navidad, lo que ocasionaba que en la calle, concurrieran toda clase de olores.  Por mucho frío que hiciera esa noche, para mí era la más cálida del año.

Después de cenar, todas las jóvenes íbamos a la Misa del Gallo; un poco por devoción, pero también porque era la única oportunidad que teníamos durante el año, de estar hasta la una de la madrugada fuera de casa.  Aunque, no estábamos solas, ya que las que teníamos hermanos, nuestros padres les decían que tenían que acompañarnos.

Regresábamos de la iglesia, que estaba dos calles más abajo, cantando villancicos y, como ya habíamos hecho la digestión, teníamos ganas de comer y entrábamos en nuestras casas a devorar los polvorones y peladillas que habíamos dejado, ¡ah! y también alguna copita de vino dulce y, así, la noche la alargábamos un poco más.

Al final caíamos en la cama, rendidos, deseando que  el próximo año pasara rápido para volver a vivir otra Nochebuena.


ASÍ SOBREVIVÍ A AQUELLA NAVIDAD de Elvira Martín Reyes






Era la primera Navidad sin mi compañero y me sentía completamente desubicada, como si fuera un personaje al que cambian de historia.  Sin querer pensar en nada, evitando darme cuenta del vacío que me había dejado, pero a la vez llena de paz y unida los que quedamos aquí, sin su presencia.  Así me sentía.

Ese año, decidí pasar las fiestas sola pues me era imposible reunirme con todos y sentir que él no estaba.  Mis hijos aceptaron mi decisión en silencio, silencio que yo agradecí pues, a veces, no hace falta hablar para comprender todo lo que se dice con el silencio.

Ha pasado un año y, en esta meditación estaba, cuando escuché una voz que me decía:

-Abuela, este año en Navidad, te voy a adornar toda la casa.

Era la voz de mi nieto, el benjamín de la casa pero, en realidad fue la voz de la esperanza y, como si me hubiera empujado una brisa fresca, me levanté, contestando:

-Claro que sí

Y pensé entonces, si sobreviví a aquella Navidad,… ¡vamos a intentarlo con esta!.


UNA NOCHE NO TAN BUENA de Luisa Delgado Bello




Por segunda vez, vuelvo a hablar de mi hermana Nati y la Nochebuena.  Unos días antes de esa fecha tan señalada, estando todos mis hijos en la cocina, me preguntaron que es lo que iba a hacer de comer para esa Nochebuena.  Yo ya tenía pensado irme a casa de mi hermana, a pasarlo con ella, pues ella ya estaba bastante mal de salud.  Cuando se lo conté a todos, estuvieron de acuerdo pues ellos sospechaban que yo sabía que era la última Navidad que pasaría con ella.
Su hija me vino a recoger para irnos al sur.  Cuando llegué a su casa, no se creía que fuera a estar una semana en su compañía.  Se puso tan contenta que hasta pareció mejorar de su enfermedad.  Esos días lo pasamos muy bien.  Mi hermana estaba feliz de vernos a todos junto a ella.
El día de Pascua, nos juntamos todos alrededor de la chimenea y con los restos de la cena del día anterior en la parrilla, empezamos a calentar papas negras, pescado salado con mojo, castañas, higos pasados, almendras, dulces, vino y todo lo que había sobrado.
Ese día fue un desfile de gente que entraba y salía de la casa.  Todos comían y bebían pues la casa de Nati siempre estaba abierta para todos los vecinos.
Aquella fue una Navidad agridulce.  Su ausencia y otra que vengo sufriendo hace quince años, hace que estas Navidades no tengan punto de comparación con las de antes de fallecer mi esposo, mi querido Rubén.



EL REGALO OLVIDADO de Teresa Darías






Aunque parezca ficción, este relato es real y me sucedió en la época en que vivía en otro país.  Tenía un niño que era para todos el consentido de la familia.  Un año, cuando se acercaban las Navidades, le tenía un juguete como primera sorpresa a mi hijo; una estación de servicio muy bonita para la época que, como era y sigue siendo habitual en Venezuela, iba a ser entregado por Papá Noel.
Llegó el día veinticuatro de diciembre.  Era tradición que esa noche nos reuniéramos todos para darnos los regalos.  Como nuestra familia era grande y yo tenía otros juguetes, me olvidé poner cerca del árbol el juguete sorpresa.  Cuando me acordé, al día siguiente de mi olvido, no sabía como arreglarlo.  Caí en cuenta de que aquí en nuestra tierra, los regalos los traían Los Reyes Magos.  Entonces, decidí entregarle a mi hijo el regalo sorpresa, explicándole que su abuelo de Canarias  le había enviado por correo el regalo que los Reyes habían dejado para él en Tenerife y así fue como solucioné el problema del regalo olvidado.




¡QUÉ MAGOS SON MIS REYES! de Candelaria Díaz






Los míos, muy cierto que eran ¡magos!, magos del sur de Tenerife.  Yo, como era pobre, solo tenía dos: un Rey y una Reina.  Estos míos no perdían las mañas.  No me faltaba la pepona, la gordiflona colorada y calva.  La Reina le hacía un vestido de la casa de la pradera, porque el que traía era un tela sin forma trabada con una puncha.  También me traían algunos cacharritos y una cocina de madera, ¡ah! … y mis zapatos de charol que tenían que durar hasta el día del Carmen.  Todo esto llegaba con olor a nuevo.  Yo besuqueaba la muñeca que olía a barniz y esos aromas aún los tengo pegados a mis fosas nasales para convertir estos recuerdos en inolvidables.

¿Y ahora qué?.  Los Reyes traen todo de China y ese gordinflón vestido de rojo que se ha colado, el Papá Noel con sus maquinitas impersonales y sin color.  Los míos sí que eran Magos de verdad: … ¡mágicos!.


ILUSIÓN TRUNCADA de Carmen Margarita






Con toda la alegría y la ilusión del mundo, me puse con los preparativos.  Aquel siempre había sido uno de mis sueños, formando parte de mis fantasías de juventud.  No hacía sino pensar en lo guapa que estaría con aquel vestido azul, como el de la protagonista de la obra que iba a ver.  No había podido dormir pensando en la noche de fábula que iba a pasar.
Me puse a planchar mi vestido azul.  De repente, me percaté de que, frente a mi ventana, alguien había colgado un cartel anunciando la función.  Me quedé embobecida observándolo, sin dejar de pensar lo guapa que iba a estar.  Así estuve hasta que llegó a mi nariz un olor a quemado. ¡Oh, Dios mío! ¡Pobre vestido azul!.  Después de todo aquella noche no iba a ser tan buena…



ESPÍRITU DE NAVIDAD de Elda Díaz






Desde que era pequeña, en mi casa siempre existió espíritu de Navidad.  Pasados los años, cuando me casé, descubrí que a mi esposo le encantaban estas fiestas.  Las vivía a tope.  Primero, con mis sobrinos y luego, con nuestros niños.  Lo pasábamos muy bien. Él estaba todo el año pensando en la Nochebuena y cuando llegaba la disfrutaba como un niño.
Desgraciadamente, mi esposo falleció un ocho de diciembre.  Sin embargo, ese año celebré la Navidad en su honor, recordando cuanto le gustaba.  Y lo he seguido haciendo cada año, hasta ahora, fiel a su memoria.


NOCHEVIEJA de Natividad Morín






Una pareja de recién casados va a pasar juntos su primera Nochevieja.  Se casaron hace dos meses y están disfrutando de la luna de miel.  Desprenden felicidad y eso se nota.  Ella está muy ilusionada porque es el primer fin de año de casados.  A veces olvida que lo está y teme llegar tarde a casa y que su padre la regañe. Pero, su marido está aquí para recordarle que ya no tiene que preocuparse, que está casada.
Llega el día 31 de diciembre.  La parejita se está preparando.  Ella fue a la peluquería donde le hicieron un recogido muy sofisticado.  El vestido que va a llevar es blanco, de finas asillas y ajustado a la cintura.  Le queda como un guante.  Está feliz y su sonrisa es alegre y contagiosa.  Él también va muy elegante y juntos, forman una hermosa pareja.

Sí, esa Nochevieja fue inolvidable.  Nunca más se volvió a repetir porque poco después llegaron los niños.  Las siguientes fueron diferentes: con risas y gritos de niños que corrían de un lado para otro tirando petardos, asustando a la madre y enfadando al padre.  Diferentes sí, pero igual de felices.



LOTERÍA DE NAVIDAD de Carmita Díaz





¡Oh!.  La Lotería de Navidad es la que proporciona más alegría en todo el año.  Todo el mundo piensa en ella, siempre que podamos, vamos corriendo a comprar un décimo con la esperanza de que nos toque algún pellizco.  Las personas que tienen dinero, compran muchos décimos y las que no, los que puedan, incluso pequeñas participaciones.  ¡Ganar o no está en la suerte de cada persona!.
Vivimos con emoción el día que cantan la Lotería de Navidad, preguntándonos qué haríamos si nos tocara. ¡Oh, qué bien nos lo íbamos a pasar!.  Vuelan tus pensamientos hacia los viajes de recreo, visitamos islas a bordo de bellas y lujosas embarcaciones turísticas, con toda la familia, por supuesto…  Mientras escribo pienso en ello, y no puedo evitar recordar el cuento de lechera…
Bueno, bueno, siempre nos queda la Lotería del Niño y otras muchas durante el año que está por llegar.


OTRA NAVIDAD de Mary Rancel



¿Otra vez Navidad? ¡No puede ser! Si aún no he digerido la anterior.  Ayer mismo pagué el penúltimo plazo del crédito de mil euros que pedí para hacer frente a los gastos de la última Nochebuena.  Eso sí, a pagar en doce cómodos plazos, a razón de ciento cuarenta euros cada uno. ¡Cuánta usura! ¡Hay que ver cómo pasa el tiempo! Regresan las fiestas otra vez.
¡Mi vecina este año puede tener todo lo que le dé la gana! No pienso imitarla. ¡Aunque me lo pase por las narices, como de costumbre!. Que si langosta, que si percebes, que las vieiras, que el paté…, luego el jamón ibérico de pata negra, el pavo relleno de no sé cuantas cosas, los vinos y licores de la mejor calidad…, amén de los exquisitos postres.  En resumen, lo que tenga ella en su mesa, será lo mejor de lo mejor; ¡qué le aproveche!.
Este año en casa no habrá despilfarro, ¡ni quebraderos de cabeza!.  Una cena sencilla, hecha con amor, compartida con la familia para disfrutar todos reunidos.  Los regalos, suprimidos, ¡es lo mejor!.  Para que Papá Noel descanse en Laponia un día tan especial.  El día seis de enero vendrán los Reyes Magos, los que se encarguen de la tradición, obsequiando a los niños de cada hogar con algún presente.
Recomiendo por experiencia que a nadie se le ocurra solicitar créditos para cosas superficiales.  Lo importante es la salud y la unión familiar para alegrarse en estas fiestas. ¡Muchísimas Felicidades!.



BUSCANDO EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD de Dolores Fernández Cano




En el cielo, como en todas las casas, las nubes se sienten desbordadas preparando estas fiestas navideñas.  Desde el amanecer empieza la jornada laboral.
Panchita, la nube que por su color negro y su densidad, es la que vierte al planeta Tierra, toda su agua –incluyendo las tormentas – odia  con todas sus fuerzas la Navidad; para ella no deberían existir.
Luego está Currita, la nube blanca que es todo lo contrario.  Esta nube habita en el firmamento para alegrarlo.  Las fiestas las celebra con una inmensa satisfacción.
-¡Buenos días, Panchita! –saluda Currita –. Te veo muy atareada.
-¡Hola, Currita! –contesta la nube negra –. Estoy preparada para aguarle la Navidad a los humanos.  Les enviaré una borrasca impresionante.
-Pero, ¿qué me cuentas, Panchita? –pregunta asombrada Currita.  – No seas perversa. ¿Dónde se encuentra tu espíritu navideño?.  Recuerda que lo están pasando mal con la fastidiosa crisis; no los castigues más.
La nube blanca, después de una breve pausa, continúo su réplica
-Reserva tu agua para otros meses menos importantes
-¡Me estás hartando! –protesta enérgicamente Panchita –siempre acabas estropeando mis malas intenciones.
-Venga, querida compañera –insiste la nube blanca –pórtate bien, felicita a los terrícolas y déjalos disfrutar.
-Bueno, ¡tú ganas! –contesta sumisa Panchita –Ahí va mi dedicatoria para toda la humanidad: “Deseo que pasen Felices y Amorosas Navidades”.  Consentiré que tengan un tiempo soleado.
-¡Bravo, bravo! –grita aplaudiendo Currita –al mismo tiempo que susurra –si en el fondo posees un gran corazón.  Ahora me voy a recoger el vestido que me ha confeccionado para la gran cena, la famosa modista Estrella Polar.
Currita se aleja contenta y feliz.
Don Nubarrón, el jefe de las nubes, escuchó la conversación de sus subordinadas, Currita y Panchita, y dirigiéndose a ésta última, le advierte.
-A pesar de los pesares, aunque reneguemos de estas fiestas, en nuestro interior siempre existirá un ápice del Espíritu de la Navidad.



ESPERANZA de Paula Lugo




El señor Jiménez  salió  a buscar trabajo –ya llevaba casi un año sin trabajar – y lo hizo sin parar.  Buscó por todos lados, en cualquier sitio, pero como siempre, regresó a su casa afligido y abatido.  Su familia ya no tenía nada que comer.  La mujer engañó a sus hijos con una taza de agua caliente con hierbas y los llevó a la cama, con mucho cariño y amor.  Luego se sentó a tomar otra, mientras le recordaba a su marido que siempre se puede estar peor, que al menos todos estaban sanos y se tenían unos a los otros.  Mañana sería otro día.

jueves, 13 de diciembre de 2012

VILLANCICO de Edelmira Linares





Se acerca la Navidad o casi estamos en ella y, sin querer, nos afloran muchos recuerdos de vivencias acumuladas a través del tiempo, mientras disfrutábamos de estas fiestas.  Sin saber por qué, de repente me ha venido a la mente el recuerdo de una Navidad fuera de casa.  Tenía muy corta edad y no sé con exactitud los años que tendría, pero lo que no se me ha olvidado es lo bien que lo pasé.
Fui invitada a pasar las fiestas con unos familiares que vivían en el pueblo de San Miguel.  Caminando, cargados con enseres y dulces; yo con un bolsito donde llevaba mi ropa de fiesta y un abriguito para no pasar frío, tomamos rumbo a través de veredas, cortando caminos según decían y, claro está, calzando mis cholitas de esparto.  Cuando al fin llegamos, ya tarde -noche, era tal el ambiente que allí se respiraba, que creo no olvidaré nunca aquel bullicio y aquella alegría.  ¡Tanta gente en la calle, tocando panderetas, guitarras y cantando villancicos!
No recuerdo qué comimos, ni dónde dormimos, solo ha permanecido en mi memoria  lo divertida que fue aquella Navidad, lo bien que lo pasé en la Iglesia, por las calles, brincando y cantando lindos villancicos, en concreto uno de ellos me gustó muchísimo, cuando todos cantaban:

Hacia Belén va una burra, rin rin,
cargada de chocolate …


Mientras escuchaba la letra con atención, yo pensaba: ¡Quién pillara esa burra!





martes, 11 de diciembre de 2012

SALVADOS de Natividad Morín



La mañana permanecía tranquila.  Él estaba preparando la reunión de accionistas y esperaba que todos estuvieran de acuerdo con lo que iba a proponer, pues se encontraban en juego muchos puestos de trabajo.  Su padre estaría orgulloso si lo viera.  Estaba sacando adelante el negocio que él le había dejado, con mucho acierto.
Tenía una familia: su mujer y dos niñas.  Una familia maravillosa y un negocio floreciente.  Lo tenía todo y le daba gracias a Dios por ello.  Pero…, nada es perfecto.  Cuando se hallaba organizando los papeles, sonó el teléfono.
-¡Señor! –le dijo la secretaria -¡le llaman de su casa, es urgente, hay fuego en su edificio!.
Él dejó todo y salió corriendo y, ya cerca de su dirección, vio a los bomberos dirigiéndose a donde estaba el siniestro.
No lo pensó, se dio toda la prisa que pudo para llegar a su vivienda, que estaba en primera planta.  La policía quiso impedir que se acercara pero, gracias a su agilidad, pudo realizar su cometido: ¡salvar a su familia!.

EL CRUCERO de Edelmira Linares




Iba a ser un viaje maravilloso, que había logrado conseguir después de mucho esfuerzo.  Sería la primera vez que estaría en alta mar durante tantos días.  Salimos del puerto de Barcelona, rumbo a un crucero por el Mediterráneo.
Era un barco divino, de mucho lujo y lleno de confort, con camarotes con vistas al exterior.  Podíamos disfrutar de atracciones, animación y hasta de piscina y, en ocasiones, barbacoa.  Por las noches me encantaba arreglarme para bajar a cenar.  Nos trataban como reinas y teníamos un camarero pendiente de cualquier cosa que nos faltase.
Hicimos varias escalas y bajamos a tierra en muchas ocasiones para conocer distintas ciudades.  Uno de esos días, nos tocó visitar la enigmática y versátil isla de Capri.  Fue una jornada complicada –quien lo iba a imaginar –. Aunque la isla me cautivó, algo hacía predecir que sería un día para el recuerdo.
De vuelta, en la lancha que nos acercaba al barco, cansada y magullada por un tropiezo que tuve, en medio de un mar embravecido que dificultaba la maniobra, allí estaba yo, a punto de subir al barco por la escalinata de soga.  Mientras veía a mis compañeras, acceder al navío en situación tan peligrosa, me sentí incapaz de hacerlo, sin embargo, tuve que sacar valor.  Llegó mi turno y no sé lo que ocurrió.  El caso es que de repente me vi colgando del brazo de un marinero que ayudaba a subir.  Fue tal mi desesperación que saqué fuerzas, era tan grande el miedo que, colgada del cuello de aquel hombre, le grité.
-¡Por Dios, no me suelte! ¡Le ruego que me coja por donde quiera y me lleve hasta el barco, por favor!
Así lo hizo, por suerte.
Cuando por fin mis pies tocaron piso firme, solo me faltó besarle y, aún hoy, dudo si lo hice o no, dado el estado de trance en que estaba.
Se cumplió el dicho y, después de la tormenta llegó la calma.  Esa noche tuvimos una gran fiesta de gala donde nos reconocieron por nuestro trabajo anual y fuimos galardonados.
El crucero continuó sin mas incidentes y hoy puedo decir que a pesar de todo lo que ocurrió aquel día, para mí fue un sueño que se hizo realidad y aquel viaje forma parte de mis mejores recuerdos.



lunes, 10 de diciembre de 2012

EL BODEGÓN de Carmen Margarita




Sabía que la debilidad de mi hija eran los cuadros antiguos y los óleos, en especial un bodegón que yo tenía en el comedor.  Las frutas y verduras parecían recién cogidas de la huerta.  De pequeña solía sentarse frente a él y decirme: ¡si huele a higos!.
Me senté frente al cuadro y parecía que me decía: ¡me falta la mirada de ella!.  
Con estos recuerdos y reflexiones llegué a una conclusión.  ¿Dónde iba a estar más bonito aquel bodegón que en el comedor de la casa de mi hija?.
Lo descolgué y se lo regalé en su cumpleaños.


OASIS de Mary Rancel




Una joven pareja se alojaba en un elegante hotel situado a las puertas del desierto del Sahara, en Túnez.  Llevaban una semana conociendo el exótico país pero, les faltaba conocer un oasis.  Como ambos poseían un espíritu aventurero, alquilaron un vehículo idóneo para llevar a cabo su odisea.  Aprovisionados de alimentos y agua, emprendieron el viaje hacia lo inexplorado.  Previamente, se habían asesorado muy bien del rumbo que debían tomar y, sabían por sus habitantes, que el oasis más cercano se encontraba a una hora de distancia desde el hotel.
Se adentraron en el inmenso desierto, ilusionados, siguiendo al pie de la letra las recomendaciones recibidas.  Había transcurrido algo más de una hora de trayecto, cuando el vehículo se paró en seco.  Después de examinarlo exhaustivamente, se dieron cuenta de que se le había agotado el combustible y que se encontraban a la deriva, desorientados.  Dudaron qué debían hacer y optaron por dejar el coche y continuar a pie; no podía faltar mucho para encontrar el deseado oasis.  Cogieron algunos víveres y una cantimplora con agua y se pusieron a caminar bajo el ardiente sol.  Pasado un largo rato, la chica no pudo más y cayó desfallecida sobre una duna de fina arena.  Se les había agotado el agua y los alimentos.  El muchacho se encontraba extenuado por el esfuerzo y deshidratado por el calor, no obstante, sacó fuerzas y cogió a la joven en sus brazos, para continuar andando por el desierto, con su preciada carga, rogando que apareciera alguien que les ayudara.  Al fin, a lo lejos divisó una arboleda.  No será un espejismo, pensó. No, era real.  Con dificultad llegó al oasis, feliz por alcanzarlo y encontrar el agua para su amada que aún permanecía en sus brazos debilitada.


LA MÁQUINA DE SUS RECUERDOS de Dolores Fernández Cano




Emilia contempla, por enésima vez, su vieja máquina de de escribir.  En ella aprendió mecanografía.  Sus finos dedos han aporreado velozmente el teclado de esta máquina que siempre ha respondido con gallardía.
Con tristeza, rememora la cantidad de folios que le introducía para después imprimir los temas que enviaba, tiempo atrás, a sus clientes.
Se van a mudar a otra casa, más actual.  Su hija Anabel y su marido lo quieren todo nuevo.  Justamente por eso, está obligada a deshacerse de su pícara y adorada máquina.
¡La cantidad de carretes que, con el transcurrir de los años, le habrá comprado!.  Metros de cintas gastadas en su juventud; cuando enviaba las cartas a su novio que cumplía el servicio militar en Sidi Ifni.
Fue su confidente, la primera que se enteró de sus secretos, por eso siente este dolor al tener que desprenderse de ella.


RAMAJES de Candelaria Díaz




Hoy me siento depre.  La tristeza me está invadiendo.  Salgo a coger aire, camino y me adentro en un bosque cercano.  Un bosque de altos árboles.  Respiro hondo y me impregno de su olor a pino.  Mi mente divaga.  ¡Cuántos amores perdidos en sus troncos rubricados!.  Hay paz y quietud pero, me siento sola.  Dicen que Dios acompaña; no saben que a ese lo cargo siempre conmigo y… ¡me llevo a su madre también! aunque, yo necesito a la mía y a muchos otros.  Esos rostros los conservo nítidos.  Los del Hijo y la Madre, me cuesta pues les han puesto tantas caras.  Yo me quedo con el tacarontero y la Chaxiraxi y ¡así voy por este planeta! hasta que toque visitar el otro.
Este bosque sintió mi soledad.



MI HERMANA NATI





A mi queridísima hermana,
que me estará viendo desde el cielo


Cuando vi la fotografía sobre la que tenía que contar esta semana, enseguida me vino a la mente el recuerdo de mi hermana Nati por los maravillosos trabajos de crochet que hacía.  Con un simple ovillo de hilo, ejecutaba unos trabajos de pura filigrana.
Antes de ponerse malita, hizo unos manteles preciosos para los altares de la Iglesia de Vilaflor pero, le faltó tiempo para unirlos a la tela.  No logró verlos puestos pues, por desgracia, falleció antes de terminarlos.
Al año siguiente de su muerte, se casó su hija.  Entre todas las amigas que había dejado en el pueblo mi hermana, terminaron todo el trabajo que faltaba para que estuviera listo ese día tan especial.
Cuando mi sobrina entró del brazo de su padre, se encontró con los preciosos encajes  que había hecho su madre, pegados al mantel del altar de la iglesia donde iba a casarse.  Parecía que mi querida hermana estaba flotando entre nosotros.

LA IMPORTANCIA DEL DEDO ÍNDICE de Teresa Darias




Efectivamente, con el dedo índice en alto, podemos decir mucho: señalar a una persona en un momento determinado, como signo de meditación, para imprimir nuestras huellas dactilares…  Igualmente, para mejorar nuestra visión, el dedo índice en posición de enfoque y desenfoque o, la unión del índice al pulgar, dicen que es signo de armonía.
Muchas son las utilidades de nuestro dedo índice; indicativo de todas las cosas que he enumerado y de muchas más.  Pareciera que, al final, con solo una señal de nuestro dedo, lo decimos todo.


CUÉNTAME UNA HISTORIA de Carmita Díaz




En uno de  los cumpleaños de mi abuelo, fui junto a toda la familia a felicitarle.  A mi me gustaba mucho ir a casa de mis abuelos, pues él tenía una biblioteca enorme porque, en sus tiempos, leía mucho.  Yo creo que soy igual que él pues, desde pequeño, me ha gustado mucho la lectura. Adentrarme en la lectura sin que nadie me observe y aprender todo lo que los libros enseñan.  Ese día, en que fuimos a casa de mi abuelo, aproveché para ver si encontraba un libro con una historia bonita pero, por mucho que estuve buscando, no encontré lo que quería.  Vi un libro caído en el suelo, lo cogí y empecé a leerlo, rogándole que me contará una historia.  Lo hizo, a partir de entonces nunca he parado de leer.




martes, 4 de diciembre de 2012

DESAMOR de Edelmira Linares





Hace ya algunos años, en una gélida tarde de diciembre, le conocí.  Fue como una bocanada de aire fresco en mi vida, abrió ventanas hasta entonces cerradas y sentimientos dormidos que, con la ignorancia de la juventud, afloraron fuertemente.
¡Qué bien me sentía!.  Era como la reina de mi propio cuento de hadas, donde todo era perfecto, simplemente porque mi príncipe azul me amaba.
Ahora, con el paso del tiempo y en plena madurez, intento recordar para sentirme mejor pero, no lo logro.  No sé qué me está pasando y ni sé si es normal, aunque todo el mundo dice que sí.  Tanta lucha, tantos sueños realizados, para ahora darme cuenta que estoy vacía.  Tengo todo lo que soñé y por lo que otros matarían pero, aún así, cuando lo miro ya no me alegro como antes y me pregunto cómo, con tantas cosas en común que da haber formado una familia juntos, ya no lo siento cerca de mí, ni me hace sentir como la reina de antes.
Y ahora, me pregunto un día sí y otro también, ¿dónde está tanto amor? ¿o es que simplemente se desgasta?.  Quisiera recobrarlo pero, no sé dónde se ha ido, porque cuando el amor se acaba…, ¿sabes tú dónde va?


MI HERMANO de Amalia Jorge Frías





Toda la vida he estado rodeada de personas muy especiales; mi hermano fue una de ellas.
A pesar de llevarle solo dos años de edad, siempre me sentí un poco responsable de él, quizás debido al espíritu maternal que nos caracteriza al noventa por ciento de las mujeres, y a que mi madre me insistía en que yo era la mayor y debía cuidarlo y protegerlo.
Él siempre se rodeó de muchos amigos.  Cuando tenía nueve o diez años, una vez, cogió de la despensa una manilla de plátanos y, por la ventana, los repartió entre todos.  Mi madre, al irlos a buscar para ponerlos en la mesa, ya no encontró ninguno.  Aquellos tiempos eran muy duros, tanto que se pasaba mucha hambre, sobre todo en la capital.
Ya de mayor, hasta los diecinueve años, el tiempo que le restaba a los estudios, lo invertía entrenando a niños pequeños del barrio y formando equipos de fútbol. Le apasionaba toda clase de deportes.  Le dieron el premio al mejor deportista del año, pero él no le dio ninguna importancia y nos enteramos por los amigos.
Mi hermano hizo el servicio militar voluntario y, cuando lo terminó, empezó a trabajar en una empresa.  Como había hecho el Bachiller Superior, al mismo tiempo, siguió estudiando e hizo Graduado Social.  Casi en la misma época, conoció a la que fue su esposa.  En su vida solo existió un único trabajo y una única mujer.
Vivieron unos años felices, en los que fueron padres dos veces pero, esa felicidad duró poco tiempo.  El año que cumplía cuarenta y seis años, enfermó y, a los tres meses, nos dejó para siempre.
Para mí, aparte del dolor que sentí como hermana, el vacío que me quedó fue tan grande que, aún viviendo mi madre, me sentía huérfana.  Sí, huérfana de hermano.  Su sitio jamás podrá ser reemplazado.
De esto han pasado ya veintidós años y ésta es la primera vez que me he atrevido a escribir sobre él.  He sentido mucha paz y dos gracias al Señor por haberlo podido hacer.

DULCE ESPERA de Mary Rancel




La chica espera anhelante en la consulta del médico.  Quiere escuchar la voz del especialista dándole la noticia.  El esperado momento ha llegado.
-Felicidades –dice el doctor a la joven – la analítica ha dado positivo.  Será madre dentro de ocho meses.
La muchacha sale de la consulta del galeno pletórica de gozo.  Sola, camina con firmeza y sonríe sin parar.  Llama la atención de los transeúntes pero, a ella le da igual.  ¡Mejor!, le hace ilusión que adviertan su alegría, ya que no puede compartirla con la persona que ama.
Con paso seguro, se dirige al parque, lugar en el que ha tenido incontables momentos de felicidad.  Allí, hace dos años, conoció al hombre de su vida, su único y gran amor.  Nada más mirarse, el flechazo surgió entre ambos.  Sus vidas se unieron al poco tiempo de haberse conocido.  Su primera y única separación se produjo hace apenas unos quince días.
La fatídica partida tuvo lugar cuando, de modo súbito, se presentó el ictus, con derrame cerebral masivo.  Fue lo que, irremediablemente, les separó para siempre. Pero…, germinó la semilla, ¡el milagro de la vida! que ahora anida en su vientre.  Dentro de unos meses, se hará realidad su sueño.  Será madre a los veinte años.  Tendrá que sacar adelante al hijo de ambos; ¡el hijo del amor!, el que perpetuará a su padre.  Aquel hombre bueno, generoso, amante, cariñoso…  No será tarea fácil.  Soltera, sin recursos, sin trabajo, ni familia.  Lo conseguirá, de eso está completamente segura.
Esta triste historia es, a la vez, esperanzadora, origina pena a la par que ternura pero, al igual que los cuentos, tiene un final feliz.  Los abuelos del bebé al enterarse del hecho, les acogen y ayudan. 
Aquella promesa de criatura tiene ya seis años.  Es el vivo retrato de su padre y la alegría y felicidad de su madre y abuelos.

LA CONVERSACIÓN de Candelaria Díaz




Han pasado algunos años y, a pesar de ello, aún se reciente de lo vivido.  Feliciana lleva viuda una década pero no importa el tiempo transcurrido, ella no olvida los gritos, los insultos, el maltrato psicológico y, para más inri, el que él le quitara la herencia de sus padres.
-Como siempre, no he dormido casi nada, pensando en ese desgraciado –le confiesa a su hermana Patro.
-¡Pero, mujer! que está muerto, déjalo descansar ya.
-¡Si no puedo! A ese hijo de la Gran Bretaña lo odiaré mientras viva.
-¡Por Dios!, acuérdate lo que pasó cuando fuiste al cuarto donde apareció muerto, aquello que sentiste… - le recomienda Patro.
-No me lo recuerdes, que sentí un frío que me erizo la piel y salí corriendo de allí.
-Sí y yo te dije que rezáramos para que descansara en paz.
-¡De eso nada, lo odio!
Patro ya no aguanta más.  Y no piensa volver.
-¡Me voy!
Y se largó, dejándola con toda la angustia que se desprendía de sus  recuerdos y con aquella rabia, el resto de sus días.



EL PARAGUAS de Edelmira Linares




Usado desde tiempos lejanos, allá por la época de los faraones, fueron –según cuenta la historia –los chinos quienes lo inventaron.  Su primera misión fue atajar del sol pero, una vez que llegó a Europa, evolucionó y se transformó también en un objeto para proteger de la lluvia.
En la Edad Media, las damas lo utilizaron como un elemento de glamur y usarlo, daba un toque de distinción.  Eran de fina seda, con encajes y puntillas, acorde con sus elegantes vestidos.
Al comienzo de los tiempos modernos, el paraguas era por lo general de color negro y aunque hoy es meramente un objeto útil, se pueden encontrar de muchos colores, con variadas combinaciones, formas y tamaños, según la moda del momento.  Actualmente hay muchas versiones de ellos y algunos son plegables para poder llevarlos cómodamente en el bolso, así no se convierten en una carga que es fácil dejar olvidado en cualquier sitio, al salir.
El paraguas parece un objeto banal, pero nos da cobijo y nos resguarda, además, ¿con qué mejor excusa podrías estar más agarradito a esa persona que te gusta, sino con la de compartir paraguas en un día frío y lluvioso?



lunes, 3 de diciembre de 2012

LA CONVERSACIÓN de Carmen Margarita




Han pasado años y, a pesar de ello, aún se seguían queriendo, no obstante sus diferencias.  Al verla, Sergio se alborotó.
-¡Hola, cariño! –le dijo muy alegre.
Elena le extendió sus brazos muy contenta.
-¿Qué tal? ¡Cuánto tiempo sin vernos.
-¿Cómo van nuestras cosas?  -le espeto Sergio, un poco seco.
Un poco asombrada, ella le contestó de inmediato.
-¡Qué recibiendo tan abrupto!
-Disculpa, hace tanto tiempo que no nos vemos que no puedo evitar estar un poco receloso –se disculpó él.
Elena se sonrojó y bajó la cabeza y entonces él sonrío con un gesto un poco irónico.  Siguieron caminando uno al lado del otro, con pasos firmes y ligeros, hacia una cafetería cercana.
Entraron a un salón majestuoso, se sentaron en unas mullidas butacas y pidieron al camarero dos té con leche.  Sergio miró a los ojos a Elena.
-Cariño, ésta será la última vez que nos veamos –lanzó de pronto.
-¿Cuál es la razón de esa decisión? – preguntó Elena al mismo tiempo que palidecía.
-Te advierto, –afirmó Sergio con voz segura –te aseguro que no es mi voluntad.  El destino ha querido ponerme esta prueba sin poder defenderme.
-¿Estás enfermo? –quiso saber, dejando escapar un suspiro.
Él asintió con la cabeza.  Y se largó, dejando en ella la angustia de que él se desprendió, haciéndole vivir en la incertidumbre el resto de sus días.


LA HUIDA de Elda Díaz




Han pasado años y, a pesar de ello, aún mi amiga Merce se acuerda de cuando su marido se fue a Venezuela y la dejó con dos niñas.  Pasado el tiempo, no supo de él y decidió ir en su busca para convencerlo de que regresara con ella, pues no lo quería perder.  Decidió hablar primero con su madre.
-Mamá, ¿tú te podrías quedar con los niños? Voy a buscar  a Jose.
-No te preocupes que las niñas se quedan conmigo –respondió de inmediato la madre.
Merce se fue a buscarlo pero cuando lo localizó le esperaba una sorpresa.  Su marido tenía otra familia.  Ella no se lo podía creer. Estaba tan triste y desesperada que a él le dio pena y volvió con ella.  Aquello duró bien poco y finalmente volvió a irse, explicando esta vez que no podía quedarse porque se sentía agobiado.
Y se largó, dejándola toda la angustia de que él se desprendió, haciendo que ella viviera en la incertidumbre el resto de sus días.


LA CONVERSACIÓN de Mary Rancel



Han pasado años y a pesar de ello, aún se siente frustrado por lo que pasó con su vecino y que tanto le ha marcado en su vida.  Desea liberarse de ese rencor pero, no lo ha conseguido.  Hoy es la ocasión, y no piensa desaprovecharla.  En el encuentro se mostró inmutable.
-¡Hola Víctor! ¡Cuánto tiempo sin verte!.  Con las ganas que tenía de hablar contigo y dejar las cosas claras, porque estoy en un sin vivir por tu culpa.
Víctor responde con gesto indolente.
-Hombre, Fran, si no me has visto es porque no has querido.  Que yo sepa, no he cambiado de domicilio, no soy como otros… que esconden la cabeza bajo el ala, como los avestruces, para evitar problemas.  ¡Yo siempre doy la cara!
Al escuchar esto, Fran no se puede contener y, en tono amenazante exclama vociferando.
-¡Hay que ver lo mentecato que eres! ¿Abrase visto mayor desfachatez? ¡Si has sido tú quien me ha destruido!  Encima de que me atropellaste con tu vehículo, te diste a la fuga y buscaste testigos falsos para mantener tu coartada, ¿te atreves a decirme que tú das la cara?, ¿sabes lo que eres?, ¡un mal nacido!.  Has amargado mi vida y la de mi familia.  Lo único que pido es, que te pase lo mismo que a mí y repercuta en tu descendencia.  De ese fatídico día no duermo tranquilo.  Vivo a expensas de mis suegros y para más inri, no me pagan nada por la minusvalía que arrastro desde entonces. ¿Te parece poco el daño que me has hecho?
Víctor escucha en silencio mientras su rostro denota su turbación y balbucea.
-Lo siento pero… no puedo reparar el daño que te ha causado mi imprudencia.  Me consta que vendiste tu casa para costear los gastos médicos y que te fuiste a vivir con los padres de tu esposa.  Hasta ahora, de verdad, no había advertido, lo mal que podías sentirte por mi irresponsabilidad.  Te ruego me perdones.
Fran, lleno de rabia, grita.
-¡Qué te perdone Dios!, porque lo que es yo, ¡jamás de los jamases!, que los remordimientos no te dejen vivir, es todo lo que te deseo.
Y se largó, dejándole toda la angustia de que él se desprendió, haciéndole vivir en la incertidumbre el resto de sus días.