miércoles, 21 de marzo de 2012

MIS DESPERTARES de Mary Rancel

                     

Desde hace bastante tiempo, mi despertar cada día es a las seis y media de la mañana.  Primero, porque me gusta madrugar, luego, porque tengo quien me despabile, ¡todo un lujo!.  Una vez levantada, voy a la cocina y preparo la cafetera.  Mientras se hace el café, una ducha rápida, acto seguido el desayuno, me lavo los dientes, hago la cama, me visto y al trabajo, caminando.  Son veinte minutos de agradable paseo que me viene de maravilla.  Todos los días lo mismo y, aún así, no me aburro, al contrario, me apetece y me da brío.  ¿Qué soy un bicho raro?, seguramente; yo intento ser normalita.  Disfruto trabajando, hago lo que me gusta, tengo buenas compañeras y excelentes jefes, ¿se puede pedir más?.
Una mañana de primavera, despierto con la habitación iluminada por el sol, me sobresalto, miro el reloj: ¡las ocho de la mañana!,  ¿qué ha pasado?, ¿por qué no he recibido el aviso para levantarme?.  Dejo de hacerme preguntas, me visto, pido un taxi y voy al trabajo.  Tengo que recuperar el tiempo perdido.
Al salir de la oficina, me dirijo directamente a casa de mi vecina.  Nada más verla, le digo: ¿por qué hoy no recibí el mensaje para despertarme?, ¿qué ha sucedido?.  Ella, con cara compungida, responde: ha muerto, ¡el pobre!, era muy viejo y…  Me quedo turbada, triste, con los ojos húmedos.  No le conocía, sin embargo, él, siempre dispuesto, cumplía su misión cada mañana.  Jamás tuve tiempo para hacerle una visita; me conformé con escucharle.  No es justo, lo reconozco ahora, cuando ya no hay remedio.  ¡Qué pena!, ha fallecido y con él, su canto a la alborada, siempre tan atento.  Yo, tan ingrata.
Mis despertares ya no son lo que eran.  No es lo mismo levantarse con el ruido tecnológico del móvil que con el sonido natural y el embrujo inusitado del canto del gallo al amanecer.      
                   

REGALO DEL PRESENTE de Amalia Jorge Frías

                 


Un nuevo personaje se ha incorporado a mi vida. ¡Bueno!, tal vez este nombre le quede un poco grande, creo que le iría mejor el de personita.  Tiene catorce meses de edad.  El día doce de febrero fue bautizada y yo he sido su madrina.
A mi edad, no es muy usual ser madrina y mucho menos de bautizo, quizá por eso fue tan importante para mí.  Reviví otras épocas, recordando los bautizos de mis hijos y de mis nietos.
El bautizo tuvo lugar en el pueblo de La Victoria.  La iglesia era preciosa; de las que ya pocas veces podemos disfrutar.  El párroco, de mediana edad, entre clásico y actual, nos encantó a todos, con su amabilidad y su palabra.
Fue una ceremonia muy entrañable, a la que sólo asistimos los padres de la pequeña Nicol (que así se llama la niña) y su hermanito, el padrino, su esposa y su hijo de diez años.  Al terminar, fuimos a celebrarlo en un Restaurante del Puerto de la Cruz y durante la comida reinó un clima muy cordial, como si de una sola familia se tratase.
Mi tendencia siempre ha sido narrarles vivencias de mi infancia pero, este día significó tanto para mí que no he podido evitar la tentación de compartirlo con ustedes.       

INVIERNO INGRATO de Mary Rancel

   


                                  INVIERNO INGRATO  de  Mary Rancel

Este invierno tan seco nos perjudica;
no nieva, ni llueve, ni cae escarcha.
El sol de la mañana apenas brilla,
las tardes abatidas y el cielo huraño.
De noche las estrellas ya no se agitan,
los huertos claman agua para sus plantas,
la ciudad pide a gritos una llovizna
para la contaminación que nos asfixia.
El invierno nos gusta con frío y lluvia,
las montañas nevadas, nacimientos con agua,
con vientos perezosos y cortas tardes:
no ha hecho los deberes como otros años.
Rauda la primavera nos traerá gozo
y tal vez, algo de agua para los campos,
además de las flores y días más largos;
estación de colores, sueños y cantos.
      

EL DUENDE DE LOS CALCETINES de Candelaria Díaz

                         


Soy el duende de los calcetines.  Aunque  me crearon para abrigar los pies, casi siempre termino con ventanas redonditas pero bueno, hoy estoy aquí para contarles una historia; hoy toca una de calcetines.
Allá en Santa Clara, Cuba, están todos los vecinos en el duelo de la negra Tomasa.  En medio de sus caras apenadas, alguien les invita a un café; estaba delicioso, bueno de verdad.
Dos días después del óbito, estos mismos vecinos fueron a la misa de alma, donde se habló de los tópicos de siempre: ¡qué buena era! ¡qué sufrida! ¡cuánto le aguantó a su marido Celso!..., él era muy bueno pero ¡qué sucito!, no se bañaba sino por Navidad, mientras que ella era limpia como la plata.  También se comentó lo rico que había estado el café repartido en el duelo, y mientras se alababa su aroma y su sabor, una vecina miró a la otra y se rieron sin reparo.  Al preguntarles la razón de tanta risa, contaron la verdad: … al ir a hacer el café, buscaron y buscaron la cafetera y no la encontraron por lo que, colaron el café en un calcetín tieso que encontraron por allí…  Al adivinar que debió ser uno de Celso a casi todos los vecinos le dieron arcadas; ¡qué asco!.
¡No dirán que este cuento y este duende no somos fantásticos! ¿Verdad?
           

EL BOSQUE de Natividad Morín



                                           

Aquel día, el mundo amaneció al revés.  Muy temprano en la mañana, casi al amanecer, Elisa salió a correr, tal como tenía por costumbre; era su deporte favorito.  Solía hacerlo  entre los árboles de un pequeño bosque cercano a su casa pero, esta vez, cuando estaba llegando a un claro, oyó unos rugidos muy raros.  Extrañada y asustada, porque estaba sola, se fue acercando despacio hasta descubrir, con enorme sorpresa, a un grupo de dinosaurios peleando entre ellos.  Se disputaban un tigre muerto.  Elisa se quedó aterrorizada; no podía creer lo que estaba viendo.  ¡Estamos en el siglo XXI y estos bichos se extinguieron hace miles de años!, se repetía.  Tanto era el miedo que tenía que no se podía mover y cuando finalmente reaccionó, ya era demasiado tarde pues los dinosaurios soltaron a su presa y corrieron hacia donde estaba ella.  La joven, al darse cuenta del peligro, salió corriendo pero, tropezó con una rama y cayó al suelo.  Al girar la cabeza, vio una enorme boca a punto de devorarla.  Grito y grito, pidiendo ayuda pero… fue entonces cuando despertó.  Todo había sido un terrible sueño.  Una pesadilla, sí… aunque  Elisa no está segura de si volverá a correr por ese bosque.


EL DUENDE HAMPER de Lucía Hernández



En cierta montaña en la que habitaban varios vecinos, había un ser mitológico al que no veían.  Era mágico y tenía un nombre muy bonito:  Hamper.
Por las noches visitaba a los niños que vivían por allí e iba vestido de tal forma que los pequeños no se enteraban porque Hamper usaba sus dotes de duende para ser invisible.  Les dejaba regalitos, en los alrededores de sus casas: a unos un libro, a otros un juguete; él tenía la habilidad de adivinar qué deseaba cada quién.
Cuando amanecía, el duende Hamper, se ocultaba en su calcetín.  Así era su vida.  Allí estaba durmiendo hasta el oscurecer para, entonces, volver a hacer su recorrido.  Salía  del  calcetín  y  volvía a llevar regalitos a los niños –cosa que le encantaba– y cuando se acercaba el amanecer regresaba para descansar del paseo, metido en el calcetín.  

               

martes, 20 de marzo de 2012

UN DÍA DE JULIO de Paula Lugo

               

Juan llegó con su hija a las fiestas de julio, donde le habían invitado sus amigos del  pueblo.  La joven Sara se despidió de su padre, diciendo que iba a estar con los jóvenes en otro extremo de la plaza.  El caso es que nunca llegó donde estaba la juventud reunida.  Cuando su padre se enteró de ello, horas más tarde, la buscó por todos lados pidiendo ayuda a sus amigos.  Pronto se les unió todo el pueblo. 
Sara no aparecía.  La llamaban, gritando su nombre, pero nada.  Cuando el padre estaba a punto de llegar al límite de su desesperación, Sara apareció.  Había ido caminando a las afueras del pueblo a reunirse con otro grupo.  Los padres se disgustaron muchísimo y le dieron una reprimenda y un castigo por no haber avisado dónde estaba y haber hecho que  jamás olvidaran aquel día de julio.    

GUARAPO de Candelaria Bacallado

               

En una zona residencial, vivía un señor en una especie de caseta hecha con ramas de palmera.  Estaba ubicada en una de sus calles, al lado de varios chalets, en medio de un solar sin construir.  Le llamaban guarapo, haciendo honor al líquido que él extraía de las palmeras y vestía siempre de un blanco impoluto.
Solía llegar en las tardes.  Pedía permiso para entrar y entablaba conversación bajo la pérgola del jardín, con los dueños de la casa.  Después de un rato, se disponía a hacer su trabajo.  En medio de las charlas que él mantenía, trataba dentro de su  humildad, dar consejos cargados de sabiduría a estos señores.  Ellos comentaban:
-El anacoreta nos ha dado hoy una lección.
Decían esto porque pensaban que tenía una extraña forma de vivir, sin embargo, reconocían que emanaba felicidad. 

RESIGNACIÓN de Dolores Fernández Cano




Amanece en el hogar del matrimonio Márquez.  Hoy es un día diferente pues el hijo de ambos ha acabado la carrera de Periodismo.  Graciela se siente entusiasmada aunque hay algo que enturbia su felicidad, y es el regalo que el padre le prometió al hijo por la graduación.
El esposo entra en la cocina para desayunar.  Saluda con unos buenos días querida, a su mujer.  Entonces, Graciela le pregunta: ¿sigues pensando en comprar la moto a tu hijo?.  Amadeo contesta que sí, pues se lo prometió.  Ella sugiere: dile que no tenemos dinero.  No puedo, le contesta él, además el chico sabe que obtuvimos la cantidad necesaria gracias a la venta de tus dos cuadros y lo que heredé de mi abuelo.
Jorge aparece muy sonriente y saluda a sus padres.  Dice que está deseoso de tener en su poder la moto.  Su madre, al oírle, siente un escalofrío.  Le ruega que se olvide, que se busque otra cosa pero, él contesta: madre, sabes que siempre he querido una moto.  Sólo estudié Periodismo por complaceros ya que mi ilusión es participar en el campeonato del mundo de motociclismo y ser un gran motero.  Lo siento, madre, tendrás que acostumbrarte.  Y los dos hombres se marchan al concesionario, en busca del regalo.  Graciela, al quedarse sola, suspira: ¡ay, Dios mío!.  De ahora en adelante tendré que encender una vela.  Por cierto, ¿quién será el patrón de los motoristas?

               
                       

LA CEIBA de Elda Díaz

                   

Cuando mi esposo tenía diecinueve años vivía en Cuba con su familia y trabajaba en una hacienda, tierra adentro.  Volvía al pueblo dos veces al mes, a ver a su madre.  Iba y venía a caballo.  Un día, mientras galopaba por el camino de vuelta, vio una luz a lo lejos.  No se preocupó porque iba acompañado pero, cuanto más caminaba, aquella luz parecía estar más lejos.  Después de un largo rato, vio aquella extraña luz en la copa de un árbol grandísimo y con la intriga por conocer qué luz era esa, sin saber cómo, llegó a la hacienda.   Se acostó enseguida porque estaba agotado.  A la mañana siguiente, se levantó temprano y mientras hacía café y preparaba el desayuno, le contó a los chicos de la hacienda lo que había pasado y ellos se echaron a reír.  No entendió por qué hasta que le explicaron que aquel gran árbol llamado ceiba echa una especie de gases que en el negro de la noche parecen luces.  No fue nada más que eso.


AL ALBA de Teresa Jiménez

   


             

 Los habitantes del pueblo donde nació Sara, se asustaron al verse sorprendidos por una tormenta de verano.  Ese susto fue en aumento cuando se percataron de que Sara no estaba entre ellos y con esa preocupación fueron a casa de sus padres para contarles lo sucedido.  Todos juntos, en compañía, fueron en su búsqueda y después de angustiosas horas, ya al alba del día siguiente, la encontraron a la sombra de un árbol.  Estaba en pijama y muerta de frío.


RELATOS DEL ALMA de Luisa Delgado Bello

       


Los sábados acostumbro a levantarme tarde.  Cuando me parece, voy a la cocina y caliento una taza de café y me vuelvo a la cama un rato más.  Pongo la radio y escucho sin prestar mucha atención, la verdad.  Pero, el pasado sábado, alcancé a oír decir al locutor, que iba a entrevistar a un grupo de señoras mayores de sesenta y cinco años, maestras jubiladas que se dedican a ir por los colegios a contar cuentos a los niños.
Cuando estas señoras empezaron a hablar, fue una delicia oírlas relatar las historias que leían a los niños.  Decían ellas que, ver cómo los niños las miraban al escucharlas, era lo más reconfortante que les había pasado dese hacía mucho tiempo.
Ahora, cavilando sobre este asunto, pienso que cuando nosotras estamos en el taller de narrativa, nos convertimos en esos niños, escuchando con la boca abierta los relatos escritos por cada una; esos que nos salen del alma.


EL AUTOR Y SU MUSA de Mary Rancel

                   



                       .

Era una bella joven, sencilla y alegre, de ademanes pausados y sonrisa ingenua.  Su gran ilusión era llegar a ser cantante algún día.  No le faltaban cualidades para ello; había estudiado solfeo y canto.  Seguía preparándose aplicadamente cada día.  Estaba matriculada en una academia de prestigio y sobresalía de entre los demás alumnos.  A los ensayos solía asistir gente relacionada con la música y el canto.
Cierta tarde, la escuchó cantar, nada más y nada menos, que un compositor de renombre, de incógnita visita en la academia de canto.  Él estaba buscando una solista para que interpretara sus últimas creaciones. Al oír su preciosa voz, preguntó quién era aquella que cantaba, a lo que la profesora respondió, orgullosamente, que se trataba de su alumna más aventajada.
-Quiero conocerla, me ha emocionado su voz.  Presiento que ya he encontrado la musa que anhelaba.
De esa forma casual, se hizo realidad aquella quimera de la joven que había luchado firmemente por lo que ambicionaba, hasta lograrlo: ser cantante y,  además, de un acreditado autor.
A veces la realidad supera la ficción.


SEMBLANZA de Amalia Jorge Frías

                

Quisiera hacer una pequeña semblanza de uno de los canarios más grandes, como artista y como persona, que ha realzado a nuestras islas con sus obras y sus palabras; se trata de César Manrique.
Hace algunos años, cuando aún no teníamos televisión y nuestro mayor entretenimiento era escuchar la radio, le oí contestar, en el transcurso de una entrevista, una pregunta que le hacían sobre las islas.  Le preguntaban cuál era la más bonita, según su criterio.  Él contestó que cada una tenía un especial encanto que la diferenciaba de las demás.
-Yo las comparo –decía– con piedras preciosas.  Y las fue enumerando una a una:
Lanzarote es un rubí
Fuerteventura un topacio
Gran Canaria una perla
La Palma una esmeralda
La Gomera un zafiro
El Hierro un aguamarina
Tenerife es un brillante.

Quizá por mi condición de tinerfeña, ese día me cautivó para siempre y desde entonces he seguido su obra con mucho interés.
Desgraciadamente, un absurdo pero fatal accidente nos privó de una persona tan genial e imparcial que proyectó su obra por igual sobre todas las islas.