martes, 18 de noviembre de 2014

NOCHE DE PELÍCULA Natividad Morín





La bronca fue tremenda, la mayoría de los vecinos la escuchamos.  Era ya de madrugada, yo estaba durmiendo cuando me despertaron los pasos de alguien corriendo por la azotea; porque yo vivo en el último piso.  Me levanté y fui hacia la puerta de entrada.  Desde allí oí como alguien bajaba rápidamente las escaleras.  Enseguida me dirigí al balcón y me asomé.  Fue cuando vi a cuatro o cinco policías vigilando los portales.  De pronto, del mío salió un chico con una mochila a la espalda.  Los agentes se abalanzaron sobre él, lo redujeron.  ¡Al suelo, al suelo!, le gritaban.  El muchacho obedeció enseguida y se tiró al piso con los brazos en cruz.  Lo registraron y le quitaron la mochila.  El chico gritaba cuando le pusieron las esposas.  Se lo llevaron detenido.  Fue una noche muy movidita; ¡una noche de película!.



A MÍ PLIN Edelmira Linares







Era mi día libre.  Llevaba semanas planeando todo lo que quería hacer y la ilusión me mantenía viva desde entonces.  Hacía meses que no había podido tener ni un solo minuto para mí; ¡ni uno solo!.
Cuando lo vi entrar, justo en ese mismo instante, lo supe.  Sabía lo que me iba a pedir; su cara lo delataba y yo no estaba dispuesta a claudicar ni un día más.  Pasó por mi lado y se detuvo, se acercó y… nada más empezar a hablar, le dije con voz imperativa:

 –¡A mí plin! –y nada más decirlo, salí por la puerta más fresca que una lechuga.



LA ÚLTIMA VEZ Amalia Jorge Frías






         Terminábamos de cenar, cuando mi padre dijo, ¿ por qué no se van acostando ustedes que yo iré dentro de un rato?.  No había pasado diez minutos cuando oímos un estrepitoso ruido.  Corrimos al comedor y allí estaba él, en el suelo, inmóvil.  Nos parecía irreal que minutos antes estuviéramos los cuatro compartiendo comida y conversación, sin imaginar que aquella era la última oportunidad de nuestras vidas de estar los cuatro juntos, y que ya nunca más lo volveríamos a repetir
         Así fue como me  relató mi esposo, pocos meses después de conocernos,  la muerte de su padre a los cincuenta y un años y como este terrible hecho cambió la vida de su madre, la de su hermano y la suya propia, dejándolos con un recuerdo imborrable, marcados para siempre.





CALABAZA, CALABAZA… Teresa Jiménez



¿Quién iba a pensar que esta hortaliza iba a ser la felicidad de la Cenicienta?  Con ese carruaje en el que se convirtió, llevó a la feliz joven al baile, aunque después ella perdiera un zapato.  Eso no tuvo importancia porque poco después llegó el colorín colorado este cuento se ha acabado y todos tan felices comiendo perdices.

Muchas calabazas hace falta hoy en día para la juventud, pero no disfrazadas de carruajes, sino de trabajo.


SOLO Luisa Delgado Bello






Andas diciendo que estás solo.  Quizá es hora de darle un cambio a tu vida.  Tal vez sea bueno experimentar cosas nuevas para ti.  A la mayoría de nosotros nos pasa eso, te entiendo muy bien, pero también es verdad que depende de tu actitud.  Pregúntate qué es lo que quieres, o qué es lo que te hace falta…  Mira, la próxima vez que te sientas solo o triste, habla con alguien.  Si quieres, conmigo.  Aquí, en esta hoja de papel, tendrás una buena amiga.  ¡Qué tengas suerte!



¡SINVERGÜENZA, ATREVIDO! Elda Díaz



Teniendo yo catorce años, me sucedió algo que no he olvidado en mi vida.  Aconteció que estando en la calle, subí por el balcón para no dar la vuelta.  Estaba en ello cuando sentí como un chico que venía detrás de mí, colocaba sus manos de modo que abarcaban mi trasero, para ayudarme a subir.  Yo me quedé roja como una amapola y no podía ni hablar.  Algunas personas que pasaban por allí y vieron lo sucedido, comenzaron a gritarle a viva voz:
 –¡Sinvergüenza, atrevido!

Al pasar los años, volví a verlo otra vez.  Se había convertido en un policía.  Creo que no se acordaba de mí o…se hizo el despistado.


HISTORIAS PARA UN LIBRO Candelaria Díaz




         He de empezar diciendo que…ya soy vieja, sin tópicos; los años han pasado, pero… ha habido muchos miércoles y gracias a éstos voy a dejar mi rastro escrito por esta vida.  A mis hijos, nietos, bisnietos y más descendencia les quedará algo mío; bueno, un fisquito de mí y de mis compañeras, porque los libros no se tiran, son algo vivo.  Yo los quiero y han sido mi escape en esta mi vida, doy gracias a Dios por ello, y a Isabel: sin ella no lo hubiéramos visto nacer, a Mima por traerla, a Amalia por acogerla con mucho empeño y el cariño de todas.  Tenerlo nos recordará las tardes de esos miércoles de nuestras vidas.  ¡Feliz lectura!



EL BUZÓN CURIOSÓN Mary Rancel


Érase una vez un precioso buzón amarillo.  Se llamaba Pin y le encantaba conocer la vida de todos los vecinos del pueblo.  Por eso estaba tan feliz con su trabajo; cada vez que alguien echaba una carta en él, Pin la leía sin tardanza.
Un día, el bello buzón estaba haciendo tiempo a que entrara su habitual correspondencia pero…no llegaba ninguna carta a su sonriente boca.  Pasó la mañana, la tarde, llegó el crepúsculo y amaneció un nuevo día.  Su tripita continuaba vacía; ni tan siquiera habían depositado los sobres de la campaña electoral.  Quedó meditabundo, preguntándose el porqué. 
Al final de aquella trágica jornada, notó como alguien lo levantaba del suelo y lo metía dentro de algo que se movía.
 –¡Pobre buzón! –escuchó –con lo ordenado que era, ahora quedará olvidado en el depósito de los trastos inservibles. ¡Claro!, las nuevas tecnologías van cambiando nuestra manera de vivir.  Lo cierto es que la gente cada vez intercambia menos cartas; usa el ordenador, el móvil, la tableta, internet soluciona la mayoría de las cosas, es cómodo y rápido. ¡Me da una penita del buzón…!  ¡Ya está!, pediré permiso para llevármelo a la tienda de mi hija, le servirá de decoración y al mismo tiempo de papelera.  Le va a gustar mucho –concluyó aquel que reflexionaba en voz alta.

El curioso buzón respiró aliviado; sus pequeños y oscuros ojillos brillaron como azabaches y su sonrisa iluminó su regordeta figura, al tiempo que se preguntaba: ¿habrá cosas apasionantes en la papelera de una tienda?.  Sin duda muchas, se respondió a sí mismo convencido.  Así se quedó, orgulloso de su destino.


CURIOSOS Lucía Hernández




         Frente a mi casa hay una plaza llamada de los Sabandeños.  En ella hay quioscos, jardines y en ella pasamos ratos de ocio.  Allí habitaba también un buzón amarillo llamado Crispín, a quien le encantaba curiosear en las intimidades de los vecinos.  Cada vez que alguien le echaba una carta, corría a leerla. ¿Qué le pasó? Como ya los vecinos conocían su mala costumbre, una señora pensó darle un escarmiento.  Hizo ver que le llevaba una carta, pero sólo era un papel muy sucio, muy cochino y no lo introdujo totalmente en el buzón, sino que lo dejó a medias.  Cuando el curioso vio aquello no tuvo más remedio que arrepentirse de su malsana curiosidad y, al fin, comprendió que aquel era un hábito muy feo.
         Como Crispín, existen algunos curiosos a quienes les encanta saberlo todo.  Hace unos días, yo puse una carta para La Palma que contenía unas estampitas con oraciones para unas primas que están en una residencia para ancianos, para que con ellas se entretuvieran un rato.  Fui a llevarla al buzón, creyendo que todavía conservaba su mala costumbre de fisgonear, pero de eso nada, levantó su tapita y se quedó tranquilito sin hacer nada más.  Me dio mucha alegría comprender que ya había aprendido la lección.
         ¡Gracias, buzón amarillo, que Dios te conserve ahí por mucho tiempo, para dar ejemplo a los demás!





CRISPÍN, EL CURIOSO Dolores Fernández Cano



Un día oye voces y nota que alguien se apoya en su cuerpo.  Uno le cuenta a otro que a Ramón le ha dado un infarto y no lo ha superado.  Él siente un escalofrío; supone que se refieren al papá que manda las cartas a su hijo, residente en Alemania.  Esas cartas que a él tanto le entretiene leer.  Está visto que ya no se enterará si el zagal contraerá matrimonio con su novia alemana.  Crispín, el curioso buzón amarillo, jamás lo sabrá.



BUZÓN Candelaria Díaz




Soy un buzón muy curioso y, tan curioso que ahora, con los tiempos que corren, sufro mucho.  Antes no me aburría porque leía todo.  Así conocía los entresijos de mis vecinos: los morosos que eran algunos, los infieles con amantes, el del quinto que se iba con el del tercero…; historias variopintas.

¡Dios!, con esta tecnología me desgraciaron, ¡ni tarjetas por Navidad me dejan ya!



HAY BROMAS Y BROMAS Candelaria Bacallado



         Como cada día desde hace tiempo, se disponía a salir en busca de trabajo, cuando sonó el teléfono.  Al contestar, la joven se sorprendió porque la llamada le avisa de que debe acudir a una entrevista; necesitan una profesora en educación especial.  La noticia la dejó aturdida; después de tanta búsqueda, por fin había llegado la noticia esperada.
         A medida que se acercaba al lugar, era más evidente su nerviosismo.  Tocó en la puerta con decisión y al abrirse, ante sus ojos aparece el rostro de su mejor amiga. 
          –He venido a una entrevista, ¿qué haces aquí? –le pregunta sorprendida.

          –No te enfades, hoy es día de los Inocentes y he querido gastarte una inocentada.