viernes, 22 de noviembre de 2013

ESPERANDO de Elvira Martín Reyes





Desde el balcón de María se divisa una bonita vista; un día esplendido que un poco de lluvia terminó por enturbiar.  Sin embargo, María es ajena a todo esto.  La tristeza puede con ella.  ¿Qué le pudo pasar? –me pregunto- ¿un desamor?. Posiblemente. ¿Cómo le pudo hacer tanto daño?  Sigue anulada por completo, sin voluntad ni para seguir viviendo.

¡Cómo extraño esos días felices de amor y de caricias junto a la estufa! Ahora solo me queda la esperanza de que María se despierte y vuelva a ser la de antes; amable y cariñosa, porque esto no es vida.  Ella la está desperdiciando esperando no sé qué.  Y yo aquí,  esperando también que ella  entre por esa puerta con mi ración de pescado. ¡Ay, menos mal que me quedan otras seis vidas por vivir!


CARTA ENTRE ADOLESCENTES de Amalia Jorge Frías





Querida amiga:
Te escribo brevemente estas líneas para decirte lo defraudada que estoy contigo.  Tú eres muy inteligente y sabrás detectar a que me refiero.  Me he sentido molesta con muchas acciones tuyas, pero lo peor para mí, ha sido el dolor de ver que tú no le dabas importancia al daño que sabías ibas a causarme.  Eso me ha demostrado que yo estaba equivocada respecto a tu cariño y amistad, ya que cuando se aprecia de verdad a una persona, nunca se le dice nada que le pueda hacer sufrir.

Espero que esta carta te sirva para reflexionar y no volver a caer en lo mismo con otras amigas porque, de continuar con esa actitud, lo más probable es que te quedes sin ninguna.



EL CONFIDENTE de Natividad Morín



Me llamo Enrique y soy profesor jubilado.  Vivo en un edificio de seis plantas, dos viviendas en cada piso.  La mayoría de mis vecinos, son mayores: una viuda, una solterona con un loro que habla más que ella, un médico y también una joven estudiante que es la alegría de los vecinos.
Cada uno de ellos tiene su propia historia.  Mi vecina y amiga se llama María.  Tiene cuarenta años.  La conozco hace varios años, por eso soy su confidente.  Ella vive sola, acompañada solamente de dos gatos que aúllan cuando su ama los deja solos.  Cada vez que la encuentro a la salida del piso o en el ascensor, nos saludamos y siempre veo tristes sus ojos.  Ella intenta ocultar su dolor pero, yo sé que no se olvida, lo tiene escondido en el sótano de su memoria.  Por las noches, teme dormir porque sueña siempre lo mismo.
Sus familiares piensan que está superado el trauma pero están equivocados.  Ese dolor no lo ha superado.  Está ahí y sobre todo cuando se acerca el aniversario.

Me considero observador y me doy cuenta de lo mal que lo está pasando.  Después del accidente de coche que tuvo y por el cual perdió al hijo que esperaba.  Los médicos le han dicho que no podrá tener más hijos. ¿Cómo poderlo superar?

LA PENA de Edelmira Linares






Cada anochecer, María salía al balcón con una taza en la mano.  Se apoyaba en la barandilla y suspiraba.  Él la veía desde la ventana del salón y se preguntaba por qué lo haría. Era una rutina diaria que raramente variaba.
María era una mujer bella, con éxito en su trabajo y de gran vida social y, aún así, en el alma llevaba una pena.  Miraba al cielo durante largo rato, quién sabe si pidiendo consejo a la luna o compañía a las estrellas, mientras sus gatos –fieles testigos de su tristeza –le lamían las heridas del alma.  Esas que jamás cicatrizan y, aunque el tiempo pase, nunca sanan.


MI VECINA de Elda Díaz





Mi vecina es una persona encantadora. Tenía una vida medianamente feliz; su casa, su esposo, cinco niños… todo bajo control y solucionado.  Pero, las cosas no ocurren como queremos, sino como son.
Pasó que un sobrino se fue de la casa sin decir dónde iba.  El caso es que no apareció más.  Eso tiene a toda la familia en un sinvivir.  Lo han buscado por todas partes y no lo encuentran.

Mi vecina le tenía un cariño especial a este niño pues había tenido mucho roce con él y está destrozada.  El dolor lo lleva por dentro porque, aunque no quiera, hay que seguir viviendo.

LEO de Paula Lugo





A Leo le gusta ver pasar a la chica rubia.  Levanta la cabeza y mueve un poco la cola, pero después se queda quieto, siguiendo con los ojos la sombra en el patio.  Mueve la cola en el recipiente y se queda pensando.
-Me voy a la habitación donde se hace fresco.
A Leo no le gusta el sol del mediodía, sólo le importa la rubia.  Es feliz viéndola pasar, observar su reflejo sobre las baldosas.  Suspira y espera un poco más antes de retirarse.
La ve pasar.  Decide quedarse.  Moja el pincel y toca con él el lienzo donde la rubia camina bajo el sol de la tarde, sobre las baldosas.






CUENTO DE GATOS de Luisa Delgado Bello



Esta es la historia de dos gatitos, uno viejo y otro joven, que se encontraron en un callejón.
El gatito joven estaba allí persiguiendo su cola, como suelen hacer los de su especie.  Persigue y persigue y persigue.
Al verlo, el gato viejo se acerca y le pregunta:
-¿Qué haces?
-Me estoy persiguiendo la cola –le responde.
-¿Pero, para qué haces eso?

-Acabo de salir de la escuela de Filosofía Gatuna y en ella hemos aprendido que hay dos cosas importantes para un gato.  Una es que la felicidad es lo más importante para un gato y la otra, que la felicidad se encuentra en la cola.  Así que he decidido que voy a perseguirla y, cuando la alcance y la agarre bien, tendré la llave de la felicidad eterna.


INTENDENTE de Elvira Martín Reyes



Si tuviera que describir mi vida, haría falta haber nacido hombre.  Entonces hubiera hecho el servicio militar en Intendencia, pues me he pasado la vida ayudando.  Primero, a mi madre, con ocho hijos y yo la mayor y, después, criando a los míos, desde los veinte años.  Ahora, a los nietos.  O sea, que siempre he sido Intendente.



BOCA SELLADA de Teresa Darias





No sé si eso de tener la boca sellada, que es una metáfora, es decir, no hablar, callar, siempre será tan bueno.
Muchas veces se evitarían situaciones que, según va pasando el tiempo, se van enquistando hasta llegar el momento en que la vida se hace insostenible.
La joven de mi relato estaba casa y, aparentemente, su vida era feliz, con un marido que, de cara a la galería, era un modelo de persona.  Tenían dos niños preciosos, pero su vida en común era un infierno.  Recibía malos tratos, me refiero a golpes y vejaciones y su entorno ni lo sospechaba.  Además le era infiel, hasta que no pudo aguantar más y decidió contárselo a su familia.
Ella pensó que no valía la pena seguir con la boca sellada y vivir en el infierno en el que lo hacía.  Pusieron fin a su vida en común.

Hoy es otra mujer libre sin tener que soportar una vida falsa.

EL ÁRBOL DEL AYER de Antidia Iraida Fernández




Bajo tu manto de hojas,
¡cuántos momentos vividos!
Era el lugar favorito,
en invierno y en verano,
siempre tenía tu cobijo.
Nunca tú me faltabas,
tus brazos me prestabas
para columpiarme en ellos
cuando la tristeza me embargaba.
Tus ramas me llamaban
para hacer que me abrazara
a ellas.
Cuando por ellas subía,
mi madre me reprendía
pues decía que yo de allí me caería.
Tus hojas tocaban música
cuando el viento las mecía
y de tus ramas más altas
frutos tú nos ofrecías.
Si tú pudieras hablar,
¡cuántas cosas contarías!.
Tu tronco tan confortable
de respaldo nos servía.
Allí mi abuela me contaba historias
de nuestra familia.
A veces reía,
otras lloraba, aunque ella decía
que no eran lágrimas
que era el agua
que del cielo caía.
Reuniones familiares bajo tu sombra se hacían.
Allí poníamos la mesa
y cantábamos folías.
Al llegar el otoño
con fecha de San Martín,
las castañas y el mosto
a tus pies corrían.
Por si faltara algo,
un rosal blanco
que a tu lado crecía,
se enredaba en tus ramas
y en primavera florecía.
El olor de las rosas
se mezclaba en tus frutos.
Nunca podré olvidar
todo lo que allí he vivido.
Tienes mas de 250 años
y todavía sigues con vida.
Ahora, mirlos, jilgueros y canarios
te hacen compañía.
A día de hoy,
cuando me alejo de ti me alejo,
sé que a los dos nos embarga

la tristeza, mi querido nisperero.


SOL DE MEDIANOCHE de Carmen Margarita




Una noche de primavera clara y perfumada por la brisa marina, cogí un libro y me puse a leer una bonita historia de amor a la orilla del mar.  Había una luna llena preciosa y empecé a sentirme parte de aquella historia, tanto que me parecía leer lo que yo sentía:

Tú eres el que me hace soñar con la luna y, verla reflejada sobre el agua en mis noches de fantasías, hace que te sienta cerca.  Me parece tocarte, oír tu compás al respirar, te siento vibrar de amor al latir de tu pasión, mientras hasta mí llega el aroma dulzón de tu aliento.  Es que tu presencia no la cambio por ninguna.  Tú eres el que me haces soñar con la luna, como un sol de medianoche.

Cerré el libro y me puse a contemplar la luna; mi única compañera aquella noche.


PASEANDO POR LOS AÑOS de Dolores Fernández Cano



Recorro los años de mi niñez con ilusión, sintiendo que era una niña feliz.  Recibía el amor de mis padres y los mimitos de los hermanos.  Velozmente llegó el camino de la adolescencia, presumiendo, luciendo lindos vestidos para gustar, esperando al príncipe azul, que nunca llegó.




SUSURROS DEL AYER de Mary Rancel



Desde mi nacimiento hasta la actualidad, he pasado por distintas y desiguales fases.  Recuerdo con cariño a unas más que a otras, pero a todas las considero exclusivas, personales e intransferibles.
Obviando la cronología, estreno mis recuerdos con un ciclo maravilloso: el nacimiento de mi hija –la única que tengo–. Ese momento ha dejado una huella inquebrantable en mi vida.  Con su alumbramiento, cumplí la meta que me había planteado desde mi adolescencia.

A pesar del tiempo transcurrido –más de cuarenta años–, cada vez que evoco el instante, siento la inmensa felicidad de aquel momento personal.  Como madre, supuso una insistente satisfacción de amor y ternura, la que aún permanece y perdurará hasta el final de mi existencia.  Este hecho, seguramente haya sido el más significativo de mi vida, cuyo susurro persiste con obstinación diáfana en las ondas del espacio infinito de mi ser.



martes, 19 de noviembre de 2013

EL DÍA QUE… de Natividad Morín






El día que me comentaron que íbamos a tener una profesora de literatura para todas las que quisiéramos recordar lo estudiado en la niñez, me gustó la idea, aunque me daba mucho corte.  Ya había perdido la costumbre de escribir; solo la lista de la compra y poco más.
Escribir y, sobre todo, leer en voz alta delante de otras personas, me daba vergüenza; y todavía hoy me pongo nerviosa.
Yo nunca imaginé que pudiera inventarme las historias que escribo y que me hacen rememorar anécdotas de mi vida.  Es verdad que, a veces, no me viene la inspiración y no sé sobre qué escribir, pero de pronto, me vienen las ideas y siempre termino escribiendo algo, aunque en ocasiones me invente historias que son un disparate.  Siempre he tenido imaginación pero hasta ahora, no había sabido plasmarla sobre el papel.

Mis hijos y otros familiares están sorprendidos de mis relatos y yo debo decir que estoy a gusto en la clase, con mis compañeras y con Isabel, la profe; gracias a sus enseñanzas y consejos he aprendido a crear cuentos.




NUNCA DEJES… de Edelmira Linares





Sociedad cargada de prejuicios, donde gobierna la prisa y manda la razón.  Por eso, rebélate contra todo lo impuesto y di:

Nunca dejes de soñar
Nunca dejes de amar
Nunca dejes una devoción por una obligación
Nunca dejes de sonreír
Nunca dejes de ilusionarte
Nunca dejes la familia por un trabajo
Nunca dejes a un amigo porque te falló
y
Nunca dejes de creer en ti.

Porque, si nos dejamos envolver y sucumbimos ante esta vorágine de vida impuesta, ¿qué queda de nuestro ser?
Por eso, por favor te pido:


¡Nunca dejes de ser tú!




SIN NOTICIAS de Elvira Martín Reyes






Era una tarde de verano con un poco de viento. como casi todas.  Escuché unas voces que, empujadas al antojo de la ventisca, parecían cercanas.  A través de ellas, supe de esta historia:
Una chica había recibido una carta de Venezuela, donde un muchacho le pedía matrimonio.  Todos estaban felices pues el hombre en cuestión estaba bien acomodado, tenía su propio negocio y, por si esto fuera poco, era alto, moreno, no muy guapo, pero en conjunto, la propuesta podía salir bien.
Ella aceptó y a los pocos meses prepararon la boda y se casaron.  Él la reclamó desde Venezuela y mandó a su socio para que le  hiciera más ameno  el viaje en barco.  El socio cumplió su deseo al pie de la letra, de tal forma que terminó siendo socio de ella también.
El hombre se quedó esperando noticias pues no vio bajar del barco a ninguno de los dos; ni a su esposa, ni a su socio.
A los meses, recibió una nota que decía.
-Estoy embarazada

-Para esto, vale más no recibir noticias –decían las voces que él exclamó.


MARÍA Y SU NARRADOR de Dolores Fernández Cano




Óleo de Basi Mateo

He vuelto.  Soy la voz del narrador.  Soy un genio, conocedor de todo y todos.  Por tal motivo, cuando observo a través de mis radiantes ojos a María, mientras esconde en el sótano de su memoria un inmenso dolor, y relega unos cuantos sueños, martirizándose por algo abstracto que, sin remisión, le acosa,  deduzco la pérdida de habilidades por su parte.
A sus cuarenta años, podría ser una gran mujer, eclipsar a los demás con su saber y belleza.  Sin embargo, se abandona, no alimenta ni cuida a sus gatos, los deja en el balcón, mojándose con la lluvia, ateridos de frío.

¡María!, despierta, muévete, busca la armonía.  Vuelve a empezar…¡no te tortures más!.
¡María!, vístete de…rojo.




SILENCIO de Candelaria Bacallado




Volver a aquella casa lo había sumergido en un torbellino de recuerdos.  Estaba tan abstraído que no vislumbró las luces del coche que se acercaba al jardín y, como en otros tiempos, el frío del atardecer hizo que decidiera adentrarse en la casa, buscando el calor del hogar y su quietud.  No imaginaba que esta vez sería compartida.  Al llegar al salón, encontró dos maletas pero ningún rastro de sus dueños.



HISTORIA DE UNA VIDA de Mary Rancel




Esto ocurrió hace unos cincuenta años.  Fue cuando llegaron unos nuevos habitantes al pueblo en que yo vivía con mis padres.  Enseguida entablaron amistado con nosotros.  Éramos sus vecinos, su casa estaba junto a la nuestra y por la huerta nos podíamos comunicar sin tener que salir a la calle.
Una tarde de verano, llegó a casa la joven pareja y, de pronto, la mujer se puso a relatar su historia.  La señora, entre sollozos, nos describió su vida, anterior al matrimonio.  Había sido muy dura.  Su padre falleció cuando ella contaba once años y su madre se encontró sin recursos para sacar adelante a la familia; sus tres hijas.  A ella y la hermana mediana consiguió instalarlas internas en un colegio de monjas.  La hermana pequeña tenía apenas dos años y la tuvo que dejar en la Casa-Cuna, para ella poder trabajar en un hogar como asistenta, desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la tarde, por un mísero salario.
Su madre era ejemplar.  Las recogía del colegio todos los sábados por la tarde y permanecían juntas hasta el domingo antes de la cena, cuando tenía que devolverlas al internado.  Con la pequeña hacía lo mismo, en la Casa-Cuna.
Para colmo de males, pasados tres años, su madre enfermó y la ingresaron en el Hospital Civil de Santa Cruz y, a los pocos días, les avisaron para que fueran a despedirse de ella.  Había fallecido.
En aquel momento, nuestra vecina tenía catorce años, su hermana mediana nueve y la pequeña cinco.  Ella dejó el internado y se puso a trabajar en una casa, recomendada por las monjas.  Su hermano quedó en el colegio pero, se sentía muy sola.
Cosas del destino, el hijo de los señores de la casa donde trabajaba se enamoró de ella.  Se casaron con el beneplácito de los padres del novio, teniendo ella quince años y él treinta.  Se hicieron cargo de sus dos hermanas.
Este matrimonio, cuando yo los conocí, tenía dos hijos adolescentes.  Eran dueños de una casa de muebles que instalaron en el pueblo.  La hermana mediana estaba felizmente casada y vivía en La Laguna; la pequeña que estaba con ellos, tenía novio formal y se casaría en cuanto él terminara el servicio militar.

Esta historia es real y, de vez en cuando, la recuerdo.  La familia se trasladó a Los Cristianos años más tarde, allí ubicaron su tienda.  Hace muchos años que no sé nada de ellos.


MARÍA de Paula Lugo


Me llamo María.  Tengo cuarenta años, dos gatos y un dolor profundo en mi corazón y mi mente.  Un dolor tan escondido que todos creen que no tengo nada, que ya estoy bien.  A veces, siento que este aflicción aprieta mi corazón y se instala en mi pecho.  Entonces, los gatos me aúllan desde el balcón y yo les miro triste, callada, sin atender a sus llamadas.  Les veo mojarse, empapados con la lluvia que cae.

Enfrente está un cotilla que todo lo sabe, lo de él y lo de los demás; ¡lo que puede soltar por la boca!  No sé por qué hay personas a los que les interesa tanto la vida de los demás, sólo para criticarles, sin saber el dolor que cada uno carga.



SÓTANO de Lucía Hernández



Cierto día tuve la ocasión de encontrarme con una señora que se llamaba Rosa María.  Empezamos a contarnos algo de nuestras vidas o, mejor dicho, de nuestras penas; ellas las suyas y yo las mías.
Me parece que, aunque ella no me lo dijo, Rosa María podía tener unos cuarenta años.  Me comentó que tenía un sótano donde escondía muchas memorias y ocultaba un dolor que, aunque muchos creyeran que se había ido para no volver, allí estaba bien guardado.
Yo pensaba en como sería aquel sótano y tantas vueltas le di que enseguida caí en cuenta de que yo también tenía uno; mi corazón.  Ese es mi sótano, el que me habla, el que me escucha, el que me ayuda a llevar todas mis penas, el que me da consuelo…
Esta señora me sigue contando:
-Yo tengo dos gatos que me hacen compañía y me dan cariño.  Cuando yo salgo alguna tarde, ellos me despiden desde el balcón.  Lo hacen con tristeza.  Nos miramos con pena porque a veces empieza a llover y hace frío.  A ellos solo les importó yo, no quieren que me moje.
Un vecino suyo la critica por su forma de ser, pero a ella no le importa y yo coincido con ella.  A ese narrador que todo lo ve y todo lo sabe, mejor le vendría acostarse a dormir, pues es un peligro entre nosotras.



REENCUENTRO de Luisa Delgado Bello




El viernes día ocho llegó de Venezuela mi hermano mayor.  Hacía veinte años que no nos veíamos.  Cuando fuimos a recibirlo al aeropuerto y lo vi, después de tantos años, me impresionó que estuviera tan mayor.  En ese mismo instante, pensé:
-Pero, si para mi también han ocurrido los mismos años que para él, así que ¡estamos iguales!.
Pasado un rato, llegamos a mi casa.  Me puse muy contenta; feliz al poder reunirnos alrededor de la mesa.  Mis dos hermanos, mi cuñado, mis hijos, mis sobrinos y nietos, para todos se convirtió en una fiesta aquel reencuentro.
No hacíamos sino recordar a todos nuestros seres queridos, a todos los que se nos habían ido.  Nos pareció que todos ellos estaban también con nosotros, contentos al vernos tan dichosos.

Mi hermano cuenta con ochenta y dos años.  Llegó de Venezuela sólo para compartir con los hermanos que estamos todavía con vida y pasar un tiempo todos juntos, hasta que Dios quiera.


LLEGÓ EL DÍA de Elda Díaz



Desde que era jovencita, a Blanca le gustaba mucho un chico que le llevaba siete años.  El chico, al ser ella tan joven, ni la miraba pero, todo llega...
Blanca se hizo mayor y ella, que había pasado tantos años sin que él la viera, esperó hasta el día en que la miró por primera vez.  Fue un flechazo porque se quedó prendado de ella, inmediatamente.

Entonces sucedió lo que Blanca había estado esperando desde hacía años; él le confesó que estaba enamorado de ella.  Le pareció mentira escuchar esas palabras pero sí, por fin había llegado el día en que su amado la mirara con otros ojos.



LA CUENTA ATRÁS de Amalia Jorge Frías




Hace siete años que conozco a María y he llegado a la conclusión de que no es lo que aparenta.  Detrás de su carácter alegre y a veces disparatado, se esconde un mundo de insatisfacción.  Se ha pasado toda la vida viviendo para los demás, sin pensar en ella y, ahora, cuando mira hacia atrás, se da cuenta de que no ha vivido; pero ya no puede retroceder y para cambiar necesitaría un esfuerzo  que no podría realizar, pues sus energías han ido mermando.

Yo le pido a Dios que su vida cambie y que conozca a un hombre que la quiera como ella se merece porque, María, a parte de ser una gran persona, sólo tiene sesenta años y es dueña de una belleza muy peculiar.  Sólo le falta aumentar su autoestima y pensar que ella también es parte del mundo y tiene el mismo derecho que los demás a ser feliz.