sábado, 7 de julio de 2012

HISTORIA DE MI VIDA de Lucía Hernández


LUCÍA,
Te casaste con 17 años. ¿Emigraron o permanecieron en Canarias? Cuéntanos algo de aquella época.

Yo nací en la isla de La Palma, en el pueblo de Puntallana.  De niña, iba a la escuela con mis compañeras.  Siempre recuerdo a mi maestra Carmen y me alegra mucho que el día 16 de julio, que es su día, cumplirá 100 años.  Desde aquí le envío mi felicitación.
De mi vida puedo contar que vivíamos en el campo.  En aquellos tiempos en el campo no se vivía como ahora.  Entonces, todos los vecinos tenían sus animalitos; no faltaba la leche, la carne, los huevos y así en medio de esa vida, yo fui creciendo y cuando tenía diez años, se me murió mi padre.  A partir de ese momento, pasamos la vida mi madre y yo solitas, hasta que me hice mayor.
Mi madre quiso que estudiara pero sólo hice Bachillerato.  Me casé con 17 años y juntos pasamos una bonita existencia, aunque como es sabido, siempre hay ratos buenos y otros no tan buenos; en todo caso, no tengo queja.  Tuvimos dos hijos, una llamada Dulce María y un varón, Juan Jesús.
Pasados unos años, nos trasladamos a vivir en Santa Cruz de La Palma donde mi marido fue  funcionario del Cabildo durante muchos años.  Allí estudiaron mis hijos hasta que se mudaron a Tenerife a terminar sus estudios; mi hija es profesora, mi hijo no quiso terminar.
Mi marido y yo hicimos un viaje de quince días a Italia donde ambos lo pasamos muy bien.  Juntos, también recorrimos las Islas Canarias y pudimos conocerlas todas.
Hace veinte años que Dios se equivocó y me llevó a mi marido con sesenta y cinco años.  Al poco tiempo, le falló la memoria y me llevó a mi hijo con cuarenta años de edad.  Hoy sólo me queda mi hija y mis tres nietos a quienes quiero muchísimo y sé que ellos a mí también.
Envío una oración a los que están por allá y pido a nuestro Señor que les acoja a su lado.  Para mí sólo pido salud y tú, Dios mío, no te olvides y acompáñame los días que me quedan por aquí, que yo siempre te tengo presente en mis oraciones.

AGACHERA= CHICHARRERA de Candelaria Díaz




CANDELARIA,
Cuéntame algo de tu infancia. ¿Cómo era la niña Candelaria?, ¿qué la hacía feliz? ¿qué la ponía triste?



Nací en una comarca guanche de nombre Agache, perteneciente al menceyato de Güimar.  Mi padre era militar por lo que pronto  nos mudamos a Santa Cruz de Tenerife, a un barrio recién estrenado.  En aquel tiempo, era la periferia, todo rodeado de plataneras.  Ahí me crié y lo pase todo lo bien que  aquellos tiempos permitían.  Mi vida era la escuela, la iglesia y jugar todo lo que podía y más.  No estaba quieta nunca. Una de mis amigas y yo hacíamos pillerías a todas horas.  Una de mis favoritas era amarrar los pomos de las puertas para luego tocar y disfrutar observando como, al ir a abrir, no podían hacerlo.  Otras veces, cogíamos cagarrutas de cabra y llenábamos cucuruchos con ellas para tirarlos por los balcones de la planta baja.  Pero sin duda, una de las más divertidas era ir por las casas, preguntando si vendían huevos, sólo para que nos dijeran que los que allí había no eran de gallina; con eso nos moríamos de la risa.  Además de hacer estas trastadas, también cantaba en el coro de la iglesia y eso que no tenía ni tengo voz y hacía teatro y no memorizaba ni memorizo e incluso, intervenía en zarzuelas.
Aquellos fueron tiempos entrañables en los que, a las tristezas…,¡las mandaba al extranjero!.



viernes, 6 de julio de 2012

EL REGRESO de Elda Díaz



ELDA,
Cuéntame algo sobre ese joven que, a galope de caballo, iba a trabajar a una hacienda, allá en Cuba. Es el mismo joven que descubrió las luces de la ceiba. ¿Qué pasó con él, se quedó en Cuba o regresó?



Aquel joven que iba a caballo a su  trabajo en  una Hacienda, allá en la lejana Cuba de entonces, y el que descubrió luces en la ceiba, son la misma persona.  Trabajó y vivió en esa isla caribeña durante seis años y luego, regresó a Tenerife, después de pasar veinte mil penurias.  Fue la época de la caída de la dictadura de Batista y el triunfo de la revolución cubana y la llegada al poder de Fidel Castro.  El país estaba convulsionado y le costó mucho salir de Cuba.  Su familia y él tuvieron que volver repatriados a España.  Ya instalado en Tenerife, se puso a trabajar, se enamoró de una vecina y algo más tarde se casaron y tuvieron seis niños que llenaron la casa de alegría.  Este joven fue mi querido esposo.



RECUERDOS DEL PASADO de Dolores Fernández Cano


Dolores,
Háblanos de tus maestras o de aquella mujer  que vigilaba tus primeros pasos con tacón alto en tu relato UNA PRIMERA VEZ: tu madre






Hurgando en mi memoria para recordar alguna anécdota relacionada con las maestras de mi anterior relato, ha surgido en mi pensamiento, el recuerdo de una muy severa, se llamaba Rosalía.  Nos impartía clases de gramática.  Cuando cometíamos faltas de ortografía, como el verbo haber, nos mandaba a todas las niñas, repetir cien veces, en nuestros cuadernos: haber se escribe con h y con b, para que no lo olvidáramos.  Creo que gracias a su manera de enseñar tan rígida, me gusta tanto la ortografía, las palabras y todo lo que abarca la gramática.


Respecto a mi madre, después de mucho meditar, vino a mi mente lo que ella contaba sobre mi hermana y yo.  Cuando éramos muy pequeñas, iba a buscarnos para ver qué hacíamos pues no se nos oía.  Estábamos muy entretenidas rascando la cal de la pared de nuestra habitación.  Lo hacíamos con los dedos de las manos para luego chuparlos.
Con este relato de anécdotas, espero haber satisfecho el interés de Isabel, nuestra profesora de Literatura y deseo que les gusten.

LA NIÑA DEL PASTOR de Candelaria Bacallado


Candelaria,

Me encantaría que nos contarás la historia de esa niña rubia de ojos azules que llevaba el pastor de tu relato TARDES DE LLUVIA
 (Ver Entrada del día 18-01-2012)






En mi pueblo, vivía una familia muy humilde y desestructurada, formada por la madre y tres hijos.  Uno de los niños, que tenía seis o siete años, estaba afectado por la poliomielitis por lo que caminaba de rodillas.  En una ocasión, lo llevaron a la clínica de San Juan de Dios que, en aquel tiempo, atendía a niños con estos problemas.  Se pretendía que le dieran rehabilitación.  La madre trabajaba todo el día así que la hermana mayor, de unos doce o trece años, cuidaba de los niños.
Algún tiempo después, cambiaron de domicilio pero, la suerte no les acompañó.  En medio de un litigio por un asunto de lindes, la madre perdió la vida, de modo que los tres niños finalmente quedaron al amparo de su abuelo.  Este abuelo era el pastor que siempre llevaba consigo a la niña más pequeña, la niña rubia de ojos azules del cuento Tardes de lluvia

LA MUÑECA GRANDE de Mary Rancel





De pequeña, siempre estaba enferma de la garganta;  me daba mucha fiebre y pasaba días en cama.  Cuando tenía seis años, el médico decidió que debía ser operada de amígdalas, para acabar de ese modo con este recurrente malestar.  Después de la preparación previa y los análisis pertinentes, decidieron la fecha de la intervención para extirparme  esas glándulas que tanto daño me hacían.  A tal fin, nos trasladamos a Santa Cruz y nos quedamos unos días en casa de una hermana de mi padre.  Mi tía tenía tres hijos; dos chicas y un varón, y la más pequeña de las niñas era de mi edad y, juntas, lo pasábamos estupendamente, jugando todo el tiempo.
La operación se llevó a cabo en una clínica de la calle del Castillo.  El cirujano fue D. Fernando Rey Valentín; no he podido olvidar su nombre.  La primera noche tras mi operación, la pasé en la clínica pero, al día siguiente, volvimos a casa de mi tía.  Allí me daban helados y purés que me encantaban.  Papá se marchó porque tenía trabajo y yo me quedé con mamá dos días más.
El día que regresábamos a casa, mi madre apareció con una gran caja que me entregó de inmediato.  Era una muñeca casi tan grande como yo.  Caminaba, cerraba los ojos y decía mamá.  Me quedé prendada de ella; era la más bonita que había visto nunca.  Aquel obsequio era el premio por haber sido una buena niña.  Una vez en casa, mamá me hizo un vestido igual al que llevaba la muñeca, de la misma forma y color.  Resultó ser otro regalo importante.  Lo estrené el día de la presentación de mi increíble muñeca a las amigas.  Ese día todas pudimos jugar con ella





PENAS DE AMOR de Paula Lugo


     



¿Quién no sintió nunca penas de amor? Ella camina en medio de la playa, con sus poemas y sus notas de amor y de vida. ¿Quién nunca sintió penas de amor?  Dicen que el corazón no duele, piensa, pero bajo este sol, ella siente un amor profundo, inmenso como el océano que ve.  Como a menudo le ocurre, recuerda su cuerpo y el calor de su piel.  Percibe la cercanía del amor, más allá de la muerte, y este escalofrío extraño que se instala en su ser.

CARGAR CON EL MARRÓN de Natividad Morín




Esta es la historia de una familia: el padre, la madre y dos hijos; niño y niña.  El niño, el mayor de ellos, era muy travieso y no paraba de hacer travesuras.  Su juego favorito era la pelota, además de hacer llorar a su hermana.  Le quitaba sus juguetes y ella salía corriendo al lado del papá para que él la consolara.  Y el padre, aunque sabía que la niña era muy mimosa, siempre lo hacía porque la pequeña era su ojito derecho.
Uno de los pocos días en los que el niño estaba relajado y tranquilo, como cosa extraña, leía un cuento y tan metido se encontraba en la historia que no vio llegar a su hermana.  Ella, al verlo tan entretenido, vio la oportunidad de vengarse de él por todo lo que le había hecho.  Cogió la pelota y se la tiró a la cabeza, con tan poca fortuna que la pelota rebotó y fue a dar contra un jarrón de cristal que, de inmediato, se rompió en mil pedazos.  La niña se asustó y corrió a esconderse.
El niño, al ver el jarrón en el suelo, pensó que su madre no se enfadaría tanto porque, a fin de cuentas, a la hermana le perdonaban todo y además, el jarrón era de los baratos; lo habían comprado en los chinos.
Su madre, al escuchar el estruendo, se acercó al salón donde estaba el niño y lo descubrió con la pelota en las manos.
-¿Cuántas veces te he dicho que aquí no se juega?
-No fui yo, mamá.  Fue mi hermana
La madre se enojó todavía más y le castigó quitándole la pelota y suprimiendo su paga semanal, por acusar a la hermana.
El niño se dio cuenta de que, como casi siempre ocurría, iba a cargar con el marrón.

lunes, 2 de julio de 2012

EL REENCUENTRO de Elda Díaz




Hace unos días me pasó lago inesperado.  Tuve un encuentro con una señora que decía haberme conocido unos cincuenta años atrás.  Ella me preguntó si yo había trabajado en La Macarena.  Allí pegábamos botones, cogíamos puntos de medias rotas.  Las modistas mandaban a las chicas a forrar botones.  Esta señora era una de ellas y me reconoció después de tantos años sin haberme vuelto a ver.  Nos encontrábamos en la sede de una Asociación y se acercó a saludarme.  Me comentó que a pesar del tiempo transcurrido, yo era la misma.    Este fue un reencuentro en toda regla.

NARANJAS DE LA CHINA de Dolores Fernández Cano





Verónica entra en el tranvía y, después de validar su bono, busca asiento.  Encuentra uno y se sienta al lado de una señora.  La mira y piensa que la conoce de algo pero, no recuerda.  En cambio, la otra, después de observarla de reojo, le pregunta:
-¿Eres Verónica?
-Sí, me llamo así, ¿de qué nos conocemos?
-Yo soy Elena, fuimos compañeras de pupitre en el colegio.  Al acabar el bachillerato, preparé unas oposiciones para la Administración Pública, conseguí una plaza.  Me casé y tengo tres hijos.  Tú, ¿qué rumbo elegiste?  Te veo muy morena.
-Bueno, trabajé en varios empleos, nada fijo.  Paseando un día, encontré un billete de diez euros.  Adquirí con él tres décimos de lotería.  Salieron premiados.  Con el importe ganado, compré un pasaje para un crucero, en un barco impresionante.  Conocí a un americano multimillonario que me invitó a la isla que posee en Oceanía…
-¡Naranjas de la china!- contesta Elena- Eso no te lo crees ni tú.
-Tienes razón, me lo he inventado todo. ¡Ah! el color moreno de mi piel, lo adquirí en la finca de mi tío, recolectando tomates.  Necesitaba dinero para sobrevivir.

INSÓLITAS VACACIONES de Edelmira Linares




Cuando se es joven, uno es intrépido y temerario.  Viajar a un país extranjero no suponía más que arreglar el pasaporte, ponerte las vacunas pertinentes y preparar la siempre temida maleta. ¡Cuánta ignorancia! ¡No sabía lo que me esperaba!
Nada más llegar, aún bajando la escalinata del avión, sentí como una bofetada de aire caliente en mi cara pues en un país como aquel, el calor mata.  Por las noches, los mosquitos no te picaban, te mordían y cualquier cosa que utilizaras para ahuyentarlos, era una simple pérdida de tiempo.

Pero todo estas cosas fueron llevaderas hasta que caí en cuenta de que estaba fuera de mi tierra, en un país divino pero que no conocía y en el que nadie me entendía por más que me esforzara; la culpa la tenía la diferencia de idioma, claro está.
Las pasé moradas y no recuperé mi color habitual hasta que de nuevo puse mis pies en mi querida casa.


DOS GATOS Y UNA FAROLA de Mary Rancel




Por fin hemos llegado al aeropuerto internacional de Ezeiza en Buenos Aires, después de un viaje complicado, con muchas horas de vuelo, turbulencias y grandes demoras en cada una de las tres escalas incluidas en el trayecto.  Con tanto trajín, hasta habíamos perdido la noción del tiempo.  En los servicios del propio aeropuerto nos cambiamos de ropa, nos pusimos la de actuar, para no perder más tiempo.
Entrábamos a Argentina, precedidos por algunos triunfos en nuestro país.  El más importante; primer premio regional y segundo nacional.  Por ello, estamos muy motivados y esperanzados de poder obtener alguno de los galardones internacionales, que se otorgan en esta competición de tangos, a la que hemos venido para representar España.
Al llegar al auditorio, recibimos una gran decepción pero, la suplimos con espíritu de lucha, que tanto mi compañero de baile como yo, compartimos.  Así que, obviándola, decidimos plasmar nuestro arte en la cuna del tango.  Bailamos dándolo todo.  Realizamos un trabajo magistral.  El barrio de Boca y todos los bonaerenses se rindieron ante nuestro magnífico espectáculo con ovaciones y vítores.  Los aplausos perduraron varios minutos.  Nos sentimos inundados de satisfacción.
-¡El premio es nuestro!- dijimos al unísono
¡Qué infortunio!.  Volvimos a la realidad.  Nuestra imaginación nos ha jugado una mala pasada.  Lo cierto es que, con tantos retrasos, cuando llegamos había finalizado el certamen.  No había ni un alma por los alrededores.  De aquello sólo fueron testigos, dos gatos y una farola.

LOS CRISTIANOS de Amalia Jorge Frías




La primera vez que visité la playa de Los Cristianos, me quedé prendada de ella.  Me impactó el color de su arena, tan clara;  porque yo estaba acostumbrada a ver la arena negra de las playas del norte y de Santa Cruz. Pero sobre todo me gustó la quietud de la playa.  Como yo soy miedosa para el mar, el poder caminar dentro de ella sin peligro ninguno, me cautivó.
Le dije a mi esposo estas palabras textuales: “Los Cristianos; para mí, para siempre”.  De eso, se cumplió el mes de junio pasado, cuarenta años y, desde entonces, se convirtió en nuestro segundo lugar de residencia y también en el segundo lugar de la isla más querido para mí.  El primero es Santa Cruz.
Parte de los momentos más felices de mi vida, han transcurrido en ese maravilloso barrio de pescadores perteneciente al Municipio de Arona, en el que al mismo tiempo que he visto crecer a mis hijos, también he sido partícipe de su desarrollo e importancia, hasta convertirse en lo que es hoy.  Para mí es la capital del Sur y sin embargo, no ha perdido nada de lo que me cautivó el primer día que lo vi.  Sigue conservando ese aire de pueblo y ese calor en su gente que, con su amabilidad, te hacen sentir integrada, convirtiendo a Los Cristianos en un lugar  al que siempre deseas volver.





LA ALEGRÍA DE MARIO de Candelaria Bacallado




Mario había sido un hombre de mar.  En su juventud, había estudiado Maquinaria Naval y por ello, había recorrido medio mundo en viajes de muy larga duración.  Algunas veces duraban incluso  unos tres meses.
Un día, al llegar a puerto, se sintió indispuesto y pensó que nada más llegar a casa acudiría a hacerse una revisión médica.  Ya en su hogar, Mario se olvido de las molestias pues la familia celebraba su regreso, como si fuera una fiesta.  Había un miembro más que él aún no conocía; era su primer nieto.  Cuando lo tuvo en sus brazos, la alegría fue inmensa, y disfrutó de aquellos momentos con intensidad.
A la mañana siguiente, acudió al médico quien, después de auscultarlo y de haberle hecho varias pruebas, le comunicó que, mientras le seguían haciendo más pruebas para tener un diagnóstico, debía bajar el ritmo de trabajo.  Debía tomarse la vida con más calma.  Sí, no cabía duda de que había llegado el momento.



LA IRA de Amalia Jorge Frías




Era un matrimonio muy feliz que tenía dos hijos a los que adoraban.  Pero, transcurridos los diez primeros años, fueron perdiendo el amor y la ilusión con los que habían vivido hasta entonces.  Coincidían cada vez menos y se enfadaban por cualquier nadería.  La cosa más sencilla, la agrandaban y todo se convertía en motivo de discusión.
Una mañana, el niño más pequeño tropezó con una silla, cayó al suelo y se hizo sangre.  Un suceso tan natural, fue la gota que colmó el vaso.  Este hecho hizo que el padre explotara, maldiciendo e insultando a la esposa por no cuidar bien al hijo.  La explosión de ira fue tan grande que no tuvo vuelta atrás y ya nada pudo evitar que el desenlace fuera la ruptura del matrimonio.



SOBERBIA de Paula Lugo






La naturaleza del hombre soberbio es vil e insolente. Hinchados de ella, son fanfarrones, altivos, ávidos de ser preferidos a otros.  Piensan que no tienen necesidad de nadie y que los demás tienen que aceptarlos como son, mientras que los logros de los otros les repugna.
Un día se levantarán y el orgullo se les caerá y los dejará desnudos.  Entonces solo les acompañará la soledad y la ceguera con la que les obsequió su soberbia.