jueves, 7 de febrero de 2013

LOS COLORES DEL AMOR de Carmen Margarita




Cariño, hoy soñé con nuestro primer encuentro.  Fue tan real que lo viví como si estuviera otra vez en medio de aquel mágico momento, con la misma ilusión y pensé lo afortunada que era.  Tener la suerte de vivir de nuevo todos mis sentimientos, volver a vibrar de amor y ser correspondida.  Es algo que te eleva hasta el firmamento y, desde allí, ves todo de otro color; los problemas de dinero son rosa, la enfermedad es azul y así hasta completar todo los colores del arcoíris.
Por eso el amor, en toda su dimensión, es blanco.  Sí, blanco e inmaculado.



martes, 5 de febrero de 2013

UN BUEN ESPANTAPÁJAROS de Natividad Morín






Era un espantapájaros, cansado de estar siempre en el mismo sitio y en la misma posición, se supone que espantando a los pájaros y otros animales.  En realidad, no les daba  miedo y se comían todo.  Mis dueños no sabían qué hacer porque no les servía para lo que estaba hecho.  No asustaba a nadie.
Un día, los hijos de mi amo, decidieron cambiar mi aspecto.  Me pusieron una falda de su madre; ancha y de muchos colores, un sombrero de flores y pañuelos atados a los  brazos.  ¡Cómo se reían los niños de mí!
-¡Mira, mira, está muy  guapa! ¡Ahora es una chica! –gritaban, mientras yo me sentía  ridículo con aquel aspecto, pues no es normal ver un espantapájaros con faldas.
El caso es que, ese cambio, surtió efecto.  Cuando hace viento, los pañuelos se mueven y las faldas vuelan y, gracias a eso, los pájaros y demás animales huyen espantados.  Por eso sigo aquí, en mi puesto.  Ahora todos me miran y me siento muy importante por eso y, gracias a los niños, que me quieren, me siento casi humano aunque muy orgulloso de ser un buen espantapájaros.



ESPANTAPÁJAROS de Candelaria Díaz





Soy un fantoche creado para espantar todo lo que vuela.  Los niños se burlan de mí y de mi vestuario viejo y andrajoso. ¡Señor, qué tristeza y soledad! No he reído en toda mi vida.  Ellos creen que no tengo alma; se equivocan.  Dicen que el abrigo que llevo era del amo que viajó a península.  Lo huelo y tiene olor a tabaco del bueno, a las mujeres que achuchó, a los niños que abrazó, así que… algo siento.
Lo más triste es lo solo que estoy, crucificado siempre, en medio de vientos o calores.  Lloro, ¡sí lloro! y si no me creen, vengan y verán la tierra mojada.
También hay algo bueno como el amanecer, el sol que calienta, los canarios cantando, el ocaso del día y esta luna que me ilumina.
Creo que mi ánimo mejoraría si pusieran a mi vera, una compañera espantapájaras.



POR QUÉ SE FUE EL ESPANTAPÁJAROS de Lucía Hernández




Cuando ves amanecer un nuevo día, le das gracias al cielo por vivir y empiezas a recordar para contar; esta vez toca el tema de los espantapájaros.
Cuando yo era pequeña, recuerdo que los agricultores plantaban muchas legumbres en el campo; trigo, maíz, cebada… Cuando empezaban a nacer, se veía asomando un grelito y los pájaros grajas y otras aves, volaban enseguida para comérselo y, de ese modo, la plantación quedaba perdida.
Para evitar esto, los agricultores hacían un machango con tres cañas.  Le ponían un pantalón o una falda, formaban la cabeza como podían y colocaban sobre ella un sombrero.  Vestían las cañas que hacían de brazos, con una blusa o camisa de manga larga.  Los animalitos, viendo este esperpento desaparecían porque creían que eran personas.  Desconocían que era un espantapájaros, por supuesto.
Hoy en día, ni siquiera existen esos animalitos porque ahora los agricultores conservan sus plantaciones usando productos químicos, envenenando así sus tierras.
Esos venenos nos los estamos comiendo nosotros y cualquier día nos pasa como a las grajas, los pájaros y los espantapájaros.


EL ESPANTAPÁJAROS de Elda Díaz




Tenemos una pequeña finca y antes, cuando sembrábamos, colocábamos en el medio un espantapájaros, porque si no lo hacíamos, sabíamos que no recogeríamos nada, pues los pájaros se hacían dueños de todo y los lagartos también. El espantapájaros lo hacíamos lo más parecido a una persona y colocábamos sobre él una capa para que se moviera con el viento.
Cuando íbamos a la finca la víspera de San Juan, llevábamos a los niños para que hicieran allí la hoguera.  Los chiquillos, alguna vez, no querían hacer el muñeco sino que, en su lugar, se empeñaban en coger el espantapájaros para quemarlo.  Entonces, les decíamos que de eso nada y les explicábamos que cada cosa tenía su cometido, que al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.  Así que, no les quedaba más remedio que hacer su San Juanito y después de pasearlo por toda la finca, lo quemaban en la hoguera, teniendo como testigo, desde su sitio privilegiado, a nuestro querido espantapájaros.


ESPANTAPÁJAROS de Mary Rancel




Resultaba grotesco verle, ubicado en una zona del parque, con los brazos extendidos, la cabeza enfundada en un viejo sombrero de paja, el cuerpo cubierto con un traje raído, las mangas de la camisa asomando bajo la chaqueta, al final de las cuales contrastaba, por lo inusual para su indumentaria, el resalte de dos brillantes piedras de unos gemelos.  Llevaba también una corbata a rayas, llena de mugre, calzaba unas botas desgastadas y además cargaba sobre la nariz la montura de pasta de unas gafas pasadas de moda.  Era el espantapájaros, así se le conocía en el pueblo, pero él no hacía honor a su nombre, pues las palomas se posaban por todo su cuerpo y algún que otro gorrión osado picoteaba el sombrero que cubría su cabeza.  Estaba convencido de que su misión no era asustar a las aves; las consideraba sus amigas.
Tiempo atrás, el ahora espantapájaros, había transmitido sus conocimientos a muchos niños que lo habían querido por lo que era y lo que hacía.  Los padres de sus alumnos lo apreciaban y valoraban su trabajo.  Pero…, el tiempo transcurrió y llegó la edad de la jubilación y entonces, él marchó de la ciudad, a conocer otros lugares.
No se sabe cómo, pero el desánimo se apoderó de su persona y sólo hallaba consuelo en el alcohol; y él fue quien lo llevó a encontrase en las actuales circunstancias.  Nadie sabía quién era ni de donde venía.  Sencillamente, lo llamaron espantajo o espantapájaros y él lo aceptó.
Su único consuelo era el haber instruido a muchas personas, haberles ayudado a forjarse un futuro aunque, algunos de ellos, ahora pasaran a su lado sin reconocerle.
Finalmente, encontró cobijo en una residencia de ancianos donde, seguramente será feliz.


LAS ONCE LÍNEAS de Teresa Darias




Era tanta su afición al juego que, cada vez que pasaba por delante de un bingo, entraba y jugaba aunque necesitara el poco dinero que tenía para sus necesidades diarias.  Cuando ganaba una línea lo iba anotando y se prometió que no llegaría a jugar una docena.
Y llegó el día señalado para cumplir su promesa.  Cuando llegó a las once líneas, dejó el juego para siempre.



EL ESPANTAPÁJAROS de Dolores Fernández Cano





Raimundo, de profesión labrador, ha colocado en su huerto un espantapájaros, para proteger la cosecha, intentando con eso, que los pajarillos no picoteen las verduras.  Lo ha vestido con una levita descolorida, que antaño perteneció a su abuelo.  También le ha puesto un sombrero de paja comprado en un mercadillo.
El espantapájaros asusta a las aves, menos a una preciosa calandria.  Se siente atraído hacia ella.  Permite que se pose en las lechugas y, en agradecimiento, la calandria le susurra una dulce melodía.
Una mañana gris, la calandria le anuncia algo.
-Vengo a despedirme, he encontrado a un garboso mirlo y me ha invitado a recorrer Europa con él.
¡Pobre espantapájaros!.  Le suplica que no se aleje de él, pues la ama locamente, mas ella no le hace caso.  La calandria parte volando camino de su velocidad.
Al quedarse solo, al espantapájaros le saltan  lágrimas que se funden con las gotas de lluvia que caen del plomizo cielo.
¡Adiós, bella calandria!

¿QUIÉN SOY? de Edelmira Linares




Todos nacemos con un destino y estamos en este mundo con una misión.  Hay profesiones y oficios importantes y otros que pasan desapercibidos.  Eso último es lo que pasa conmigo.  Nadie reconoce mi valía.  Mi uniforme está hecho de harapos y ropa vieja, aunque eso sí, nunca me falta mi sombrero que me protege del sol y del frío.
Cada vez quedamos menos porque estos tiempos de progreso ¡han ido acabando con los pocos que quedamos!.  Aún así. somos un símbolo de tradición pues, toda buena siembra que se precie, requiere de nuestros servicios, para garantizarla.
Estamos hechos a imagen y semejanza de nuestros creadores y, como agradecimiento hacia ellos, cumplimos nuestra misión.  Como ya habréis imaginado no soy otra cosa que un espantapájaros.

QUÉDATE CON LO BUENO de Luisa Delgado Bello





Para Dolores

Te levantas por la mañana y empiezas tu rutina diaria.  Seguro que a lo largo del día te suceden todo tipo de cosas, tanto negativas como positivas.  Así que, puede que haga un día precioso, por eso, para que sea perfecto, ten en cuenta únicamente lo bueno y olvida todo lo demás.  No vale la pena recordar lo malo una y otra vez.  La vida tiene un lado sombrío, es verdad, pero también uno brillante y de nosotros depende elegir el que más nos plazca.
Como bien dice, el pensamiento positivo impregna la totalidad de lo que haces, llena de buenas vibraciones todo lo que te rodea.  De ese modo, las personas que están contigo se sentirán más felices a tu lado y estarán más inclinadas a ayudarte.
Dolores, sabes que todas te queremos.


EL ESPANTAPÁJAROS de Teresa Jiménez





El dueño de una finca con mucho terreno colocó, como era habitual para asegurar la cosecha, varios espantapájaros vestidos con sacos, sombrero y paja.  Aquella vez se le ocurrió ponerle, a uno de ellos, la cara de Fran de la Jungla y en lugar de ahuyentar a los pájaros, los atraía.  Entre ellos, se acercó una paloma blanca, que bien podría ser la de Noé porque tenía  hasta la ramita de olivo en el pico.  El caso es que como el saco que formaba el vestido del espantapájaros tenía un bolsillo grande, la paloma dormía allí todas las noches.
Cuando el dueño de la finca se enteró de aquel milagro, lo premio haciendo para él una caseta y nunca más quitó a aquel espantapájaros de sus tierras.



lunes, 4 de febrero de 2013

ESPANTAPÁJAROS de Amalia Jorge Frías





He tenido seis episodios en mi vida que quisiera olvidar.  Cuando lo intento, los recuerdos, tal como si de crueles espantapájaros se tratara, me azotan sin piedad.  Gracias a la ayuda que recibo y a la voluntad que tengo, puedo continuar, pero… yo no me conformo con continuar, también quiero ser feliz durante el tiempo que me quede por caminar y disfrutar de lo que me vaya surgiendo en el camino, sea bueno o sea malo, porque de eso se compone la vida y, si queremos vivirla, tenemos que aceptarla como es.

LAS LÍNEAS DE LA VIDA de Mary Rancel





¿Las once líneas?. ¿Por qué once y no trece, veinte o un número indeterminado?.  Me da la impresión de que me están poniendo a prueba.  ¡Lo voy a tomar como un reto!.
Mi estado de ánimo en estos momentos no es el mejor.  Me siento vacía, sin ideas, ni ganas de escribir; así y todo, daré mi opinión sobre esas líneas imaginarias, que para mí representan la vida.  Nacemos con unas rayas muy sensibles, apenas perceptibles, que el tiempo se encarga en ir destruyendo paulatinamente, hasta que termina por extinguirlas.  A medida que nuestra vida transcurre, las líneas se van borrando.  Cuando desaparecen del todo, es porque hemos partido de este mundo hacia otra dimensión, ¡indudablemente mejor!.  ¿He superado el reto? ¡Once líneas!.



EL ESPANTAPÁJAROS de Carmita Díaz






Yo vivía en una casa de campo donde mis padres tenían unas huertas con árboles frutales.  Al cuidado de ellas, les ayudaban los vecinos, pues era costumbre ayudarse unos a otros.  Luego, en el tiempo de la cosecha, se reunían todos al terminar de trabajar, para disfrutar de una buena comida y de la felicidad por la abundancia de lo recogido.
Un día, los cultivos y los árboles de la huerta aparecieron picoteados y con la mayor parte de los frutos en el suelo.  Cuando mis padres y los vecinos se dieron cuenta de ello, casi sufren un ataque de nervios, pero se repusieron, limpiaron las huertas, sembraron de nuevo y, esta vez, colocaron un espantapájaros en un lugar estratégico.  Lo hicieron con dos palos, a los que dieron forma de persona, poniéndole ropa y sombrero y hasta un bigote.
El espantapájaros sirvió, como su nombre explica, para espantar a las aves y, desde entonces, las cosechas siguieron siendo abundantes y los árboles mantuvieron intactos sus frutos.


domingo, 3 de febrero de 2013

MIL GRACIAS de Candelaria Bacallado







AL:   CENTRO SOCIO-SANITARIO DEL NORTE
DE:   Candelaria Bacallado


A pesar de la dureza que implica el final de la vida de la persona que me ha dado la vida, se endulza con la certeza de saber que, hasta su último momento, mi madre estuvo debidamente atendida en este Centro.
A través de estas líneas quiero hacerle llegar mi agradecimiento y el de toda la familia, a los profesionales de los distintos departamentos del Centro: médicos, enfermeros, auxiliares, asistenta social, psicóloga, personal de limpieza, recepción, etc.  Doy las gracias a todos y cada uno, quienes, con su buen hacer, su cariño, en suma con su profesionalidad, se ganaron mi absoluta confianza en su labor.
Confieso sentirme parte de esta otra familia que he encontrado en esa casa, a la que uno también, a los familiares de los demás enfermos, con quienes he compartido muchas tardes y entre los cuales, ha crecido una gran amistad.
A todos en general, mis infinitas gracias.     


         

SEPTIEMBRE SIEMPRE de Carmen Margarita





Una calurosa tarde de septiembre, yo iba paseando con mis pensamientos abrumadores cuando, de repente, ¡te vi!.  No sé de dónde saliste pero me impactó tu mirada.  Era tan profunda que me intimidó.  Pensé: “Este hombre es parte de mí” y, esa noche, soñé contigo; bonitos sueños que… se cumplieron.
La segunda vez que nos vimos, el sol reventó.  Nos fundimos en un amor raro y profundo, donde no existía el pasado ni el futuro.  Sólo el presente.
El tiempo pasaba,  sin darnos cuenta si era de noche o era de día, porque únicamente importábamos nosotros y nuestras vivencias tiernas, apasionadas…, aquella pasión nuestra que, como una luz brillante, nos envolvía día a día.
Contigo aprendí que, cuando el amor es puro, sincero y dulce, no hay pasado ni preguntas que enturbien el presente.