martes, 10 de febrero de 2015

PERCEPCIÓN Candelaria Bacallado





         Se sintió intimidada por su mirada, nada más subir al autobús.  Por un momento, se distrajo mirando a los demás pasajeros pero, sus ojos volvían al mismo lugar, atraídos por aquel rostro de rasgos suaves y armónicos.
         En una de las paradas, vio como aquel hombre se dirigía a la puerta.  Lo hacía con dificultad.  Ella se le acercó para preguntarle si necesitaba ayuda.  A él se le iluminó el rostro con una sonrisa.
          –Gracias –dijo.  Estoy algo torpe; hoy no traje a mi perro. Él es mi guía.

         Después de ayudarlo, ella se quedó absorta.  Pensaba que en el rostro del hombre sólo se percibía una expresión de inmensa dulzura. ¿Cómo no había sido capaz de darse cuenta de su invidencia?


AFRENTA IMPERDONABLE Dolores Fernández Cano




Llega a su casa y la encuentra con otro.  Un sudor frío recorre todo su cuerpo; no puede contener su indignación.  Trini siente vergüenza, agacha la cabeza.  Sabe que le ha fallado, pero es que el otro la tentó, la engatusó con sus caricias, con  sus mimos y besuqueos.  Ella necesita más cariño, más atenciones, más manifestación de afectos y el visitante se los había proporcionado.  Dogo siente en sus carnes la puñalada trapera; la reprende duramente por haberlo traicionado.  Como habían pactado separación de bienes, la caseta se la queda él, así que le ordena súbitamente que recoja sus pertenencias y se vaya con su amigo pequinés a otro lugar.  Al quedarse solo, Dogo, de cabeza grande y hocico chato, reconoce que, sin lugar a dudas, ha tenido un día de perros.



DESCONCIERTO Mary Rancel





         Nunca había sentido tanto miedo como aquel atardecer en el que salí al jardín de la casa rural y presencié la escena.  Vi a un hombre empujar a una mujer al vacío por el acantilado.  Luego, miró hacia abajo un momento, se limpió las manos con un pañuelo que llevaba en el bolsillo –donde lo volvió a guardar –y se marchó sin mirar hacia atrás.
         Quedé petrificada, no podía mover un músculo y menos pensar.  Pasó un rato hasta que reaccioné y llamé a la policía.  Les conté cuanto había visto, haciendo una somera descripción del individuo y de los hechos.  Rápidamente llegaron a la casona en dos coches, seguidos por una ambulancia.  Les indiqué el sitio exacto en que acaeció el trágico suceso.  De inmediato, dos de los policías dispusieron unas cuerdas con arneses que acoplaron a sus cuerpos, bajaron la abrupta pared deslizándose con pericia hasta localizar el cuerpo inanimado –a unos cincuenta metros de profundidad –.  Al subir y alcanzar tierra firme, anochecía.  Pude ver como sus caras reflejaban indiferencia, por la costumbre, pensé.  Cuando sacaron el cuerpo, mi sorpresa fue mayúscula, no supe qué hacer.       Demudada y poseída por el desconcierto, me senté en el muro que separaba el jardín del abismo y respiré hondo.
         –No se preocupe, señora –me dijo uno de los agentes. Usted no es responsable de nada; esto, aunque no suele ocurrir, es viable.  Cumplió con su deber al telefonearnos.
         –Estoy avergonzada –dije ruborizada y con un hilo de voz, musité –perdonen, era tan real…, jamás hubiera sospechado que lo que mis ojos vieron pudiera ser un simulacro realizado con una muñeca articulada.

         Les aseguro que esa noche no pude conciliar el sueño.


lunes, 9 de febrero de 2015

GRITOS EN LA MADRUGADA Candelaria Díaz





Es horrendo despertar en la madrugada en medio de esos gritos más parecidos a alaridos de dolor intenso.  No sé cómo llegué al balcón.  Vi a una chica que corría como loca.  Bajé a la plaza para averiguar qué le pasaba. ¡Dios, qué horror!  Está quemada con ácido.  Un hombre se aproximaba a nosotras con los ojos encendidos, echando espuma por la boca. ¡Por celos, por celos…!, repetía.  Yo grité al aire que llamaran a la policía.  Al fin, llegaron y lo apresaron.   La joven mujer se fue a Urgencias y a nosotros, los vecinos, esto no se nos olvidará jamás.



DESPERTAR Teresa Jiménez





La vida a veces se cobra la felicidad que pudiste haber tenido en sueños.  Despertó tan contenta de él, con tanta alegría en su interior que se quedó aterrada al ver lo que la rodeaba.  Aún hoy lo piensa y se pregunta por qué y cómo logró salir de un túnel lleno de coches ardiendo, como el suyo. Asfixiada pero a salvo.  Menos mal que pasó el resto de su vida acordándose de ese sueño maravilloso con final feliz.




ÚLTIMA DECISIÓN Edelmira Linares




Añadió un poco de veneno al vino; era la mejor forma que se le ocurrió para poder disimular aquel sabor tan fuerte.  Con la copa en la mano, se sentó en el sofá y estiró los pies, cómodamente recostado.  Dio un sorbo a la copa y comprobó que el sabor de reserva del 90 prevalecía por encima de todo.
A diferencia de cómo había vivido su vida y una vez tomada aquella trágica decisión, iba a hacerlo con estilo y buen gusto, a pesar de que, en el fondo, estaba convencido de que no era la mejor opción… Así ya no haría sufrir más a nadie y con suerte, incluso puede que alguien sintiera pena por él, aunque sólo fuera por un instante...