miércoles, 11 de enero de 2012

COMIENZOS de Edelmira Linares

COMIENZOS  

A Dios pongo por testigo que lo que voy a narrar es todo verdad. Unas cosas me han sido contadas y otras las he vivido, pero todas son reflejo de la realidad.
A principios de los años cuarenta, en plena posguerra, el en sur de la isla de Tenerife, en un pueblo alto y pintoresco, vivió una pareja cuyo único hijo se desposó con una joven muy bella del lugar y juntos formaron una pequeña familia.
Fruto del amor nació un bebé muy deseado que vino al mundo con ayuda de su abuela, que era la partera del lugar. Atendiendo el parto, su mayor deseo se hacía realidad. ¡Qué bueno! Era una niña, la que nunca tuvo ya que la suya se malogró.  ¡La felicidad los invadía!.
La madre de la niña cuidaba de ella y del hogar con esmero, mientras su abuela y los hombres de la casa realizaban las faenas del campo. 
No transcurrió mucho tiempo hasta que la niña fue bautizada.  Fue todo un acontecimiento en la familia.  La abuela, que era muy versátil, también hacía dulces y puso especial esmero para el festejo.  Le pusieron por nombre el de su abuela y el de su madre, como era tradición.
Y aunque queda mucho por contar, hasta aquí puedo llegar.  

MAESTRAS de Dolores Fernández Cano

MAESTRAS   

Tengo en mi haber bonitos recuerdos, no de una; de muchas maestras, ya que en el Colegio de monjas donde estudié, todas eran mujeres.  Las había cariñosas, severas, simpáticas y otras que, a pesar de serlo tanto, enseñaban muy bien.
El plan de estudios en aquel colegio era muy rígido.   La clase de Religión era dictada por  el único maestro; un cura llamado Padre Víctor.  Él era muy afectuoso y cuando lo veíamos en el jardín, todas las niñas corríamos a besarle la mano pues hacerlo nos llenaba a todas de inmensa satisfacción.
Después, en el Conservatorio de Música, las profesoras y profesores eran muy agradables y llenos de humanidad.  Cuando ya salí del colegio, fui a estudiar a una Academia, donde tuve la suerte de encontrarme igualmente con  buenas y encantadoras maestras.  Ya sé que suena un poco idílico pero lo cierto es que me siento satisfecha de todas.
No quiero acabar este relato, sin rendir un pequeño homenaje al recuerdo  de la Maestra de todas las Maestras, la que me dio educación, me inculcó los valores de la vida, la que me enseñó, entre otras cosas, a querer y perdonar.  Esa señora maestra era mi madre.

MIS MAESTRAS de Elda Díaz

MIS MAESTRAS  


Recuerdo con cariño a mi primera maestra.  No tenía más que cinco años y medio cuando empecé a ir a casa de doña María, que así se llamaba.  Teníamos que llevar nuestro propio  banquito para sentarnos pues ella no tenía sillas para todos.  Ella nos enseñaba cantando y con ese método aprendimos bastante: la tabla de multiplicar, las provincias de España, los ríos y cordilleras; también nos enseñaba Religión.
Algo después, cumplidos los siete años,  me pasaron al Colegio y ya llevaba algo aprendido.  Allí estuve con la misma maestra, doña Consuelo Machado, hasta los trece años. Recuerdo con mucho cariño esa etapa de mi vida.

LLUVIA de Natividad Morín

LLUVIA  


Esta es parte de la historia de mi niñez.  Vivía entonces en un barrio sin aceras y de vías sin asfaltar; todo era de tierra.  Mi casa estaba en un extremo de la calle y tenía dos puertas de salida.  Una, la principal, daba a una entrada de tierra. Cuando llovía se formaban tremendos barrizales.  Me acuerdo de los días de lluvia en los que iba a la escuela y regresaba totalmente mojada y con los pies llenos de barro.
La otra puerta de mi casa, daba a unos cien metros de un pequeño barranco que procedía de un gran estanque que estaba más arriba.  Cuando llovía con fuerza, se desbordaba y corría el agua cerca de mi casa.  Yo aprovechaba para jugar tirando piedras al agua.
Esos son los recuerdos de mi infancia a los que me lleva la lluvia; todos muy alegres y divertidos.


ADIÓS de Candelaria Díaz

ADIÓS

·        Adiós lleno de pena y desolación al ser querido que se nos va
·        Adiós dado con alegría: ¡hasta mañana!
·        Adiós precedido de cariño: ¡hasta siempre!
·        El adiós dado con tono de amor: ¡hasta luego!
·        El adiós que esconde miedo: ¡qué no pase nada, hasta la vuelta!
·        El que brinda esperanza: ¡a ver si mejora!
·        El adiós enfadado: ¡hasta nunca!
·        Un adiós rápido de cortesía: ¡adiós!
·        El que se dice el primer día del año: ¡Feliz Año Nuevo!