miércoles, 26 de septiembre de 2012

LA CAJITA de Amalia Jorge Frías




Hoy me he levantado muy contenta; mi amiga Amparito, que tiene ocho años –como yo –va a venir a mi casa, a jugar conmigo.  Nuestras madres, aunque no son amigas ni se conocen, nos han dado permiso para pasar la tarde juntas y la mía me ha prometido que hará una merienda muy buena, con galletas y todo, ¡qué bien!, así Amparito querrá volver otro día.
Para que no se me olvide, voy a ir escribiendo en esta cuartilla, todo lo que pase durante el día.  Después lo guardaré en la cajita de mis tesoros para que no se me pierda nunca.
A las cinco de la tarde tocan a la puerta, ¡qué bueno!, Amparito ha traído muchos juguetes, algunos que yo nunca había visto.  Lo que más me ha gustado es una cajita redonda de cartón azul.  Parece una polvera. Le he dicho que me gusta y ella, enseguida, me la ha regalado.  Yo me he quedado muy contenta. ¡Qué buena es Amparito!
Cuando se marchó, fui corriendo a enseñársela a mi madre. ¡Qué bonita!, ha dicho ella, la pondremos encima de tu mesa de noche y guardaremos tus trabas y cintas de pelo en ella.
Había pasado sólo un rato, cuando volvieron a tocar en la puerta.  Ya no esperábamos a nadie y mamá y yo nos sorprendimos, al abrir y ver en la puerta a Amparito llorando y a su madre enfadada.  Venían a pedirme la polvera.  No tengas miedo, le dije, no pasa nada.  Y aguantando yo las ganas de llorar, fui a mi cuarto, cogí la cajita de cartón y mientras avanzaba por el pasillo fui dándole besitos.  Cuando la madre de mi amiga la cogió, estaba un poco mojada y se enfadó aún más y tirando de Amparito, se marchó sin decir adiós, siquiera.
Yo me quedé muy triste; por la cajita de cartón y porque sé que ya no jugaré más con mi amiguita.




martes, 25 de septiembre de 2012

SIN MIEDO de Lucía Hernández



Hace unos años vine de Venezuela con mis padres.  Yo era una niña de pelo rubio y ojos azules muy bonita pero, sólo me gustaba jugar con una pelota como los niños; nunca me reunía con niñas, salvo en la escuela.  Me gustaba estudiar pero, cuando fui mayorcita, de repente, se dio la vuelta la tortilla.
Hoy me veo con mi pelo cortito, tengo una barba negra, y nadie puede ver en mi a aquella niña preciosa que era.  Aunque les haya costado, mis padres lo han aceptado.  Yo no tengo miedo, no tengo ninguno porque acepto la vida que Dios ha puesto en mis manos.  Vivo con una chica y ambas somos felices.  

SIN MIEDO de Luisa Delgado Bello



Me llamo Diego y les voy a contar la historia de un viaje que hice con mi abuela y mis papás a Vilaflor.  Iba con mi abuela en el asiento de atrás del coche de mi padre y, cuando subíamos por la carretera tan llena de curvas que une San Miguel con Vilaflor, mi abuela le dice a mi papá que parara el coche porque íbamos a mirar si había fruto en los almendros. 
Yo nunca había visto las almendras en el árbol y pregunté:
-Abuela, ¿cómo se coge eso? – ella me abrió una de esas cosas peludas y dentro ¡estaba la almendra!.
Seguimos bajando hacia las huertas y había uvas e higos picos.  ¡Esos sí que picaban porque tienen pinchos!.  Después, subimos en coche hasta la casa de mi tío Chano.  Allí vi más fruta que nunca había visto en los árboles: ciruelas, peras, manzanas, limones y hasta uvas.
Pasé un día estupendo.  Comimos papas con bacalo y ¡qué rico estaba todo!. Yo quiero que me lleven otro día para recoger los huevos de las gallinas, ver los pájaros que tiene mi tío en la jaula y darles alpiste porque son muy bonitos.  No tuve ni tendré ningún miedo.


POLITA de Mima Linares



Tengo tan solo diez años.  Desde que era muy pequeño, mi gran ilusión era tener un perrito y, cuando cumplí seis años, llegó a casa, como regalo, Pola o Polita –como yo la llamo –. ¡Era una monada, tan pequeñita!.  Fue creciendo pero de altura, no mucho; es una Yorkshire. Con muy mala suerte, la pobre se está quedando cieguita.  Cada día está más torpe y por eso la tengo que cuidar más.
Este fin de semana, fuimos a la casa que mis abuelos tienen en el sur.  No sé qué le pasó pero, sin darnos cuenta, Polita se perdió.  Todos empezamos a buscarla, sin embargo,  no aparecía por ningún lado.  Yo estaba tan enfadado que hasta le dije cosas feas a Dios, por estar pasándome aquello a mí.
Se estaba haciendo de noche y no aparecía.  Yo no podía dejar de llorar y por más que las buscamos, no la encontramos.  ¿Qué haría ella ahora, sin mí? Yo era quien la cuidaba y le había prometido protegerla.
Nada más despertar el día, le pedí a mi madre que saliéramos a buscarla de nuevo.  Después de dar muchas vueltas, unos chicos nos dijeron que la habían recogido y llevado a un veterinario. ¡Qué alegría! Estaba tan contento que no podía creérmelo.  Claro está, le pedí perdón y le di muchas gracias a Dios por haberme ayudado a encontrarla.

NO TENGAS MIEDO de Natividad Morín



Tengo 12 años, soy una niña y me llamo Natalia.  Siempre me pregunté por qué me pondrían ese nombre hasta que, un día,  se lo consulté a mi madre.
-Mamá, ¿por qué me pusieron Natalia? –a lo que ella contestó que había sido mi abuela.
Cuando ví a mi abuela le dije
-Oye, abuela, ¿por qué escogiste el nombre de Natalia para mi?
-Lo elegí porque, en mi juventud, había una actriz americana muy famosa, era mi favorita y muy guapa, por eso te lo puse.  Pero, tú eres ¡más guapa que ella y más inteligente! –me respondió.
Yo, en el cole, soy una niña muy responsable –eso me dicen los profesores –aunque lo que más me cuesta  es las matemáticas.  Mi padre me ayuda mucho y, gracias a él, las entiendo un poco más porque el profesor las explica una sola vez y ¡no me entero!
Anoche, lo pasé mal viendo una película por la tele junto a mis padres.  Un grupo de jóvenes hacían una cantidad de gamberradas que me asustaron. No comprendía como las chicas podían hacer esas cosas. Por eso le dije a mi madre:
-¡Mamá, no quiero hacerme mayor! ¡Tengo miedo!
-No tengas miedo –me respondió ella –tú eres una chica buena, responsable y además ¡inteligente!
Yo comprendí que mi madre tenía razón; no debía tener miedo porque ahora lo que tengo que hacer es estudiar y jugar y…¡ser feliz!



KUBRAT CON MIEDO de Candelaria Díaz




Me llamo Kubrat.  Soy un niño rumano que vivía en un lugar lleno de muchos niños como yo.  El sitio se llama La Casa del Niño. Mi vida cambió el día en el que me llamaron a tutoría y la directora me anuncia que me tenía que ir con una señora que había venido a buscarme, que me iba con ella a España.  Yo le dije que no pero la tutora me convenció de que era lo mejor para mí.  Me vistieron con ropa que había traído ella y, todavía atontado, me despedí de mis compañeros.  La mujer me dio la mano y me sonrió. Juntos nos subimos a un taxi.  Yo miré hacia atrás y me puse a llorar.  Ella me abrazó y me dio el primer beso y también mi primer juguete.  Me hablaba bajito.  Me ofreció galletas.  Luego vino el tren y al final el avión.  Yo estaba asustado y me chupaba el dedo gordo; aquella era mi afición favorita.  Me dio a entender aquella señora que estábamos llegando y yo, por la ventanilla veía una montaña grande con el pico nevado.  Al bajar del avión, un grupo de personas que nos esperaba, me dio muchos besos.  Eso me gustó.  Subimos al coche y llegamos a casa.  Me dieron una habitación para mi solo.  Cenamos cosas raras y yo sólo comí pan y leche.  Me fui a dormir, siempre con mi dedo en la boca.  A los pocos días, me llevaron a un colegio; mi colegio.
Ya voy entendiendo un poco más.  Dicen que soy una esponja.  Ahora tengo mamá, tíos, abuelos, primos.  A todos les preocupa que no me deje de chupar el dedo.  Por eso me llevaron a un sicólogo y él les dijo que lo único que yo había tenido mío era mi dedo.  Mi madre me regaló un perro de peluche.  Me encantó.  Ese día me fui a dormir y me chupé la pata del perro.  Ya no tengo miedo.


lunes, 24 de septiembre de 2012

NO TENGAS MIEDO! de Mary Rancel




¿Quién es este niño? –se preguntaran.  Pues yo, Gael.  Tengo ocho años y soy el único nieto de Mary y Pablo, mis abuelos por parte de mami.  También tengo otros abuelos por parte de papi que se llaman Elsa y Antonio.
Me dijo mi abuela Mary que le contara algo que me hubiera ocurrido pero…, es que no me sale nada.  ¡Bueno…sí!  Ahora me acuerdo de algo gracioso que me pasó hace poco con papá.  Fue este verano, cuando fuimos a Madrid a visitar el parque temático Warner.  Resulta que hicimos una cola impresionante, de casi media hora, ¡bajo un sol de justicia! –como dice mi padre –hasta llegar a una de las atracciones acuáticas y, cuando estábamos arriba, le dije a papi que no quería tirarme por el tobogán… , y papá me dice:
-¡Venga, lánzate! No tengas miedo.
Entonces yo le contesté:
-Pero si yo no tengo miedo, lo que pasa es que desde abajo me pareció de menos altura y, mirándolo desde aquí…, esto lo veo muy arriesgado
 Aunque un poquito de miedo sí que tenía. ¿Saben lo que se me ocurrió? Pues, retar a papá, diciéndole:
-Yo bajo solo por la escalera, tú, te tiras y luego nos veremos abajo.
Papá, muy serio, me contestó:
-¡Sin ti no me atrevo, ¡me da mucho miedo!
¿Verdad que es gracioso?



EL BAÑO de Elda Díaz




Cuando mis tres hijos mayores eran pequeñitos, una sobrinita de unos cinco años que vivía al lado pasaba mucho tiempo en casa y, algunas veces, si me veía apurada, le decía que se quedará unos pocos minutos con el bebé, mientras yo preparaba algo.
Una de esas veces, le comenté que tenía que bañarlo y, ocupada en algún asunto que no recuerdo, de pronto caí en cuenta de que no la había escuchado por un buen rato.  Justo en ese momento, ella entró en la cocina gritando
-¡Tita, Tita! ¡Ya tienes preparado al niño para el baño!
Salí corriendo hacia el cuarto del bebé y me quedé de una pieza al ver que mi pequeña sobrinita había desnudado a un niño de pocos meses, ella solita.
Por supuesto, le dije que no lo volviera a hacer, que era muy pequeñito y sus huesos eran todavía blanditos y se podían romper.
Ella se quedó callada.  No le gustó mucho que yo le llamara la atención pero se le quitó al momento y me dijo que no lo haría más.

NO TENGAS MIEDO de Dolores Fernández Cano




Nino es un niño vivaracho de nueve años.  Se encuentra echado en su cama, mirando para el techo de la habitación, haciéndose el remolón.
-¡Qué bien se está así! Seguro que mamá me vuelve a llamar, ¡qué lata!
-¡Nino, levántate ya!  Es la tercera ve que te aviso; no te hagas el dormido.  Aunque no te guste, tienes que ir al dentista.  No tengas miedo, hijo mío.
-Mamá, no lo necesito.  Me lavo los dientes por la mañana, por la tarde y por la noche, tampoco como chuches.  Por favor, mamá, no me obligues.
-Vamos, Nino, no tengas miedo.  Cuando tu madre te lo dice, es por el bien tuyo.  Vas a tener una dentadura tan bonita, que podrás presumir antes tus amiguitas.  Seguro que tus admiradoras te pedirán que las beses.
-No quiero besar a las niñas tontas y no me gusta el dentista.  ¡Es un monstruo!
-¡Nino! No hables así del doctor.  Siempre te trata con cariño y procura no hacerte daño.
-Pues, no quiero ir.  ¡Lo odio, lo odio!
-Bueno, Nino, no digas más tonteras.  Prepárate, que nos esperan en la consulta.
-No hay derecho.  Es un asco.  Tengo ganas de ser grande, para no tener que obedecer a los mayores.