sábado, 5 de abril de 2014

FLORES DEL TEIDE EN EL MARATÓN DE POESÍA 2014


 Alumnas del Taller de Narrativa 
de la Asociación Flores del Teide,
participaron  en el Maratón de Poesía
 de la 
Librería del Cabildo Insular de Tenerife, 
este pasado jueves 03 de abril 2014.



Magníficas lecturas fueron todas:
las impregnadas de emoción,
las recitadas con el desparpajo y gracia que el contenido exigía,
las leídas con  el nervio
de quien lo hacía en aquel escenario por primera vez, las declamadas con temple, las entonadas entre lágrimas; todas.


¡Felicitaciones chicas!

Aprovecho la ocasión
para agradecerles 
haber elegido algunos de mis poemas
para ser leídos en este maratón;
el cariño con que lo hacen
me llena de orgullo y de emoción
siempre.



Les dejo
 el enlace .

Para disfrutarlo otra vez 
Sólo tienen que pinchar 


AQUÍ
https://www.youtube.com/watch?v=FD_rfQHACvQ&list=PLy1V7EvUeteRXDPlB470s6USYDT_6VgJZ




martes, 1 de abril de 2014

LAS SANDALIAS de Antidia Iraida





Amina tenía 5 años y soñaba con tener unas sandalias,  pues siempre iba con bambas. Su abuela, que sabía la ilusión que le hacía, se propuso regalarle unas, pero no era tan fácil, ya que donde vivían no había tiendas de zapatos. Pero un día, pasó por allí una señora que vendía zapatos y ropa por las casas y ¡sorpresa!, traía unas sandalias marrones guapísimas. La abuela de Amina le dijo que se las probara y, como en el cuento de Cenicienta, eran de su número. Cuando la abuela le indicó que eran suyas, y supo que ya su sueño se había hecho realidad, Amina, entre lágrimas y risas, se la comió a besos y abrazos.
Aquellas sandalias eran mágicas, pues nada más ponérselas, Amina comenzó a bailar, pero no solo sus pies bailaban, también su corazón lo hacía, igual que las miles de mariposas que revoloteaban a su alrededor. ¡Qué feliz se sentía! y su abuela sonreía con tanta alegría, como hacía mucho tiempo que no lo hacía.
¡Qué bonito es tener abuelos! Ellos te trasmiten tantas cosas buenas, a través de sus enseñanzas y valores te dan fortaleza para el futuro. Gracias, abuelos, por darnos amor, cuidarnos y ayudar a sus nietos a crecer.
Vuestra fuerza y espiritualidad vivirán siempre con todos nosotros. 



BUENA de Edelmira Linares



Siempre tan atenta y servicial con todos y con una sonrisa en la cara.  Una madre ejemplar y siempre amorosa con sus hijos, a los que adora por encima de todo y a los que elogia, siempre que puede.
Una trabajadora nata, cumplidora donde las haya y que no escatima esfuerzos ni tiempo para cumplir con su obligación.  Buena hija y esposa, donde no cabe reproche alguno hacia ella.

Sabiendo todo esto y queriéndola como la quiero, nunca jamás me perdonaré pensar lo que pienso.  Como se suele decir, todo es mentira y nada es verdad y las apariencias engañan y con el tiempo me ha demostrado que de buena no tiene nada.


MALAS de Teresa Jiménez




Parece que la palabra malo tenga que ir, invariablemente, asociada a las ideas y a los hechos de  maldad, pero… ¿y la palabra mala?.  En mis tiempos, a las prostitutas se les llamaba mujeres malas, mujeres de la vida.  Se hacían chistes al respecto, como aquel hombre que dicen le dijo a un cura que, si él las quitaba de esa vida, le guardara dos bien malas bien buenas, para el sábado.

Bromas aparte, la mayoría de ellas eran  mujeres de buenos sentimientos y de gran corazón y algún caso se daba de  hombres que retiraban a algunas, casándose con ellas, como en la película aquella de Julia Roberts, que era buena por dentro…¡y por fuera!.


BUENA de Paula Lugo





Era una mujer alta, morena, de manos fuertes.  Hablaba con gran confianza en sí misma y parecía segura de cada paso que daba. Cuando se acercaba a los demás, parecía muy interesada por sus problemas.  Alguien llegó a decir que era una mujer muy generosa, muy entregada a los demás.  Decían de ella, también, que era una gran vecina, muy considerada y atenta y ponían como ejemplo aquella vez, hacía ya unos años, que atendió con esmero de una vecina enferma.  Todos pensábamos que era una mujer buena, así que la sorpresa de todos fue enorme, cuando la policía vino a detenerla.  Resulto ser una asesina

lunes, 31 de marzo de 2014

EL PUEBLO DE LA FELICIDAD de Carmen Margarita

                       



Un día del mes de junio, mi marido me dijo:
 -Te vas al pueblo con los niños.
Me horroricé.
- ¿Qué hago yo con mis niños todo un verano en un pueblo que no conozco?
Llegué la víspera de San Juan, con las hogueras, las papas asadas y los saltos. Para mis niños fue una gran fiesta, algo desconocido. Tan desconocido que a la niña, las vacas le parecían un juguete precioso –porque  caminaban-. Venía de la ciudad y, lo que conocía, era un perro, o un gato. Pero, la más asombrada era yo; había retrocedido como treinta años. Solo había luz eléctrica de seis de la mañana a nueve de la noche. El caso es que, según pasaban los días, me iba enamorando de aquel pueblo tan singular. Para mis hijos era el paraíso. Las gentes eran muy felices, lo reflejaban en su semblante. Saludaban ¡con tanto cariño!
Los niños todo el día jugando por el pueblo, no regresaban  ni para comer, lo hacían en cualquier casa del lugar; yo sentía vergüenza, pero…, allí era normal.
Uno de esos días, mi hijo me dijo:
-Mami, báñame que tengo prisa.
 Era sábado y pensé que sería para ir a misa, le fui a dar unas monedas y me miró con sus expresivos y grandes ojos abriéndolos mucho y, me expuso :
 -Tú no sabes que a las tres, van a hacer lo de la carne, yo no me lo quiero perder.
- ¿Cómo dices?, pregunté.
No obtuve respuesta. Se escabulló y se marchó a todo correr. Como no entendí nada, me quedé pensando en lo que me había dicho y me dio por salir tras él. Pregunté a la primera persona que vi, si había visto a mi hijo, me contestó que estaba en casa del matarife y allí me fui yo. Encontré al niño sentado en el suelo, en primera fila, mirando con mucha atención como mataban a una oveja. Al ver el panorama, me marché, salí con el estómago revuelto. Luego me enteré que la carne la vendían a la salida de la misa.
Los domingos, en el casino del pueblo, proyectaban una película en blanco y negro; antes, el nodo, con las noticias de los años sesenta. Me traía recuerdos de mi infancia que fue muy entrañable. Algunos domingos había lucha canaria, enseguida me aficioné; hasta aprendí, lo que es un gancho y una pardela.
Colaboré con la juventud en los preparativos de las fiestas, aporté nuevas ideas, traídas de la ciudad.
Aprecié lo que significa ser ahorradora, en todos los sentidos, -no sólo en el monetario-, aprendí a hacer dulces y postres y, sobre todo, a renunciar al egoísmo, a dar amor desinteresado y ver la vida de una forma diferente.
Por todo lo expuesto, doy las gracias a los habitantes de la aldea y, bendigo el verano en que llegamos al pueblo de la felicidad.




PASEO POR EL PASADO de Edelmira Linares





En mi pasado, por el que me paseo de vez en cuando, hoy dirijo mis pasos hacia aquella época en los que rondaría los tres añitos.
Vivía como una niña normal de mi edad, feliz e indiferente a los avatares de la vida, hasta el trágico día en que mi madre cayó enferma de tifus y tuvo que ser trasladada desde nuestro pintoresco pueblo sureño a la capital.
Aún recuerdo las caras de preocupación de mi padre y abuelos, que llorando, despedían a mi madre, ya muy malita; la vida en casa cambió, y mi abuela que me dedicaba mucho tiempo, dejó de hacerlo, al tener que ocuparse sola de todas las labores.
Por eso, quiero en estas líneas, agradecer a nuestra vecina, María Gilberto, todo el cariño con el que me mimó en esos meses tan malos.
Me llevaba para su casa, a jugar son su hija y allí me aseaba y peinaba con esmero, dándome de comer todo lo que podía. Los días, gracias a ella y a las pocas veces que podía oír la voz de mi madre, por la centralita del pueblo, eran los momentos más felices que recuerdo de esos días, hasta su recuperación y posterior regreso a casa, gracias a Dios.





BUENA O MALA de Antidia Iraida






Irene pensaba que Ildegarda era su mejor amiga. Hasta el momento, siempre le había dado pruebas de ello. Desde pequeñas iban juntas a todas partes. Según fueron creciendo, compartieron sueños, confidencias, lo sabían todo la una de la otra. Irene no podía pasar ni un solo día sin hablar con Ildegarda, era devoción lo que sentía por ella. Pasaron los años, llegando a ser dos adolescentes muy guapas. Con ello llegaron los primeros amores, desamores, todo en buena armonía. Al llegar a los 18 años, cada una de ellas escogió una carrera diferente. Pese a ello, se seguían viendo todos los días.
Al paso de los meses, cada una  empezó a salir con dos chicos guapísimos.
Mientras que Irene seguía comunicándose con Ildegarda, ésta cada día se alejaba más  de ella. Irene se preguntaba qué sería lo que estaba pasando, hasta que, un día, el novio le dijo que siempre  que veía a Ildegarda,  tenía algo que decirle en contra de Irene. Ésta se disgustó muchísimo y se fue a hablar con ella, pero ella no quiso ni contestarle. A partir de ese día, con gran disgusto, Irene tuvo que admitir que había sido engañada por la que creía era su amiga incondicional.

Consolándose, se decía a sí misma que más vale tarde que nunca para darse cuenta de lo que hay detrás de la puerta y el saber que el andar de la perrita no estaba claro.


MALO de Natividad Morín




Los vecinos de aquel pueblo estaban hartos de las gamberradas de ese chico, llamado Julián. Se peleaba con los otros niños, les escondía las mochilas, pinchaba las ruedas de los coches, no paraba de hacer golferías.  El muchacho traía de cabeza a los maestros; no se portaba bien en clase y todos se preguntaban por qué  Julián era tan malo.  En cambio, con su abuela, Julián era muy bueno. Le hacía los mandados, le ayudaba en la casa; aunque en la calle fuera un diablillo.
Un día, fue de excursión con los niños de su clase y los profesores. Los llevaron al monte, cerca de un rio ¡era un paisaje muy bonito! Y se lo estaban pasando muy bien, pese a que les indicaron que no se acercaran al río.
Cuando estaban comiendo, Julián empezó a armarla, como siempre. Tiraba migas de pan o semillas de los árboles a los compañeros.
De repente, a lo lejos, se oyó un grito pidiendo ayuda. Los profesores salieron corriendo, los gritos venían de la zona del río.
Vieron, con horror, que uno de los niños había caído al agua y se estaba ahogando. Julián no se lo pensó dos veces, se lanzó al agua, nadó donde estaba el niño, lo cogió por la camisa y se dirigió a la orilla; llegó extenuado donde le esperaban. Todos aplaudieron su heroísmo.
Los profesores se quedaron asombrados de su valentía ¡pero si es un niño bueno! –dijo su profesora-¿Cómo puede ser malo, un chico que arriesga su vida por ayudar a otro?




UN SEÑOR LLAMADO SUÁREZ de Elvira Martín Reyes




Durante muchos años, el pueblo español ha padecido una demencia voluntaria hacia el ex-presidente Suárez.
Algunos lo consideraban enemigo, otros  lo tachaban de loco. En su mismo entorno tenía más detractores que amigos; cosa lógica puesto que los gobernantes que estaban masacrando al pueblo no querían perder su estatus, que les permitía vivir como semidioses mirando al pueblo desde arriba.  A ellos les gustaba lo que veían: un pueblo sin libertad de prensa, para que no se divulgara la verdadera realidad.
Cuando llegó Suárez; este hombre malo y tan loco, puesto en el cargo  de presidente por la mano de S.M. Juan Carlos, las cosas cambiaron. Este hombre con visión de futuro, de diálogo, de libertad para expresar sus ideas,  pactó incluso con el partido comunista para lograr esa unión, con los sindicatos, con el pueblo y con la suficiente fuerza para hacer de España un país abierto hacia Europa. Implantó  la democracia que hoy… ¿tenemos en peligro?. Esperemos que sepamos reaccionar conservándola como el mejor tesoro que se nos ha regalado.
Gracias señor Presidente, ¡qué pena que tuviera usted que morir para que España reconociera su saber estar,  su valor como persona y su dignidad como Presidente!
Confiemos en que los jóvenes, que son el futuro de nuestra nación, lo tomen como maestro.




ANGELICAL de Amalia Jorge Frías



Tenía una cara angelical, siempre sonriendo y muy educada; quizás un poco convencional debido a la educación que había recibido por la época en que le tocó vivir.
Cuando Luis la vio por primera vez, se enamoró locamente; y ya no tuvo un momento de sosiego hasta que, por fin, logró comprometerse con ella. Ese fue el día más feliz de su vida.
Al casarse, se fueron a vivir a la casa de los padres de Luis, ya que él era hijo único y no podía dejar sola a su madre.
Pasaron los años y fueron viniendo los niños: cinco; uno detrás de otro, pero la convivencia de María con su suegra se hizo insostenible. Ella, para el marido, seguía siendo el mismo ángel que lo enamoró, pero para la pobre anciana, se convirtió en un demonio.
Luis sentía llegar a su casa porque tenía que oír, continuamente, las dos versiones. Un día, la madre, que era menos inteligente que la nuera, le dijo, tienes que elegir entre ella o yo, y Luis se vio entre la espada y la pared y eligió. Eligió el asilo de los Desamparados (que así se llamaba el único que teníamos), para que su madre viviera tranquila los últimos años de vida que le quedaban.

Porque…, ¿qué iba a hacer él con sus cinco hijos y con una esposa angelical a la que adoraba?.


DOS HERMANAS de Elda Díaz





Eran dos hermanas de padre y, como siempre, la mayor era la huérfana; por eso  era tratada como la cenicienta pues no la querían. Cuando el padre de las chicas se estaba muriendo, repetía  a la familia que, a su muerte, le dieran a la hija mayor una acción de agua.  Todos se hacían los sordos, preguntando: ¿qué dice, qué dice?, a lo que, la menor, se apresuraba a contestar: dijo que le rezaran una oración.  Cuando el pobre hombre falleció, la hija mayor no recibió nada; la hermana menor y la madre de ésta  se quedaron con todo.

 La casa donde vivían no disponía de pozo séptico, así que usaron el aljibe para tal fin.  Un día  la hermana menor  se fue al patio a coger sol, después de bañarse. El piso del aljibe se había deteriorado con el paso del tiempo y, en aquel momento, cedió y se llevó tras él a la chica  que se  hundió en la inmundicia. La encontraron al día siguiente. Seguro que le daría tiempo de ponerse a bien con Dios.


BUENA de Dolores Fernández Cano





Había una mujer solícita, educada, bella por fuera y por dentro, con un gran carisma. Esta distinguida señora llenaba de contento a todo el mundo. Al poseer una casa rural, que heredó de un tío carnal, decide tramitarla, pues tiene un excelente ojo para los negocios. Colma de atenciones a los huéspedes, les proporciona buena comida, buen vino y económicos precios. Los excursionistas quedan prendados de su sabiduría, bondad, amabilidad y exquisitos modales.
Hasta que, un inesperado día, la visita un misterioso caballero.  Tras entablar conversación con ella, descubre ser un inspector de Hacienda camuflado. Le exige ver los libros contables, percibiendo después de examinarlos, varias anomalías. A continuación, recorre la casa, hallando en el granero a varias mujeres que resultan  ser inmigrantes ilegales que explotaba trabajando sin sueldo y con pocos alimentos.
Los clientes, al enterarse, quedan horrorizados; no comprenden que esta gran dama sea tan malvada y perversa. Ahora se encuentra en una prisión, cumpliendo condena por fraude y extorsión.
¡Ah!, por si interesa a alguien, la casa rural será subastada.

UN BUEN PARTIDO de Mary Rancel


Se conocieron en un baile. Él acababa de llegar de Venezuela, con el propósito de buscar esposa. Tenía muy buena referencia de las mujeres tinerfeñas y había decidido enamorarse y casarse con una de ellas, para luego, llevarla a su país y allí formar un hogar. Era un muchacho de unos treinta años, de estatura media, moreno, grandes ojos negros, sociable y con mucha labia.
Ella, una joven de unos dieciocho años, de tez blanca, pelo y ojos marrones y una cara bellísima; apacible, cariñosa y simpática. Bailaron toda la noche y, desde entonces, se hicieron inseparables.
El venezolano resultó ser un chaval estupendo, bueno, amable, culto y con el porvenir asegurado. Era hijo único y sus padres, unos acaudalados propietarios, con extensas plantaciones de café, amén de otros importantes negocios. Muy conocidos en Caracas y otros estados.
El amor surgió entre ellos; parecían  estar hechos el uno para el otro.
Como el joven tenía prisa por contraer nupcias, enseguida comenzaron los preparativos para la boda. Él dejó la pensión donde estaba hospedado y se instaló en la casa de la abuela de su novia, por invitación de ésta.
Faltaba poco para la celebración de los esponsales cuando el joven, muy afligido, comunicó a la familia de su futura esposa, que debía partir de inmediato a su tierra, pues le habían telefoneado comentándole que su padre había sufrido un grave accidente. Como no tenía tiempo de recibir el dinero necesario para el viaje, pidió un préstamo de doscientas mil pesetas a los padres de su prometida, que devolvería por giro telegráfico, con prontitud.
Del indiano nunca más se supo. Para colmo de males, cuando la abuela de la enamorada recibió la factura del teléfono, ésta ascendía a más de veinticinco mil pesetas –por las llamadas realizadas por el bueno y amable novio de su nieta–.
Vivir para ver y… para no fiarse a la ligera de cualquier desconocido.