miércoles, 22 de agosto de 2012

LA ESPERA de Dolores Fernández Cano




Esta historia sucedió hace miles de años.  En un lejano y poderoso país, vivía Camelia, una doncella casta, dulce y pura.  Estaba enamorada de un galante, apuesto y fornido caballero que la cortejaba.  Pero, la gentil doncella tenía una pena muy grande pues, su enamorado, suplicaba a toda costa pasar juntos una noche de lujuria, placer y deleites carnales.
Camelia no podía ni debía sucumbir a sus deseos ya que, si su padre (el legislador del condado) se enteraba, la encerraría en las mazmorras del castillo.
El escudero le trajo un pergamino, enviado por su caballero.  Ella procedió a leerlo:
“Anhelo con vehemencia el día de mañana para volver a la ventana y admirar de nuevo tu figura apoyada en el cristal.  Descubrir tus lindos ojos que me observan con deseo…”
-¡Ay de mi!, el corazón me palpita, todo mi ser se estremece, ¿qué voy a hacer?
Una solución llegó a su cabeza.
-¡Ah, ya está!. Le contestaré que, para complacerle, deberá solicitarle mi mano a mi padre, para unirnos en matrimonio.  ¡Ay de mi! ¡Qué larga será la espera!




¡A TOMAR AIRE FRESCO! de Mary Rancel



Ring…ring…ring…
Suena el teléfono  y cojo el auricular
-Sí, ¿quién es?
-Hola, soy Tati, ¿cómo estás? ¡Hay que ver cuánto tiempo sin coincidir.  En este momento estaba pensando en ti, por eso te telefoneo.  Te llamo para quedar esta tarde y darnos un garbeo por ahí, mirar tiendas… y aprovechamos para comprarnos algo en las rebajas; algunas cosas están muy bien de precio.  Pasaré a recogerte, ¿a qué hora te viene bien?
-Escucha Tati, ya te he atendido bastante, ¡tienes… más cara que espalda! ¿Dónde están Sofi y Laura?, seguro que lejos.  ¿Es ahora cuando te acuerdas de las amigas de siempre? Pues estás lista, por lo menos conmigo.
-Chica, no seas rencorosa.  Somos amigas desde la infancia y eso no se puede olvidar tan fácilmente.  Te quiero de verdad.
-¡No me vengas con pamplinas!.  Ya sé que éramos amigas, lo digo en pasado porque desde que llegaron las nuevas, no dejaste que se integraran en el grupo, te apoderaste de ellas y las alejaste del resto.  Desde entonces no has querido saber nada de las demás.  ¿Te parece bonito?.  Pues, ahora somos nosotras las que no queremos una amiga traidora.  ¡Óyelo bien!, no te queremos en nuestro conjunto. ¿Entendido?
-Por favor, … amiga.  Las otras chicas se han ido a pasar las vacaciones con su familia en la península y no regresarán hasta principios de curso. ¡Me aburro como una ostra!.  He llamado a Carmen y a Celia y me han dado de lado.  ¡No es justo! ¡Estoy colgada!  No encuentro con quien salir.  ¿Cómo voy a pasar el verano? ¿Me lo quieres explicar?
-Esto no tiene explicación. ¿Sabes?, me alegro de que las demás piensen igual que yo.  Ahora podrás valorar lo que has perdido.  Así que… ¡vete a tomar aire fresco! y no vuelvas a molestar.
Cuelgo el teléfono y me pregunto
-¿Tomar aire fresco? ¿Por qué no?  Muy bueno para el verano.  Ya es hora de que la pija esta escarmiente.



PERSONAJES EN TREN de Natividad Morín

Cuadro de Edward Hopper



Era un día frío y lluvioso cuando Patricia fue a la estación del tren, subió en él, se acomodó en un asiento y comenzó a leer un libro.  Casualmente, el título del primer relato era El extraño hombre del tren.
Vió como entraba en el vagón un extraño hombre con gabardina y sombrero negros.
Justo cuando terminó de leer esto, Patricia se fijó en un hombre que acababa de entrar; ¡tenía las mismas características del personaje del relato!. Patricia, aunque asombrada, concluye que aquella era solo una casualidad y no le dio más importancia, enfrascándose en la lectura.
Pasado un rato, se abrió nuevamente la puerta del vagón y esa vez entró una mujer de mediana edad, menuda, nerviosa y envuelta en un abrigo y una bufanda que le tapaba casi toda la cara.  Parecía que no quisiera ser reconocida.  Se dirigió al señor de la gabardina negra y después de saludarle muy inquieta, iniciaron una conversación en voz baja.  Fue complicado escuchar lo que decían pero Patricia alcanzó a oírles decir
- …Ya está todo preparado, esperemos que todo salga bien, pues no tendrán otra oportunidad…


Mientras los observaba, ella sigue leyendo el libro y su sorpresa iba en aumento pues la historia que leía, reproducía exactamente lo que estaba ocurriendo en el tren.  Siguió hasta el final de aquel primer relato y descubrió con terror que terminaba con un crimen. 
Para entonces, el tren había parado en la estación y el hombre y la mujer bajaron de él; la mujer cada vez más nerviosa.
Patricia siguió con la lectura, terriblemente preocupada por las coincidencias.  Esperó con ansiedad el día siguiente para ver las noticias por televisión.  A punto estuvo de desmayarse cuando vio en la pantalla, como la policía detenía a una pareja –los mismos del tren, los mismos personajes del relato–. 



EMBARAZO SOÑADO de Candelaria Bacallado




Una noche, años antes de casarme y aún sin conocer al que hoy es mi marido, soñé que estaba embarazada y tenía un niño.  Fue tan real la visión de aquel instante que, dentro del sueño, yo pensaba ¡cómo iba a ser madre si todavía no tengo pareja!.
Pasados los años, me casé y algo después, mi embarazo nos llenó de alegría porque fue un niño muy deseado.  Nos invadía la ilusión y el deseo de que todo saliera bien. La primera ecografía que me hicieron fue muy emocionante; recuerdo que el niño tenía un dedo en la boca.  El médico nos dijo que, o era una niña o un niño muy vergonzoso.  No había forma de ver el sexo y, aunque no se pudiera constatar, yo estaba segura de que era un niño, mi hijo, y hablaba a diario con él.
El día de su nacimiento fue el  más feliz y también el día en que se pudo certificar, con absoluta certeza, que yo tenía razón.



DAR EN EL BLANCO de Paula Lugo




Había dos equipos de bolas criollas y uno de ellos quería ganar a toda costa.  Para lograr su propósito, el capitán del equipo de segunda división que anhelaba subir a primera a como diera lugar, puso unas gotas extrañas en el vaso del capitán del club rival.  Yo fui testigo de esto y me he preguntado toda la vida cómo y por qué existen personas que son capaces de cualquier cosa por ganar una competición deportiva.  A pesar de eso, sigo creyendo en la buena fe en el deporte porque sé que son mayoría aquellos que ganan dando en el blanco, sin hacer trampas.
Aquel valiente capitán llevó a su equipo a la victoria porque, aún sintiéndose enfermo y con diarrea, ganaron el partido.  Aquel valeroso capitán era mi esposo.


MIENTRAS ESPERA de Mary Rancel




Esto ocurrió en la década de los años sesenta.
Como cada tarde, desde hacía un año, Paco llegó a la casa de Rosita con el propósito de trabar la hebra durante unas horas.  Solían charlar del tiempo, de las noticias recientes, del trabajo en la oficina…  Eso sí, en cada visita él la obsequiaba con una flor, un bombón, una chocolatina…  Lo que no esperaba ese día Paco es que a Rosita se le había acabado la paciencia.  Nada más llegar y hacerle entrega de una preciosa flor, Rosita la dejó de cualquier forma sobre la mesa, sin olerla siquiera, y le soltó muy enojada
-Déjate de tanta flor de y de tanta charla vacía. ¡Es que pones de los nervios!.  No hace falta que vengas a entretenerme cada tarde.  De ahora en adelante, saldré con mis amigas –con las que quedan solteras, porque la mayoría se han casado y tienen hijos–.  Mientras, yo aquí, como un pasmarote, aguantando tus peroratas.  Pues…¡se acabó!, iré al cine, al baile, a pasear… ¡a lo que me dé la gana!. Quiero hacer una vida normal. ¡¡Quiero echarme un novio!!, todos creen que eres tú, sí, tú, el que jamás ha dicho que quiere tener una relación de noviazgo conmigo.  Tampoco se te ha ocurrido decir lo mucho o lo poco que me quieres.  Yo, siempre esperando, cada tarde, con la ilusión de recibir una declaración de amor que nunca llega.  ¡Vete! y no vuelvas.
Paco, al principio, se quedó pasmado, luego reaccionó y dijo:
-Rosita, si eres mi amor, la única a la que quiero más que a las niñas de mis ojos.  Pero, si bebo los vientos por ti.  Si no fuera así, ¿tú crees que estaría visitándote cada tarde, con calor, frío, viento o lluvia?.  Por favor, no pienses que no te quiero.  Si tú me faltaras…yo, me moriría.  Pero esto es cosa de dos.  Yo, esperaba que tú me dijeras…, tú esperabas que lo dijera yo…y, así han transcurrido el tiempo.  Te aseguro que, cada vez con más amor.
Ella, sonriente, le contesta suavemente y con zalamería
-¡Cariño!, ¿no sabes que en el amor es el hombre el que toma la iniciativa?
-¡Mi amor! –dice Paco sorprendido– pero, si tú nunca has dejado que yo tome ninguna decisión.  Eso me hizo pensar que con lo del amor, sería lo mismo.  ¡No sabes cuánto he sufrido!.  Siempre hablabas del machismo y sus inconvenientes, por eso yo callaba.  Si en el fondo sabía que me querías como yo a ti.  A partir de ahora nada será igual.  Todo será cosa de dos.  Pronto nos casaremos.
Definitivamente, había decidió no mirar hacia atrás.  No seguiría esperando.


  

martes, 21 de agosto de 2012

NO TENER BLANCA de Candelaria Bacallado




Jaime y Ana son un matrimonio que, en su juventud, emigró a Alemania.  En ese país nacieron sus hijos y trabajaron durante veinte años.  Habían hecho unos ahorros con la ilusión de volver a España y construir su casa.
Al volver a su pueblo, cumplieron su sueño de tener un hogar.  Con el resto de los ahorros, abrieron una cuenta en el banco para, según ellos, vivir de las rentas.
 Ahora, uno de sus hijos les comunica que va a casarse.  Ellos, muy entusiasmados deciden sacar algo de sus ahorros para ayudarle.  Al día siguiente se disponen a ir a la sucursal.  Hablan con el director, a quien conocen de toda la vida y le cuentan su decisión.  Cuando lo hacen no pueden dar crédito a la respuesta que les da: no pueden disponer de su dinero.
El matrimonio, abatido y muy triste por la terrible noticia, regresa a su casa sin poder reaccionar.  Se miran el uno al otro pensando que, después de tantos sacrificios y de años de duro trabajo fuera de su tierra, se han quedado sin blanca, no disponen de nada para ayudar a su hijo.




LA ALEGRÍA DE MARIO de Dolores Fernández Cano


Tras su divorcio, Mario decidió que era hora de buscar otro estilo de vida, para vivir nuevas experiencias.
Después de jubilarse y al no tener hijos, cuenta con mucho tiempo libre.  Mario es alegre, muy sociable y cree que ha llegado el momento de romper con su pasado.  Necesita nuevas amistades.
Ha intentado conocer a otras personas por medio de internet y… ¡lo ha conseguido!.
Se comunica con una internauta, su nombre es Trinidad.  Según le ha contado ella, tiene dos hijos y lleva dos años de viudez.  Su profesión es la de escritora.
Pero todo eso no es lo que preocupa a Mario.  Los dos están de acuerdo en conocerse personalmente.  El inconveniente es que Trinidad vive allende los mares y Mario no es nada marinero.
Como ella no puede trasladarse, ha insistido en que sea ella quien vaya a visitarle.
Todas las tardes, Mario acude al puerto para reflexionar sobre su viaje.  La brisa del mar refresca su mente porque el mar es relajante, inmenso y, a pesar de todo, siente pavor por tener que cruzar el charco.
Los días transcurren y, como de costumbre, Mario camina pausadamente, llega al puerto y dirige sus ojos al mar.  Hoy se siente más ilusionado; comprende que no puede seguir de esa manera.  Es hora de descubrir mis verdaderos sentimientos, se dice. Además, Trinidad va a creer que soy un cobarde.  No es que tengamos una gran relación pero nuestros caracteres son muy parecidos y coincidimos en nuestros gustos.  Sí, venceré a mis temores, organizaré el viaje.  Los barcos de hoy en día son seguros, se repite.  Tengo que demostrar que soy un hombre valiente y decidido.
Sí, no cabía duda de que había llegado el momento.

UNA DE PIRATAS de Natividad Morín





Un día, mientras estaba paseando a su perro, Nuria escuchó la voz de un chico que la llamaba por su nombre.  Ella giró la cabeza para ver quién era y fue una desagradable sorpresa descubrir que se trataba del latoso Sergio, un amigo al que conocía desde la época de parvulitos.
-Ya está aquí este pesado –pensó Nuria– ahora va a contarme un montón de mentiras y, como siempre, va a pensar que yo me las creo, ¡cómo si no lo conociera!.
Efectivamente, Sergio comenzó a contarle que había ido a un crucero por el Caribe y que había conocido a una chica guapísima, hija de un banquero muy conocido que tenía una mansión a las afueras de Londres.  Él mismo le había invitado a pasar el fin de semana.
Mientras Sergio empataba una mentira con otra, Nuria pensaba en la imaginación que tenía su amigo para inventar todas aquellas historias; la fantasía de siempre, nunca la había perdido. ¡Pero si lo vimos en una playa de Valencia y estaba solo!.
-He pasado unas vacaciones de película, ¿te has dado cuenta? ¿no? –siguió diciendo él, pero esta vez Nuria no estaba dispuesta a quedarse callada.
-Sí-dijo ella– y ahora me cuentas una de piratas.


DOS NARANJAS Y UNAS CHOLAS de Elvira Martín Reyes


No sé cómo llegó a mi mente este recuerdo pero, se hace tan real que parece como si lo estuviera viviendo justo en este momento.
Yo tenía siete u ocho años y vivíamos en el barrio Duggi.  En la casa de al lado estaban mis padrinos pero, en realidad parecía una sola casa pues éramos todos como una gran familia.  Mi padrino era sastre, aunque a principios de la década de los cincuenta del siglo pasado no había mucho trabajo; estábamos en plena posguerra y era época de escasez en la que todas las familias atravesaban malos momentos.  A pesar de mi corta edad, yo escuchaba todos los comentarios y las conversaciones entre mi padre y mi padrino, referentes al poco trabajo, la guerra, los políticos o cualquier otro tema.  En mis casa se hablaba mucho siempre, se escuchaban todas las noticias, sobre todo Radio Independiente.  Lo ponían muy bajito porque al otro lado vivía un comisario de policía y en ese tiempo estaba prohibida esa emisora.
Ese año, en la víspera de Reyes, mi madrina me dijo muy triste:
-Elvira, los Reyes este año no pueden dejar gran cosa.  No será como en años anteriores porque están pobres y seguramente no encontrarás nada debajo de la ventana.
 La ventana era el sitio donde Los Reyes descargaban los regalos.
Por fin llegó el día y con los ojos apretados me dirigí a la sala para ver si finalmente me habían dejado algo.  Al abrirlos, me encontré con mi regalo y grite:
-¡Abuela, abuela! ¡Hay regalo, hay regalo!
Eran unas bonitas cholas de levantar de color rojo y dos naranjas.  Eso sí, las naranjas eran de ombligo.  Enseguida corrí a casa de mis padrinos y debajo de la ventana encontré una pequeña y bonita muñeca.  Los Reyes no habían sido abundantes pero, despertaron en mi tanto agradecimiento hacia mis mayores que, a pesar de no comprender quienes eran los verdaderos Reyes, intuía que mi familia había hecho un gran sacrificio para que yo tuviera esos regalos.  Esos por los que hoy recuerdo ese día como mi mejor Día de Reyes.



PRESAGIO de Candelaria Díaz



¡Mira qué gracioso!.  No te rías, que no haces gracia. ¡No te fastidia! y siguió ja, ja, ja. ¡Ah!, ya sé, estás pensando que ya no será lo mismo.  Está claro, y todo por la crisis. ¿Te crees que te vamos a utilizar menos? ¡Ja! No te hagas ilusiones. ¿Tú qué te crees? Tantos años juntos y todavía no sabes que somos una raza fuerte y ya hemos salido de otras crisis, para que te enteres.  Comeremos, de primero potaje con gofio y de segundo plato, potaje sin gofio.  Así que deja ya la guasa y no dudes de que te daremos la utilidad para la que fuiste creado, con que … ¡muérdete la lengua y aguanta!
Y así me despidí, no sin antes advertirle… ¡hasta más ver, pues pienso volver!

MI PRIMER PARTO de Polonia Baute Benítez




Poco después de casarme, quedé embarazada y al cumplir los tres meses, el médico me envió a un ginecólogo que tenía la consulta en la calle El Sol.  Me recibió la enfermera y, cuando me tocó el turno, me desvistió y me acostó en la camilla.  Entonces, llamó al médico por teléfono.  Creo que, siguiendo sus instrucciones, la enfermera me midió con un aparato, después de lo cual me dijo que me vistiera y esperara al doctor.  Éste entró poco después y me ordenó que me acostara en la camilla.  Yo, inmediatamente, le repuse que ya la enfermera lo había hecho.  Él se quedó en suspenso y entonces me dio el nombre de la partera, unos vales para que me dieran las cosas para el parto y me despachó, sin más.
Fui a la partera y me pidió que le avisara cuando estuviera con los dolores.  Al tiempo, cuando me empezaron las contracciones, la mandé llamar.  Ella vino a casa, me miró y me comentó que aquello iba de largo.  La partera me visitaba por la mañana y por la tarde, así durante tres días, durante los cuales me decía que aún era cuarto menguante y que la luna no tenía fuerza.  Al tercer día, di a luz a un niño que pesó al nacer tres kilos y medio.  Pensé no tener más pero, no fue como yo quería porque tuve otros dos  y en el transcurso de los embarazos no me vio ningún médico.  ¡Qué diferentes son las cosas ahora!  Hoy en día, desde que tienen la primera falta están en manos de los médicos, hasta que dan a luz

BARQUITOS DE PAPEL de Teresa Jiménez




La primera vez que subí a un barco fue en el año 1947, cuando destinaron a mi padre al Gobierno Civil de Tenerife.  Aquel barco no era de papel, no; era de hierro negro muy feo y se llamaba Rey Francolí.  Tardó tres días en llegar y cuando lo hizo, atracó en el muelle de Rivera.  Nada más bajar, nos fuimos a desayunar a la calle La Noria, en un bar que había donde ahora está Maya.
Esa época fue feliz; pronto me hice una mujer y me eché novio enseguida.  Me estuve preparando para establecerme como modista y lo conseguí.  Puse un taller y tuve siete chicas trabajando conmigo; se llamaba Modas Maritere y, gracias a él, me doté de todo para casarme.  De esa manera, mi marido estrenó todo de todo mientras yo no estrené nada de nada.  Ese si que fue un barco de papel que, navegó bien durante bastante tiempo y juntos prosperamos hasta que… me rozó la certeza de que somos como barquitos de papel ante el destino…