lunes, 25 de febrero de 2013

ENAMORARSE de Luisa Delgado Bello




Cuando la veía  entrar por la puerta de los grandes almacenes, siempre tan elegante, con su aire de distinción  innato, tan resuelta y decidida, me daba un vuelco el corazón y me latía tan deprisa que parecía que me iba a saltar del pecho.
-¡Estoy enamorado de ella!, pero ¿cómo le digo que la quiero?. No me atrevo a dirigirme a ella; sólo soy un empleado de unos grandes almacenes.Yo imagino que ella vive en una mansión, llena de sirvientes que le harán todo lo que pida, ¿cómo voy a aspirar a que se fije en mí, entonces? –no paraba de decirme.
Hasta que, un día que estaba colocando ropa en los estantes, oí una voz a mi espalda que me preguntaba si la podía atender.  Cuando me di la vuelta, vi que era ella.  Me quedé muy tembloroso porque no creía lo que me estaba pasando.  Ella me miraba y yo la miraba a ella, como si estuviéramos en el cielo.  Hablamos mucho rato, como si lo hubiéramos hecho toda la vida.  Ella me contó que todos los días subía a la planta donde yo trabajaba, sólo para verme.  Aprovechaba la hora del bocadillo. Hablamos de todo, mientras mirábamos con el rabillo del ojo por si venía el encargado.  Me contó que trabajaba de cajera en el supermercado del mismo almacén. ¡Y yo que creía que era una rica heredera! ¡Qué distintas son las cosas a como nos la imaginamos!
Ahora, salimos todos los días y juntos somos muy felices.


DECEPCIONES de Mary Rancel




Se conocieron cierto día por internet.  Primero entablaron una amistad, simpatizaron, y se contaron sus vidas.  Pasados unos meses, descubrieron que estaba enamorado el uno del otro.  La relación fue cada vez más intensa, más íntima y, por supuesto, más romántica.  De lunes a domingo, chateaban durante dos horas cada día.  Para el muchacho era insuficiente, ¡la echaba tanto de menos!.  Sentía la necesidad de intercambiar emociones y sentimientos cara a cara y le resultaba muy difícil no estar junto a su amada.  Por tal motivo, tomó un mes de vacaciones en la empresa donde trabajaba y, por sorpresa, se presentó en el domicilio de su amor, allende los mares.
Cuando estuvo junto a la vivienda, le hizo una llamada al móvil –no dijo quien era –solo que bajara un momento que le esperaba una sorpresa. La chica no se hizo esperar, enseguida estaba en la puerta del domicilio.  Su estupefacción al verlo fue tal que no podía articular palabra.  Después de unos segundos interminables, se fundieron en un abrazo.  Ella fue la primera en reaccionar y comentó aturdida:
-¿Qué haces, loco? ¿Por qué no me has dicho que venías?  Te he prohibido miles de veces que me llamaras por teléfono, ¿por qué lo has hecho?.  Si llega a coger la llamada alguien de mi familia, se lía gorda.  ¡Insensato, más que insensato! –mientras hablaba, se notaba su nerviosismo y tenía la voz entrecortada y los ojos llorosos.
-¿No te alegras de verme?  Esperaba otra clase de recibimiento –comentó él, desconcertado –yo estoy muy contento, llenas todas mis expectativas, eres infinitamente más guapa que en las fotos. ¡Te adoro cariño! –su entonación manifestaba toda su pasión.
Fue en aquel momento, cuando se abrió la puerta de la calle y apareció un niño de unos seis años.
-Mami, has dejado el juego a medias, te estamos esperando para terminarlo, papi dice que entres.
-Es mi hijo mayor, tengo una niña de tres años.  Ellos son mi vida, junto con mi esposo –empujó al niño hacia el interior de la casa y añadió – Perdona, nunca he pretendido hacerte daño.  No entiendo lo que ha sucedido.
Pronunció aquellas palabras con voz emocionada y un rictus de amargura en su semblante.  Cerró la puerta tras de sí y desapareció sin mirar atrás.
Él, descorazonado, cogió la maleta y desengañado, se marchó cabizbajo con su decepción a cuestas.



CONFUSIÓN de Elvira Martín Reyes





¿Cómo explicar un sentimiento sin que, inmediatamente, aflore otro y te deje con la mente en blanco?.  Así me sentí el día en que mi abuela enfermó.  Durante ese tiempo, yo la ayudaba a bañarse.  Aún recuerdo la primera vez que vi su cuerpo desnudo; su impotencia contrastaba con la dulzura de su mirada que, sin decir nada, me daba las gracias.
Sólo con quince años, descubrí el significado de las palabras vejez y enfermedad.  Me sentí… vacía y al mismo tiempo llena de ternura hacia ella.  Todos esa mezcla de sentimientos,  poco a poco, me fueron ayudando a ser más realista y a tener los pies sobre la tierra.



INDIFERENCIA de Edelmira Linares




Con el tiempo y un poco de experiencia; sobre todo con lo que se va aprendiendo en la escuela de la vida, uno va dando forma a sus armas de mujer.  Según tu personalidad, te cuesta más o menos, ir curtiéndote en las lides de la vida, pero ellas son necesarias pues gracias a ellas, a veces, no siempre, sufrimos un poquito menos y eso significa que nos hacen menos daño y nos hacemos más tolerantes.  Hay veces que no te puedes contener y te enfrentas, grave error, pues al final, solo logras un berrinche y poco más.
Cuando realmente compruebas que estás graduada con matrícula de honor es cuando, por mucho que te busquen, por mucho que te digan, o por mucho que intenten que saltes, tú logras hacer oídos sordos y, con tu fuerza interior, pasas de ellos.


ARROJO de Amalia Jorge Frías





Irene era una joven encantadora, alta, delgada y muy guapa.  Todos los días salía de su casa a las ocho de la mañana, para asistir a clases de baile.  Para ella no existía nada en el mundo más importante, ni que la hiciera más feliz. Quería ser profesora y montar una academia, pero primero recorrería el mundo, triunfando en los escenarios y se haría famosa.
Un día, iba ensimismada en sus pensamientos cuando, de improviso, apareció un mercedes negro a toda velocidad y, sin que el conductor  ni ella lo pudieran evitar, se le echó encima y la arrolló.
Irene pasó dos meses muy grave en el hospital, pero con el tiempo, se fue recuperando de todo, menos de una pierna que terminaron sustituyendo por una ortopédica.  Como es de suponer, todos sus proyectos e ilusiones, se desmoronaron, sin embargo, gracias a la fortaleza de su carácter y a sus convicciones religiosas, logró sobreponerse y encauzar su vida por otros derroteros, que también la llenaron de felicidad.




DESCONFIANZA de Dolores Fernández Cano





Venancia es la dueña de una tienda, más concretamente, de una perfumería.  Ella, además de suspicaz, es una perfecta perfumista.  Su antigua empleada disfruta de la baja maternal; por ese motivo, necesita a otra persona que la ayude en el negocio.  Su primo Alberto le ha recomendado a un amigo, pero a Venancia no le acaba de convencer.  No le agrada su mirada, un tanto desafiante, presiente que es falso, recela de sus palabras, al mismo tiempo que sospecha que es un bribón lo que pone en duda, por supuesto, su lealtad para el trabajo.  Sin embargo, dispuesta a conceder un favor a su primo, lo admite, con mucha reserva y desazón.


PLACER de Elda Díaz





Estar cerca de la naturaleza en medio de un bonito día, después de la lluvia, despierta en mí emociones agradables, que me gustan.  Parece que la atmósfera se limpia y cuando el Teide se ve nevado, parece un sueño.  Luego, es delicioso bajar a la playa y quedarme allí, mirando al mar, tranquilamente sentada en la silla de alguna terraza cercana, tomando algo.  Me olvido de todo.  Disfruto de aquellas sensaciones un buen rato y después, …¡a pechar con el presente!





LA CALMA de Natividad Morín




Acababan de casarse y, después del banquete, se irían de viaje.  Los padres del novio les regalaron un crucero por el Pacífico.  Los jóvenes estaban como locos; nunca antes habían viajado en barco.
Se hallaban ya en alta mar y el transatlántico parecía que no se movía, pues el mar estaba tranquilo, sosegado.  La pareja no paraba: la piscina, cenas de gala, baile; todo era maravilloso en medio del azul maravilloso del mar.
Pasados los días, empezó un fuerte oleaje y entonces sí, el barco se movía mucho, hasta tal punto que, los pasajeros estaban asustados y, la recién casada entre ellos, no se separaban de sus chalecos salvavidas.  El marido trataba de consolarla, de hacer que mantuviera la tranquilidad.  A medida que pasaban las horas, el mar fue volviendo a ser el de antes.
El capitán tranquilizó a todos los pasajeros y aprovechó para agradecerles su serenidad.
-Olviden esto y ¡sigan pasándolo bien!
La pareja prosiguió con el viaje tan felices como siempre, habiendo aprendido que después de la tormenta siempre viene la calma.  Una lección que les vendría muy bien para aquel otro viaje, más largo y más duro que empezaban: el del matrimonio.


EL DESENGAÑO de Carmita Díaz



                                                                              

Decidimos, mis amigas y yo, ir a la playa el domingo y después, por la tarde, dar un paseo o ir al cine.  Terminamos finalmente, dando un paseo por las ramblas.  Pronto se nos acercó un joven guapo y elegante por el que nosotras nos pirriábamos; quiero decir que nos reíamos y vacilábamos con él: ¡cosas de la juventud!.  Él paseó junto a nosotras, pero siempre a mi lado.  Mis amigas comentaban que qué era lo que tenía yo, que si el acento de mi voz y no sé cuántas cosas más.  Yo no les hacía caso porque estaba coladita por el chico, me gustaba mucho.
A partir de aquella tarde, siempre que salía con mis amigas y nos encontrábamos, el seguía colocándose a mi lado y yo, mientras tanto a llenarme de ilusiones, hasta que, una tarde que salí con mi hermana, me quedé helada , estupefacta y con un incontenible temblor de piernas, al verlo en un bar, muy acaramelado con una de mis amigas.   Esa es la historia de mi primer desengaño.