martes, 28 de agosto de 2012

CAMBIO DE AIRES de Mary Rancel




Unos amigos muy marchosos, jóvenes, con respecto a mi edad, me invitaron a que les acompañara a una discoteca de moda para que cambiara de aires. Yo había visitado alguna de joven pero, ignoraba que esas zonas de ocio hubieran experimentado un cambio tan sustancial.
Ocurrió una calurosa noche de verano.  La discoteca estaba situada en las afueras de la ciudad, ubicada en el sótano.  Se accedía por una estrecha y angosta escalera metálica, iluminada con una tenue luz, tan lánguida que apenas se podía ver.  Por poco me mato antes de tocar el suelo.  Bajé dando traspiés, aferrada a la barandilla con ambas manos, como si en ello me fuera la vida.  Cuando toqué suelo firme, respiré aliviada.  Pude comprobar que el local no tenía ventilación, estaba en penumbra, luces blancas que se encendían y apagaban de forma intermitente que me mareaban…  En ese instante tan tenso para mí, interiormente me pregunté
-¿Cómo pueden los jóvenes subir y bajar esa peligrosa escalera con tanta desenvoltura? ¿Cómo lograrán divertirse en un espacio en el que no se ve ni torta, con tanto ruido, que no se puede ni trabar conversación?
Yo estaba cegata, mareada, sudando como un pollo mojado y, lo peor de todo, ¡me faltaba la respiración!...  El ambiente estaba tan cargado que era irrespirable y el aire viciado me originaba ahogo.
-¡Esto no es lo mío!- me dije a mi misma, convencida.
Agarré enérgicamente a una de mis amigas del brazo, esperando que fuera mi salvación y, a grito limpio, le dije
-¡Me voy de aquí, voy a terminar con un infarto, ¡me estoy asfixiando!
Ella contestó sonriendo, intentando tranquilizarme
-¡Chica! Espera, ya te irás acostumbrando a este ambiente tan guay.  Tómate una copa y ponte a bailar.  Es el impacto de la primera vez. ¡Si pareces una cazurra de pueblo! ¡Anda!, vamos a la pista a mover el esqueleto.
-¡No quiero!- le contesté alterada.  Lo siento, pero me marcho.  No te preocupes, cogeré un taxi.  Coméntaselo al resto.
Subí la escalera a trompicones y alcance la salida.  Al llegar a la puerta, aspiré hondo el aire cálido de la noche veraniega, me llenó los pulmones y tranquilizó mi espíritu.  Tomé un coche y regresé a casa despejada y serena.
Mis amigas me llamaron alarmadas.  Les relaté que ya estaba en casa y muy bien, que no volvieran a invitarme a esas modernidades.  Lo próximo sería ir a tomarnos un barraquito.  Colgaron el teléfono desternilladas de la risa.  Yo dormí plácidamente.

2 comentarios:

  1. Para gustos los colores, definitivamente. A mi me gustó tu relato, no sé si real o ficticio, por ejemplo. También estoy de acuerdo en que no hay nada como el aire puro.

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  2. ME ALEGRA VER ESTE RELATO, PUES YA NO RECORDABA QUE LO HABÍA ESCRITO. TE BOMBARDEO CON TANTOS...

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