miércoles, 9 de octubre de 2013

TENGO QUE CONFESARTE ALGO de Elvira Martín Reyes


Era un pueblo pequeño que, con la emigración, quedó vacío. 
A alguien se le ocurrió, entonces, ofrecer las casas medio derruidas a mujeres maltratadas y con hijos pequeños.  De a poco fueron llegando familias, así hasta quince.
Eran casas a medio arreglar que ellas mismas terminaban de acomodar.  Tenían además, derecho a un pequeño huerto donde cultivaban sus verduras y hasta criar algún animal para ayudar a la alimentación de sus hijos.  Con estas facilidades, las mujeres salían adelante haciendo trabajos temporales y, con mucho esfuerzo, llegaban incluso a dar carrera a sus hijos.
Una de estas mujeres destacó bastante, pues su hijo sacó la carrera de Económicas y está trabajando en Bruselas.  Eso fue un acontecimiento en el pueblo, que hoy en día se ha convertido en un pueblo preocupado por la cultura, donde todos han arrimado el hombro para dar estudios a los niños, y donde juntos han salido adelante.


Querido lector, tengo que confesarles algo.  No sé si esta historia es real o no.  Les dejo con la duda, pero siempre tenemos la opción de usar la imaginación, que al fin y al cabo, es lo único libre que tenemos.  Vuela hasta este pueblo y pon tu mismo fin a la historia.




2 comentarios:

  1. Me ha encantado el juego al que nos invitas, Elvira. Juguemos, imaginemos, construyamos la utopía y hagamos realidad lo irrealizable, ¿por qué no?

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  2. Ese final abierto invita a la meditación, o a la audacia, de poner nombre a se pueblo que se preocupa por la educación. Así deberían ser todos.

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