martes, 15 de mayo de 2012

ESPERANZAS de Amalía Jorge Frías




Nací en el año 1942, sólo tres años después de haber terminado la guerra civil española.  Como era muy pequeña entonces, guardo pocos recuerdos de esa época de posguerra que me tocó vivir durante los primeros años de mi infancia pero, algunos no se me han borrado nunca.
Mi madre, muy temprano, me levantaba de la cama y me llevaba con ella para hacer unas largas colas para comprar carbón.  También recuerdo verla disgustada por no encontrar la cartilla del racionamiento, sin la cual era muy difícil conseguir alimentos.
Desde Fasnia, mis abuelos nos mandaban sacos de naranjas, de papas y de todo lo que ellos cultivaban.  Mi madre repartía las naranjas entre las vecinas.  Algunas iban a mi casa a buscar algo de comida, “gracias a mis abuelos”, porque en la capital era muy difícil, aún teniendo dinero, encontrar nada.
Ahora soñamos con viajar, con comprarnos ropa (aunque tengamos los armarios llenos), con irnos unos días a un hotel, sin embargo, el mayor sueño de mi madre siempre fue poner una venta y, cuando mi hermano tenía dos años y yo cuatro, logró convencer a mi padre y pudo así ver su sueño realizado.  Aunque trabajaba mucho, era muy feliz porque no nos faltaba nada en casa.
Una de las peores consecuencias de la guerra fue el hambre, que duró varios años.  Algunas niñas de mi misma edad, vecinas nuestras, iban a pedirle a mi madre plátanos maduros de los que ya no servían para vender y ella tiraba.  No había nada envasado, todo era a granel y las cantidades que se despachaban eran muy pequeñas: un cuarto litro de aceite, medio kilo de azúcar, cien gramos de café.
Una vez, una clienta compró un huevo.  Dijo que lo quería para el marido y al día siguiente contó que el marido no se lo había comido y ella lo había compartido con sus dos hijos.  Lo dijo como si fuera lo más normal: ¡que un huevo diera para tres personas!.
He contado todo esto porque ahora, cuando continuamente nos estamos quejando de la crisis que nos ha tocado vivir en este siglo, es bueno recordar que las hemos tenido mayores y, aunque es cierto que hay muchas personas que lo están pasando mal, no llega a ser una crisis tan generalizada como la que se vivió en España los años posteriores a la guerra civil.  Y si de esa logramos remontar, de ésta, con la ayuda de Dios, el esfuerzo y la colaboración de todos, también lo conseguiremos.

2 comentarios:

  1. Disfruto mucho leyendo estos retazos de memorias vividas, como las tuyas. Pedazos de vida puestos en el papel para compartir, y de cuya lectura podemos sacar buenas lecciones, como el dulce ejercicio de la esperanza al que nos invita tu precioso relato. Bien narrado. Me he dejado llevar por el hilo de la narración y me ha encantado.

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  2. No tengo adjetivos apropiados para describir cuanto me ha gustado tu relato. Sigue en esa línea y que tiemble Isabel. Es broma. Las dos, guay del Paraguay. Un abrazo inmenso

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