martes, 10 de febrero de 2015

AFRENTA IMPERDONABLE Dolores Fernández Cano




Llega a su casa y la encuentra con otro.  Un sudor frío recorre todo su cuerpo; no puede contener su indignación.  Trini siente vergüenza, agacha la cabeza.  Sabe que le ha fallado, pero es que el otro la tentó, la engatusó con sus caricias, con  sus mimos y besuqueos.  Ella necesita más cariño, más atenciones, más manifestación de afectos y el visitante se los había proporcionado.  Dogo siente en sus carnes la puñalada trapera; la reprende duramente por haberlo traicionado.  Como habían pactado separación de bienes, la caseta se la queda él, así que le ordena súbitamente que recoja sus pertenencias y se vaya con su amigo pequinés a otro lugar.  Al quedarse solo, Dogo, de cabeza grande y hocico chato, reconoce que, sin lugar a dudas, ha tenido un día de perros.



2 comentarios:

  1. Muy bueno. ¡Cómo nos has engañado! Y, al contrario que a Dogo, a nosotros los lectores, el sabernos engañados no nos molesta, ¡nos encanta!

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  2. Efectivamente fue un día de perros para no olvidar. Como siempre, magistral.

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