miércoles, 10 de abril de 2013

MARÍA de Candelaria Bacallado






Conocí a María una tarde de otoño, en la puerta del centro donde las dos empezábamos un curso de psicología.  Era delgada, de tez blanca y pelo rubio.  Su mirada parecía que escudriñaba el alma, cuando se interesaba por algo o por alguien.
Durante quince días, y en los ratos libres, aprendí por medio de la palabra, su fuerza, su ternura a la hora de defender al más débil.  Su amistad dejó huella en mí, creándome la adicción por la lectura.  Compartimos libros que ella me prestaba y yo leía con avidez.
A través de la lectura, se abrió ante mis ojos un mundo de libertad de pensamiento al que yo, luego, acudía como una necesidad; la necesidad de conocer y, al mismo tiempo, saborear ese conocimiento.



2 comentarios:

  1. Bello relato, preciosa historia, maravilloso encuentro con una María que abrió ante ti la posibilidad de crecer y volar, leyendo…

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