martes, 25 de noviembre de 2014

¡QUÉ PENA! Natividad Morín


         Crispín se dio cuenta de que ya los vecinos no mandaban tantas cartas como antes, ¿por qué sería?, con lo que bien que se lo pasaba él leyendo los escritos: secretos de amores, desamores, adulterio…Sí, ya sé que soy un chismoso –se decía– pero era tan aburrido ser un buzón y aquella era la única forma de pasar algún momento divertido.  Si los vecinos supieran que él conocía sus secretos, seguro que lo denunciarían, pero pensándolo bien, ¡eso es una locura!; ¿cómo se puede denunciar a un buzón que no tiene vida?, él sólo era una cosa redonda, de cemento amarillo con una puerta pequeña y una ranura para meter las cartas.
         Un día, Crispín salió de dudas; gracias a una chica que colocó en él una carta, se enteró que la culpa la tenía internet, el móvil con su whatsapp, ¡qué rabia!, ¿por qué lo habrán inventado? ¡con lo bonito que es escribir y contar sus cosas…y de paso, él podía enterarse de todo.
         No se dan cuenta de que mandar cartas es más barato y así practican la escritura, ¡qué pena!, de ahora en adelante todo será distinto, y Crispín se volverá un buzón triste y aburrido.




2 comentarios:

  1. Es verdad, la tecnología nos acerca a nuevas cosas pero, irreductiblemente, nos aleja de otras. ¡Qué pena sentimos todos por el pobre y solitario Crispín!

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  2. También a mi me da pena el buzón. Llegará un día , no muy lejano, en que podremos leer el pensamiento a los demás, será muy divertido.
    Bonito relato Nati.

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