lunes, 17 de febrero de 2014

SUBIR LA CUESTA. De Edelmira Linares







Nada más verla, Mima creyó que nunca podría subirla.
Todos los retos que se había puesto, siempre los había logrado; en mayor o menor grado siempre había alcanzado la meta propuesta.
De hecho, en la vida, cuanto más empinada era la cuesta, más se esforzaba por subirla, nunca había tenido miedo a la escalada porque siempre creyó que, con buen paso y despacito, se puede subir hasta la montaña más alta.
Otra cosa eran las bajadas. No podía con ellas; se le resistían y el solo hecho de pensar en ellas, le agobiaban, ni conduciendo le gustaban.
Pero ese día, cuando se vio frente a ella, supo que no podría, y por más que le pesase tuvo que aceptar la derrota. Sierra Nevada y el telesilla pudo con ella.

Y ahora yo me pregunto ¿no sería por la bajada? Ya se sabe, que toda cuesta que se suba, hay que bajarla.


2 comentarios:

  1. ¡Qué bueno! Me has hecho pensar en lo que dices y sí creo que, algunas bajadas son tremendas; estar en lo alto y sufrir una caída repentina –literal y figurada –es una experiencia nada agradable, pero también a ellas se sobrevive…, digo yo.

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  2. ¡Arriba compañera! lograrás bajar si te lo propones.

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