lunes, 17 de marzo de 2014

JERGA de Carmen Margarita




Estaba en mi balcón cogiendo fresco y ví como, en la plaza, había unos niños jugando, al cuidado de sus madres. Me pongo a escucharlos:
-Rosi, deja la pelota, eso es juego de niños, Rosi, corre despacio pareces un niño.
Poco a poco, aquel guineo me fue transportando a mi ayer, cuando la jerga familiar me llovía a mí.
-Los zapatos tienen que estar muy limpios, las uñas cortas y limpias, no se dicen mentiras, hay que respetar a los mayores.
 Así fui creciendo, con esas jergas diarias y según yo crecía, ellas crecían conmigo.
-La ropa blanca se lava sola, cuida mucho el orden al poner la mesa, siéntate recta, no hagas ruido al caminar, los rincones de la casa tienen que estar muy limpios, la ropa ordenada…
Pasó el tiempo y me surgió, por circunstancias, apuntarme a un curso de protocolo. A los quince  minutos de estar oyendo al profesor, me tuve que levantar e irme; no soportaba la fatiga que me estaba dando aquella jerga protocolar.
Hay que ver lo que hace la constancia en el subconsciente porque esa misma jerga de familia es la que yo les enseñé a mis hijos.




3 comentarios:

  1. Sí, tienes razón, Carmen. Parece que la lista de arengas, lecciones y retahílas se heredan como el color de ojos o el carácter, y uno se descubre, de pronto, repitiendo la misma letanía que odió cuando era niña.

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  2. A todas nos ocurre lo mismo; la repetición de los hechos. ¿vaya por Dios! tenemos que cambiar y ser más originales.

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  3. Si a ti te ayudaron a ser más persona, también a tus hijos les servirán y cuando ellos se las repitan a tus nietos te van a tener a ti en su pensamiento. Nada es perdido en esta vida cuando se hace con buena intención. un abrazo.

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