martes, 29 de enero de 2013

LAS ONCE LÍNEAS de Carmita Díaz





Cuando fui a la estación a coger el tren París – Roma, avisaron por megafonía que venía retrasado a causa del temporal de lluvia y viento que había dañado once líneas ferroviarias.  Me armé de paciencia y me senté en un banco, junto a una señora que iba a coger el mismo tren.  Nos pusimos a hablar.  Ella iba a Roma a cuidar a una hermana que estaba enferma.  Yo le conté que había ganado el premio de un viaje y que me había decantado por Roma. 
Ambas nos contamos la historia de nuestra vida más inmediata y,
 cuando las once líneas se arreglaron, las dos marchamos rumbo a Roma, mucho más optimistas.

2 comentarios:

  1. Hablar a veces resulta un pasatiempo, un consuelo o un bálsamo; o las tres cosas a un mismo tiempo. Eso parece contarnos tu relato, Carmita.

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  2. No importa el retraso si tienes a una persona con quien conversar, eso es lo que te ocurrió y, el tiempo paso volando.

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