martes, 6 de marzo de 2012

UN INOCENTE RUIDO de Amalia Jorge Frías




La casa donde transcurrió mi infancia era terrera.  Tenía una gran azotea y grandes cuerdas la cruzaban de un extremo a otro.  Allí, casi todos los días, mi madre tendía la ropa.  Algunas veces se solía olvidar de recogerla y, a altas horas de la noche, cuando llovía o hacía viento, ella –que era muy miedosa– acostumbraba a lamentarse:
–¡Dios mío! Se va a destrozar toda, nos vamos a quedar sin nada.
Yo, a pesar de tener poca edad, captaba el mensaje.  Enseguida me levantaba y a la escasa luz de una bombilla que había en el patio, subía a recogerla. Aunque era bastante atrevida, si dijera que no tenía miedo, mentiría, porque con la oscuridad, el viento y los ruidos que venían de todas partes, imposible habría sido no haberlo tenido. 
Una noche ocurrió algo especial.  Cuando más enfrascada estaba y, deseando acabar rápidamente, sentí algo que me rozaba las piernas, al mismo tiempo que oí un ruido, más bien un susurro.  Me quedé petrificada, inmóvil, sin atreverme a volver la cabeza.
Pronto, un picotazo, me llevó a la realidad.  Se trataba de una pobre paloma que se había escapado de alguna azotea lindante y a la que yo, sin querer, había despertado.


2 comentarios:

  1. Un microrrelato muy bien llevado, dejando el misterio para el desenlace y con toques evocadores que lo hacen, a un mismo tiempo, misterioso y dulce. Me gustó mucho.

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  2. Me parece muy interesante tu narración y un tanto misteriosa, según mi pobre criterio muy bien lograda

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