martes, 12 de junio de 2012

ENCONTRONAZO Y ENCUENTRO de Mary Rancel




A veces tenemos encuentros muy agradables, en cambio otros, no lo son tanto.  Paso a contarles algunas de mis experiencias con los mismos.
De esto hace más de treinta años.  Sucedió en el ambulatorio de Tomé Cano al que acudí a una consulta médica.  Me hallaba sentada esperando a que me tocara el turno y una persona gordita, canosa, muy sonriente, sin un diente y con el resto de la dentadura bastante descuidada, se acercó a mi preguntándome si yo era Mary Rancel.  Le contesté afirmativamente, después de lo cual me dio dos besos y un fuerte abrazo –de esos que se dan con ganas y te dejan como comprimida– .  Me  quedé a la expectativa de lo que fuera contar posteriormente y me sacara de dudas pero, seguía mirándome sonriente sin decir nada.  Entonces, le dije
-Perdona pero ¿de qué me conoces
Ella seguía con su risita, al tiempo que contestaba:
-¿No te acuerdas de mí?-
Luego me dio su nombre y demás datos.  Fue entonces cuando caí en cuenta de quién se trataba.  La encontré transformada.  Ella es dos años menor que yo pero estaba envejecida, el pelo casi blanco, rellenita y desatendida.  Por supuesto, me disculpé por no haberla reconocido y le dije que se debía a que no era nada fisonomista, lo cual es verdad.
Entonces ella, me comenta:
-Estaba dudando si eras tú o no, pero decidí preguntarte.  Estás irreconocible. Con lo mona que eras de joven y lo delgadita y hay que ver como te has puesto.
Yo, estupefacta, le dije:
-Los años no pasan en balde pero contigo se han portado muy bien.
Tras lo cual se puede concluir que las dos pensamos lo mismo, solo que ella se atrevió a decirlo, mientras que yo, lo arreglé como pude.  A esto lo llamo yo, un encontronazo.
Este otro encuentro ocurrió hace pocos días en un supermercado.  Un chico me aborda diciéndome ¡Hola Mary, ¿qué haces por aquí?.  Le miro y le digo No recuerdo haberte conocido.  Era un muchacho de unos cuarenta años, alto y guapo.  Me contesta trabajamos en el mismo centro hace más de veinte años, fue durante poco tiempo porque te trasladaste a otro lugar.  A pesar de su explicación no le reconocí.  Por ese entonces él debía tener unos dieciocho años, según me contó.  Me alegré de que me recordara.  Además añadió que yo, apenas había cambiado.  Lo dijo por educación, ¡claro! pero, se lo agradecí.  A esto le llamo un agradable encuentro.  Con mayúsculas.

2 comentarios:

  1. ¡Vaya, vaya!: simpático encuentro, desafortunado encontronazo: cara y cruz con las que el azar juega con nosotros.

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  2. Tienes razón,de todo hay en la viña del Señor. He vuelto a ver al chico del encuentro porque ahora trabaja cerca de mi domicilio. La del encontronazo, no he sabido de ella pero, si que he pensado sobre su persona después de haber escrito mi relato. Deseo se encuentre bien y tan optimista.

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