lunes, 2 de julio de 2012

NARANJAS DE LA CHINA de Dolores Fernández Cano





Verónica entra en el tranvía y, después de validar su bono, busca asiento.  Encuentra uno y se sienta al lado de una señora.  La mira y piensa que la conoce de algo pero, no recuerda.  En cambio, la otra, después de observarla de reojo, le pregunta:
-¿Eres Verónica?
-Sí, me llamo así, ¿de qué nos conocemos?
-Yo soy Elena, fuimos compañeras de pupitre en el colegio.  Al acabar el bachillerato, preparé unas oposiciones para la Administración Pública, conseguí una plaza.  Me casé y tengo tres hijos.  Tú, ¿qué rumbo elegiste?  Te veo muy morena.
-Bueno, trabajé en varios empleos, nada fijo.  Paseando un día, encontré un billete de diez euros.  Adquirí con él tres décimos de lotería.  Salieron premiados.  Con el importe ganado, compré un pasaje para un crucero, en un barco impresionante.  Conocí a un americano multimillonario que me invitó a la isla que posee en Oceanía…
-¡Naranjas de la china!- contesta Elena- Eso no te lo crees ni tú.
-Tienes razón, me lo he inventado todo. ¡Ah! el color moreno de mi piel, lo adquirí en la finca de mi tío, recolectando tomates.  Necesitaba dinero para sobrevivir.

2 comentarios:

  1. Verónica no cuenta mentiras, deja volar su imaginación y crea realidades nuevas con las que huir por un rato de lo cotidiano. ¡Tu personaje podría ser tan buena contadora de historias como tú!

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  2. Muy buenas naranjas de la china. Al que quiere saber, mentiras en él.

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