miércoles, 3 de diciembre de 2014

LA HERRADURA Dolores Fernández Cano




       Pensó que si colgaba la herradura , algo extraordinario sucedería.  Manolín se la había encontrado cuando jugaba en el parque.  Se hallaba entre las flores, brillaba con esplendor.  Sin dudarlo la cogió pues sabía, por lo que cuentan, que representa la buena suerte.  La colgaría en la puerta de su casa para que volvieran las espléndidas relaciones.  Últimamente sus padres discutían mucho y él no lo soportaba.  Sí, no había más que decir, distraídamente echó una mirada a su alrededor para observar que nadie lo vigilaba.  Con disimulo, la guardó en el bolsillo izquierdo de su pantalón y, rápidamente emprendió el camino hacia su casa, rebosante de alegría…


2 comentarios:

  1. No dudo de que algunas supersticiones nacieron del deseo de que la realidad cambiara, de otorgar a las cosas de una magia imposible. Esa sensación subyace en tu relato y yo, que dudo del poder de las herraduras –para mi desgracia– no puedo dejar de sentir ternura y lástima por este Manolín camino de su casa, esperando que sus padres vuelvan a amarse gracias al poder de una herradura. Me ha gustado mucho.

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  2. Poco tengo que añadir a tu interesante relato. Se creo o no; a veces, lo malo o lo bueno que pase lo podemos atribuir a nuestras propias creencias.

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