martes, 1 de octubre de 2013

LA IMPRESIÓN de Natividad Morín



Esta historia sucedió por los años cuarenta.  La protagonista tenía setenta cuando perdió la vista, seguramente debido a cataratas, dado que en aquella época no gozaban del control médico del que disponemos actualmente.  Al quedar ciega, sus manos y sus oídos eran su única orientación.  Cuando sus nietos la visitaban, sabía quienes eran tocándoles la cara o el pelo.  Los niños fingían no ser quien la abuela decía y la abrazaban riendo.
Pasado un tiempo, la hija mayor enfermó y al cabo de unos meses murió.  Los familiares temían el momento de contárselo y querían evitarle esa pena.  Pero una persona ciega y encima madre, dispone de un sexto sentido.  Lo supo enseguida y quiso estar con ella, tocarla, ya que no podía verla.  Las otras hijas no pudieron retrasar el encuentro y la llevaron donde estaba la difunta.  Acercó sus manos temblorosas, le tocó la cara y se estremeció al notar el frío de su piel.  Cayó al suelo, inconsciente.

A los pocos días de enterrar a su hija, la enterraron a ella.  La gente de entonces decía que fue de la impresión y del dolor, ahora dirían que fue de un infarto.



2 comentarios:

  1. Sobrecogedora historia, Nati. Muy bien contada. Nos emocionó, mucho más después de habernos confesado en el Taller que la anciana ciega fue tu abuela.

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  2. Conmovedora esta historia verídica. Me ha llegado al alma

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