lunes, 30 de septiembre de 2013

LA USURPADORA de Mary Rancel


Nos lo contaba a las niñas en la plaza del pueblo.  Era una señora muy mayor, bisabuela de una de mis amigas del cole,  a quien llamábamos tía María.  La escuché contar lo mismo varias veces y, a pesar del tiempo transcurrido, ha permanecido grabado en mi mente.
Comentaba que, cuando ella vivía en Cuba, conoció a un matrimonio joven que había tenido un bebé precioso, que vivía en una casa con los techos hechos de hojas de palmeras y cocoteros, como casi todas las familias campesinas del lugar y la época.  Nos contaba la tía María que la madre del bebé llegaba a casa después de su trabajo, tan rendida que se ponía a dar el pecho al niño y se quedaba profundamente dormida.  El crío, sin embargo, estaba cada vez más delgado y débil y tenía su tripita muy abultada.  De tal manera lo vieron que lo llevaron a la curandera.  Ésta les dijo que el niño padecía de raquitismo por falta de alimentación.
La madre del niño manifestaba que no podía ser, porque ella amamantaba a su bebé y éste la dejaba sin leche de lo bien que comía.
Pasaron unos días hasta que el niño enfermó de gravedad; parecía un trapito.  Fue entonces cuando el padre de la criatura empezó a sospechar de su esposa.  Pensaba que tal vez no le daba de comer al niño como decía y, por eso, optó por espiarla.
Su pasmo fue enorme cuando comprobó lo que ocurría en cuanto su señora se dormía.  Una vecina que moraba en el techo de la casa entre las ramas, bajaba muy sutilmente, ponía su cola en la boca del niño, mientras ella mamaba del pecho de la mujer.  Así quedó aclarado el raquitismo del pequeño que pronto se repuso.

Por supuesto, en esa época de la infancia yo me lo creía todo y me daba mucha pena el bebé.  Ya de mayor supe que no podía ser real, habida cuenta de que las serpientes son ovíparas y por lo tanto no pueden mamar.  Seguramente, el cuento de la tía María sería una leyenda popular cubana.


2 comentarios:

  1. Son cosas que se oyen tanto, que terminan siendo leyenda y, a veces, las creemos como me pasó en mi infancia.

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  2. Muy buen relato. Mantiene la atención y la tensión hasta las últimas líneas.

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