martes, 5 de febrero de 2013

EL ESPANTAPÁJAROS de Elda Díaz




Tenemos una pequeña finca y antes, cuando sembrábamos, colocábamos en el medio un espantapájaros, porque si no lo hacíamos, sabíamos que no recogeríamos nada, pues los pájaros se hacían dueños de todo y los lagartos también. El espantapájaros lo hacíamos lo más parecido a una persona y colocábamos sobre él una capa para que se moviera con el viento.
Cuando íbamos a la finca la víspera de San Juan, llevábamos a los niños para que hicieran allí la hoguera.  Los chiquillos, alguna vez, no querían hacer el muñeco sino que, en su lugar, se empeñaban en coger el espantapájaros para quemarlo.  Entonces, les decíamos que de eso nada y les explicábamos que cada cosa tenía su cometido, que al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.  Así que, no les quedaba más remedio que hacer su San Juanito y después de pasearlo por toda la finca, lo quemaban en la hoguera, teniendo como testigo, desde su sitio privilegiado, a nuestro querido espantapájaros.


2 comentarios:

  1. Disfruto mucho de historias como éstas, contadas desde la verdad sin más adorno que la vivencia pura, despertando en medio de las dulces memorias del ayer vivido. Excelente trabajo, Elda.

    ResponderEliminar
  2. No hay mejor testigo de una hoguera que el paciente espantapájaros. Bonita narración la tuya, hecha desde el cariño.

    ResponderEliminar