martes, 5 de febrero de 2013

ESPANTAPÁJAROS de Mary Rancel




Resultaba grotesco verle, ubicado en una zona del parque, con los brazos extendidos, la cabeza enfundada en un viejo sombrero de paja, el cuerpo cubierto con un traje raído, las mangas de la camisa asomando bajo la chaqueta, al final de las cuales contrastaba, por lo inusual para su indumentaria, el resalte de dos brillantes piedras de unos gemelos.  Llevaba también una corbata a rayas, llena de mugre, calzaba unas botas desgastadas y además cargaba sobre la nariz la montura de pasta de unas gafas pasadas de moda.  Era el espantapájaros, así se le conocía en el pueblo, pero él no hacía honor a su nombre, pues las palomas se posaban por todo su cuerpo y algún que otro gorrión osado picoteaba el sombrero que cubría su cabeza.  Estaba convencido de que su misión no era asustar a las aves; las consideraba sus amigas.
Tiempo atrás, el ahora espantapájaros, había transmitido sus conocimientos a muchos niños que lo habían querido por lo que era y lo que hacía.  Los padres de sus alumnos lo apreciaban y valoraban su trabajo.  Pero…, el tiempo transcurrió y llegó la edad de la jubilación y entonces, él marchó de la ciudad, a conocer otros lugares.
No se sabe cómo, pero el desánimo se apoderó de su persona y sólo hallaba consuelo en el alcohol; y él fue quien lo llevó a encontrase en las actuales circunstancias.  Nadie sabía quién era ni de donde venía.  Sencillamente, lo llamaron espantajo o espantapájaros y él lo aceptó.
Su único consuelo era el haber instruido a muchas personas, haberles ayudado a forjarse un futuro aunque, algunos de ellos, ahora pasaran a su lado sin reconocerle.
Finalmente, encontró cobijo en una residencia de ancianos donde, seguramente será feliz.


2 comentarios:

  1. Buen uso de un lenguaje descriptivo para acercarnos a un personaje singular, este espantapájaros, en sentido figurado. Buen trabajo, Mary

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  2. Siempre haces que me sienta ilusionada con tus comentarios, ellos me animan a seguir escribiendo. Gracias Isabel.

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