Mis queridas amigas de Flores del Teide no creen en aquella máxima que dice que, antes de partir, uno debería: tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Y no lo creen porque ellas lo que han hecho es esperar a que los hijos fructificaran, a que el libro de su vida le diera nietos y a que brotara la segunda edición de todos los árboles que han plantado en el transcurso de sus días. Después, han cargado con toda su experiencia para emprender, tranquilas y satisfechas, un nuevo viaje, una nueva aventura. Así, han llegado hasta aquí, llenas de ilusión, para cumplir un deseo:
llenar este espacio
para que de él broten,
como flores,
sus cuentos de colores.