Se acerca la
Navidad o casi estamos en ella y, sin querer, nos afloran muchos recuerdos de
vivencias acumuladas a través del tiempo, mientras disfrutábamos de estas
fiestas. Sin saber por qué, de repente
me ha venido a la mente el recuerdo de una Navidad fuera de casa. Tenía muy corta edad y no sé con exactitud
los años que tendría, pero lo que no se me ha olvidado es lo bien que lo pasé.
Fui invitada
a pasar las fiestas con unos familiares que vivían en el pueblo de San
Miguel. Caminando, cargados con enseres
y dulces; yo con un bolsito donde llevaba mi ropa de fiesta y un abriguito para
no pasar frío, tomamos rumbo a través de veredas, cortando caminos según decían
y, claro está, calzando mis cholitas de esparto. Cuando al fin llegamos, ya tarde -noche, era
tal el ambiente que allí se respiraba, que creo no olvidaré nunca aquel bullicio
y aquella alegría. ¡Tanta gente en la
calle, tocando panderetas, guitarras y cantando villancicos!
No recuerdo
qué comimos, ni dónde dormimos, solo ha permanecido en mi memoria lo divertida que fue aquella Navidad, lo bien
que lo pasé en la Iglesia, por las calles, brincando y cantando lindos
villancicos, en concreto uno de ellos me gustó muchísimo, cuando todos
cantaban:
Hacia Belén va una burra, rin rin,
cargada de chocolate …
Mientras escuchaba la letra con
atención, yo pensaba: ¡Quién pillara esa burra!