martes, 13 de mayo de 2014

PASO A PASO de Dolores Fernández Cano.





Apoyada en la barra de un bar, apurando, sorbo a sorbo, una refrescante cerveza, Matilde siente que el peso de los años la pone de mal humor. Pocos recuerdos quedan ya en el mundillo deportivo, de aquella muchachita de piernas largas, así como estilizado cuerpo que, empuñando en su mano izquierda una raqueta, paraba con fino estilo, la pelota de tenis.
Aún recuerda los seis juegos que conseguía para quedar vencedora, con mucho brío intentaba rematar los reveses que iban surgiendo en el juego.
Ella que, paso a paso, defendió su independencia para no convertirse en la mujer de otro; paso a paso, consiguió poseer su propia fortuna; paso a paso, consiguió una vida sin condiciones, libremente, al mismo tiempo, sin ninguna intromisión, por parte de su familia.
Ahora, en este flamante peregrinaje, necesita a toda costa, la compañía y protección de algo. Ese algo es un bastón, eso sí, un bastón de tomo y lomo, con empuñadura de marfil, el resto acabado en madera de ébano, fuerte y resistente, para ayudarla a continuar paso a paso, el sendero de la implacable vejez.




DÍA DEL LIBRO 2014. “INQUIETUDES” de Milagros





Siempre he sentido gran curiosidad por conocer, por lo menos, algunos de los Evangelios apócrifos, como los de Tomás o Felipe. ¿Por qué los canónicos sí y no los apócrifos?. Por eso mi sorpresa fue enorme, cuando una amiga me enseña un libro sabiendo de mi interés por estos temas. Me dijo, lo compré pensando en ti. Le eché un vistazo y ya me enganchó. Un libro de, aproximadamente, el año 150  de nuestra era. Ya solo eso, para mí lo hacía interesante.  Tiene por título “El Evangelio de María Magdalena”. Me llevé el libro y me sumergí en él con fascinación. Ya sabemos que María Magdalena fue la primera discípula de Cristo ¿pero si nos dijeran que no fue la mujer pecadora y arrepentida de los textos oficiales, que fue mucho más?.
A mí,  leer este libro desde el corazón, me ha dado una gran libertad interior, una forma más de ver la realidad y mejorar.
En este momento crítico de nuestra evolución, está sacado del libro del tiempo.
Se los recomiendo.
Su autor: Daniel Nourois Givaudau

Ediciones Luciérnaga.



LOS MIÉRCOLES de Candelaria Díaz.





Está en el centro de la semana y se convierte en un día diferente, de lo más ameno para nosotras, ¿quién nos lo iba a decir?.
Cuando nuestra fundadora de este jardín, la recordada María Luisa Mendoza, nos dejó, quedamos desoladas ¡¿y ahora qué hacemos nos decíamos?! Esto se va a ir al garete, nos lamentábamos pero, hete aquí, que una socia de nombre Amalia, quiso seguir regando las flores del Teide y aquí estamos ¡y que dure por muchos años!.
La nueva presi trajo aires nuevos. Con una profe de literatura enriqueció el centro y ella con su psicología y con esa carita nos ha dado lo indispensable.

Chachi los miércoles.


EL ÚNICO CAMINO de Lucía Hernández








En este mundo en el que vivimos, desde que llegamos a él, debemos de comprender y tener presente que tiene un fin, un único camino, por él transcurre nuestra vida, sabemos que en unas fechas determinadas vamos cumpliendo años, lo celebramos con alegría, pero al mismo tiempo, pensamos ¡uno menos!.
Sin la menor sombra de culpa, no quiero olvidar que a la mitad del camino tenemos la ocasión de recordar con cariño los pasos que hemos dado en el transcurso de este sendero que nos llevará al final.
Llevamos en el corazón los buenos  ratos que esta vida nos ha dado, por ejemplo este grupo que hemos elegido y donde nos reunimos los miércoles;  un lugar denominado Flores del Teide, donde nos hallamos muy a gusto.  Nuestra profesora nos hace cada pregunta que nos deja temblando; muchas veces tiene que contestarlas ella misma, pero bueno, aprendemos muchas cosas y lo pasamos muy bien, hay un compañerismo de lo más bonito, nos llevamos estupendamente.
Así llevaremos nuestra vida, recordando alguna anécdota, aunque sea insignificante y, cuando lleguemos al final de este camino, encontraremos una portada, nos detendremos y tocaremos. Esta es la puerta del cielo, si nos abren bien, y si no, rezamos un padrenuestro y damos media vuelta.


EL ÚNICO CAMINO de Natividad Morín.


Cecilia conducía el todoterreno que le regalaron sus padres al finalizar la carrera de pintura y escultura, con matrícula. Se sacrificó mucho, ese era el único camino para conseguir algo.
Ahora estaba en la carretera, buscando paisajes originales, rastreando todos los rincones que encontraba a su paso. En ese recorrido, encontró un pueblecito pequeño, de casas blancas rodeadas de jardines, le gustó el ambiente, echó un vistazo alrededor, buscaba un bar o restaurante para comer algo porque había estado conduciendo durante muchas horas y estaba hambrienta.
Preguntó a un grupo de niños que estaban jugando.
Cecilia se dirigió donde le indicaron los niños. Entró; era el típico restaurante típico, acogedor.
Cuando le estaban sirviendo un plato muy sabroso; consultó a la camarera si por las cercanías había algún paisaje característico:
-¡Sí! ¡hay  un lugar único en las afueras, es poco conocido, sólo por los lugareños! –le dijo- no se puede ir en coche, únicamente andando, el camino es peligroso, pero ¡vale la pena!.
Ella se dirigió al único camino que la llevaba al lugar indicado, se quedó sin habla, era lo que estaba buscando. Eran unos grandes acantilados, por ellos caía una cascada de frías y cristalinas aguas, formando un pequeño lago. Estaba en estado puro
-¡Espero poder captar todos los detalles de lo que estoy contemplando! –se dijo-  pero antes me daré un baño en este precioso lago pero, ¡no traje bañador!. Bueno, no importa, me bañaré desnuda, este lugar está desierto y si me ven, no se van a asustar, ¡tal vez les alegre el día!.



BENDITA ALCANTARILLA de Teresa Jiménez.




Alcantarillas; sabemos que  hacia ellas se arrastra toda porquería que se sumerge en ese suelo tan oscuro y sucio. Muchos hombres trabajan en sus entrañas como medio de vida. Pues bien,  una de esas fue bendita para mi madre.  Ella contaba que salía de paseo en Linares, pueblo andaluz donde vivió su juventud, cuando cayó una tormenta de agua. Tuvo que recogerse en casa, a la que corrió bajo la lluvia.  Al llegar, echó de menos un pendiente y se dijo, ya lo perdí.
A la mañana siguiente, lo encontró justo antes de que la alcantarilla se lo tragará junto con todo lo que había arrastrado el temporal.  ¡Bendita alcantarilla!, exclamó.




PASO A PASO de Luisa Delgado Bello





Ni comprar lotería ni cargarse de amuletos, lo único que puede ayudarnos a tener buena suerte es ir al encuentro de nuestros objetivos.
No confiemos, por tanto, en que nuestros problemas se resuelvan por sí solos. Si queremos cambiar la trayectoria de nuestra vida, empecemos desde ahora mismo a trabajar en ello.
La suerte es como una semilla. Si la plantamos en terreno fértil y la regamos con frecuencia, tendremos muchas posibilidades de que germine, pero si simplemente la abandonamos en un erial, será difícil que lo consiga.
Las personas afortunadas no son aquellas que han sido tocadas por una varita mágica, sino las que son capaces de ir  a por ella. Creando las circunstancias necesarias para que se produzca.

Cuando vayas en busca de tu suerte, es necesario saber muy bien qué dirección tomar, e ir paso a paso.


COMO UNA PIEDRA de Antidia Iraida.





En medio del camino, de un lado para otro, siempre igual, intentando enredarte entre mis pies, jugando a sabe Dios qué, intentando interrumpir el paso, ¿acaso no ves? ¡qué estos pies que por el mundo pasan están acostumbrados a sortear obstáculos!.
Cada día eres más pequeña y no aprendes, ¿acaso no comprendes que los que te dan golpes son demasiado fuertes?
No te hagas ilusiones de permanecer siempre, ¡mírate qué bajo has caído, tu cuerpo cada día está más desgastado!.

Es tu orgullo lo que te hace pensar que puedes resistir al tiempo; ¡no seas ilusa! Cada día que pasa, un trozo más de ti se desvanece ¿o por el contrario en tu cabeza se ha desarrollado la idea de que el tiempo todo lo vence? ¡no tú, piedra desgastada!. Yo, Gaviota que en la bravura del mar se mueve allá en el agua, no tropiezo en la piedra, ¡renuncia a ese sueño! Yo no soy esa que tú crees para tropezar dos veces con el mismo canto. ¡Sigue pensando que puedes llegar a la cresta de la ola! Mientras ella te golpea, tú sigue en esa playa, en el camino, triste y sola.


RECORDANDO de Carmen Garcés




Canciones, ¡cuántas no hemos escuchado a lo largo de nuestra vida!. Pero hay algunas que, cuando llegan a nuestros oídos, nos transportan; nos llenan de recuerdos, algunas veces… de  nostalgia.
Todos tenemos esa canción de cuando éramos niños, esa que nos acompañaba en nuestros juegos; también aquella que, después, en nuestra adolescencia, nos trae a la memoria nuestro primer amor y, cómo no, esa especial que, posiblemente, a muchos aún nos acompañe hoy, con la que conocimos a nuestra pareja y que nos evoca aquellos nacientes sentimientos de amor.
Todas esas canciones forman parte de nuestras vidas y, por tanto, son importantes para cada uno de nosotros.
Mas hay otras que, aunque pasen los años, continúan estando en nuestra memoria; ésas que nos cantaba nuestra madre cuando éramos apenas unos  niños. Esas canciones consiguen ser tan valiosas que, se van convirtiendo en tradiciones, ya que van pasando de generación en generación.
Recuerdo con toda claridad a mi madre, cantándole a mi hermana las mismas canciones que, años más tarde, le cantaría a mis hijos y a mis nietos. Son costumbres, esencias que no se pierden,... ni deben perderse.
Son canciones que, ellas, nuestras madres, nuestras abuelas nos enseñaron y que nosotros debemos enseñarles a nuestras generaciones presentes y futuras para que puedan seguir diciendo: “Esas son las canciones que ella me enseñó”.




PASO A PASO de Mary Rancel





Ha llegado la hora de escribir sobre una persona muy importante en mi vida.
Alguna vez lo he mencionado, pero sin dedicarle el espacio que se merece.
Nos conocimos en mi pueblo. Fue el domingo aquel…, en que llegó desde Santa Cruz a visitar a sus familiares. Resultó que una prima suya era amiga mía, ella lo presentó a varias amigas, entre las que estaba yo.
El recién conocido, al despedirse, me pidió el número de teléfono y la dirección para escribirme o llamarme -era lo que se  solía hacer entonces-  y accedí encantada. A partir de ese día comencé a recibir cartas suyas cada día, que yo contestaba amablemente. En fechas señaladas me llamaba por teléfono. Al poco tiempo, comenzó a visitar a sus familiares con más asiduidad, sobre todo en fiestas, bailes, reuniones… en fin, ¡que cada quince días, se presentaba en el municipio!; paseábamos en grupo, me invitaba a bailar, a ir al cine…  –en  unión de las demás chicas –.
Pasado un tiempo, me confesó que nada más verme, se había quedado prendado de mí. En cambio, en un principio, a mí él no me produjo ningún interés, simplemente me pareció un chico educado y amable. Pero él, paso a paso, supo ganar mi corazón con voluntad, paciencia y constancia.
Un domingo, cuando ya se había dado cuenta de que no me era indiferente, me manifestó su deseo de que fuéramos novios. Eso ocurrió mientras bailábamos un bolero titulado, “Muñequita linda”; me recitó la letra mientras danzábamos; esa fue la canción que marcó nuestro noviazgo. Desde entonces, en lugar de aparecer cada quince días a la localidad, lo hacía cada semana.
¡La relación duró nada menos que cinco años! Pasado ese tiempo nos casamos, más tarde nació nuestra hija, hecho que nos llenó de gozo. Hemos tenido una vida llena de cariño y sin sobresaltos. Considero, que somos una pareja feliz.
Cuando examino mi vida junto a mi esposo, me doy cuenta de que he tenido mucha suerte. He sido amada, mimada, cuidada, respetada y, también... ¡me ha proporcionado  libertad!; esa  autonomía  que  ansiaba  de  soltera  y   no  logré –debido a la época que me tocó vivir–. Mi marido es una persona tolerante, cariñosa, generosa, detallista y cordial. De igual forma se trueca como compañero, amigo, confidente y sobre todo, en mi gran apoyo. También es padre y abuelo ejemplar, además de un yerno admirable –mi padre lo quiere mucho –. En mi ausencia, es mi esposo quien se ocupa de mi progenitor, lo hace con afecto y respeto. Por eso, le estoy profundamente agradecida y le admiro. Paso a paso, nuestro amor ha ido creciendo más y más cada día. Mi deseo es seguir así hasta el final de nuestras vidas.



MÁGICA MELODÍA de Carmen Margarita.





Era una niña muy mimada, hija única. Para su familia era la muñeca de la casa y así creció; pero un día, conoció a su príncipe azul y con él vivió en una nube rosa, hasta que se fue  convirtiendo poco a poco en gris y las cosas se fueron resquebrajando hasta que se terminó rompiendo; la vida le había dado un golpe muy fuerte.
Un día, sentada en una terraza oyendo música con unos amigos, de fondo sonaba la canción Unicornio Azul,  sus miradas se cruzaron. Fue  suficiente para sentir que todo cambiaba a su alrededor, el cielo se abrió y un rayo azul los envolvió y no le importó que fuera más joven que ella, a partir de ese mágico día todo cambió, vivían como un cuento del más bonito color, pero… no existe la felicidad eterna y empezaron los diablillos del prejuicio y las críticas.  A pesar de eso, ellos cada vez que podían, se escapaban a escuchar su unicornio azul, esa melodía tan mágica para los dos.

La vida, sin embargo, les obligó a coger diferentes caminos. En las despedidas, él le regaló un disco para que en los momentos difíciles escucharan su canción. Y, aunque muchos son los años que han pasado, cuando las cosas están difíciles, oye aún esa melodía mágica, que les trae a la memoria tantos momentos de felicidad.


CANTARES EN EL RECUERDO De Antidia Iraida






Canción de cuna, que a mis oídos susurrabas
cuando en tus brazos me acunabas.
Cantar para que jugara y me calmara
Canciones cantábamos, tú para que yo jugara
Yo como niña revoltosa
a tu lado danzaba y canturreaba.

Canciones bajo nubes de algodón
que del cielo perlaban
bajo las estrellas, al anochecer
Cantando me contabas
los nombres que tenían y donde estaban.

A la alborada, cuando por caminos
transitábamos, allí para que no tuviese
miedo a los búhos que a la orilla
del camino dormitaban
También allí cantabas.
Canciones de tu juventud, tú me cantabas
Aventuras de tu vida enamorada
Y como tú bailabas.

Al final, en el último suspiro que exhalabas,
recordabas como bailabas y cantabas
Canciones y recuerdos me dejaste
¡aquí en mi corazón están guardadas!.






EL ÚNICO CAMINO de Elvira Martín Reyes





Desde el principio del camino, se podía percibir el agradable olor a las rosas. Eran unas flores pequeñas de enredadera que trepaban por los muros, pero su aroma invadía el camino hasta llegar al colegio.
Merceditas comenzó a caminar por el paseo, ilusionada por su primer día de clase; en su maleta llevaba los libros, su almuerzo y sus fantasías. Al llegar, se encontró con sus compañeras y sus profes, que eran monjas. Todo iba muy  bien hasta que llegó la hora de la comida y de pronto se vio  apartada del resto de las niñas. Ella no entendía lo que estaba pasando. Cuando sacó su almuerzo, todas las miradas fueron a la fiambrera que contenía una tortilla especial que más parecía un dulce... Ella hubiera deseado dar la tortilla por sentarme en la mesa con ellas. La niña no pudo comer, pero al fijarse en el almuerzo de sus compañeras, medio comprendió  la razón de la soledad que le habían hecho pasar.
Hoy Merceditas es una adulta que guarda el aroma del camino y a la que ni sus fantasías han podido borrar la imagen del hambre y la miseria en las caras de aquellas criaturas que permanecían internas en el colegio. Hoy sigue preguntándose:  ¿habrán encontrado otra manera de vivir o habrá sido el de la penurias  su único camino?.



EL ORANGUTÁN QUE VIVE ARRIBA de Milagros




A lo largo de nuestras vidas somos presa de los orangutanes que viven arriba, entendiendo  como tales, a aquellas personas que encontramos en nuestro camino y que se comportan como los vecinos ruidosos que viven en el piso de encima.

En la tienda, en el mercado, en la playa o en el monte, siempre encontramos orangutanes que viven arriba.  Recuerdo el escándalo de los sábados por la mañana; ruidos y pasos de una habitación a otra, puertas que se abren y que se cierran, abrir de ventanas o el lavar los platos en la cocina, el ascensor que no descansaba de subir y bajar. Me acuerdo de que, a altas horas de la noche, aún viendo la tele, se oía mover las  sillas en el salón de la casa. ¡Cuántas quejas formuladas por los orangutanes  que vivían arriba, en el edificio donde tengo mi casa!. Allí, en el ático, es mi casa, donde se reunía y sigue reuniéndose toda mi familia; un batallón y, en más de una ocasión, fuimos también los orangutanes que viven arriba.