La madre de una familia de cuatro hijos en edades
infantiles, está esperando al padre a la hora de cenar. Se oye ruido en la puerta y entra un hombre
cabizbajo y con cara de amargura. Su
mujer comprende los motivos y, frustrada, castiga a los niños sin comer y los
manda a la cama. Los niños no
entienden. El marido la mira incrédulo.
-¿Cómo va a ser eso? Démosles una infusión para que
tomen algo caliente.
Después de que tomaron un agua de toronjil, los
arropan, le dan las buenas noches y les piden que oren al buen Dios.
-¡Buenas noches, hijos!
-Papá, ¿por qué no vamos mañana a coger lapas y
burgados y hacemos un caldo? –pregunta el hijo mayor
-De acuerdo, iremos –dijo enseguida la madre –nos iremos
de excursión a mariscar.
Los niños, más alegres, se durmieron pronto. ¡Había esperanza! con Dios y… ¡con la sopa!