A un precioso buzón
amarillo que se llama Crispín, le
encanta conocer la vida de todos los vecinos del barrio. Por esa razón, es feliz con su trabajo: cada
vez que alguien echa una carta en él, Crispín la lee sin tardanza. Él disfruta especialmente esa tarea, en épocas
de Navidad, porque las cartas son más cariñosas y amables que en el resto del
año, sobre todo las que escriben los
niños a los Reyes Magos. Cuando Julita, una niña de siete años, echó su carta dirigida a los Reyes, dejó
todas las demás y se dispuso a leerla.
Decía así:
Queridos Melchor,
Gaspar y Baltasar:
Este año no les quiero
pedir juguetes ni ningún otro regalo para mí.
Mi abuelita dice que hay muchos niños pasando hambre porque sus papás no
tienen trabajo. Les pido que les lleven
comida y muchos regalos para que, jugando, sean más felices. También les pido que papá y mamá se quieran
otra vez y que volvamos a estar en casa los seis juntos. ¡Qué bonito sería
hacer el árbol junto a mis hermanos mayores, como otros años, y que la Navidad
sea como siempre!