Mi hija María lleva tres meses sin
poder dormir. Cada vez que lo intenta,
un indigente que acampa debajo de la ventana de su habitación pone la radio o
un despertador continuo o grita desmesuradamente.
Todos los vecinos de la Plazoleta Pedro
Mendoza, en la Salle, se quejan y todas las noches durante este tiempo, unos u
otros llaman a la Policía Local, que hace acto de presencia y, eso sí, muy
educadamente le requieren para que baje el volumen de la radio. A las dos o tres horas, se ven obligados a llamarla
otra vez; vuelven y le dicen que apague el despertador; y así una y otra noche.
Por el día, aunque a veces también hay
ruidos, incluso más de una riña e insultos con algún colega, como es natural,
molesta; pero no es tan angustioso de sobrellevar como en la noche y en la madrugada.
Los vecinos nos preguntamos: ¿quién es
ese señor?. Hemos llegado a pensar que,
tal vez, sea alguien importante o con familia o amistades en las altas esferas
y que por eso, a pesar de estar claro que necesita medicación o que es
imperioso que se tome alguna clase de medidas con él, todos hacen la vista gorda.
Pese a que los vecinos paguemos los impuestos religiosamente y creamos tener
derecho a vivir en paz, nadie pone fin a este calvario.