En el sur de la isla, hay noches interminables que no acaban
nunca. Cuando eso ocurre, los jóvenes se
sientan sobre la arena para ver a los chinos meterse en el mar, caminando hacia
el agua haciendo mucho ruido. Es digno
de ver cómo saltan los peces y cómo los chinos, poniéndose en grupos de cuatro, tiran cada uno por una
punta de la manta que, pasados unos minutos y llena de peces, arrastran hasta
la orilla, porque es tal la cantidad recolectada que no hay quien pueda
cargarla. Es un espectáculo tan especial
que las horas se les pasan volando.
Cuando los jóvenes llegan a la casa y lo cuentan para
justificar su tardanza, los padres se enfadan porque creen que los chicos han
bebido o han tomado drogas, pero ellos lo único que tienen es sueño.