Hacía dos días
que había llegado al pueblo, ¡era precioso!, sus calles adoquinadas, plazas
ajardinadas, varios monumentos y mucho verde…No lo había imaginado tan bonito,
estaba encantado. Lo mejor fue el día en que acompañó a su camarada a comprar
algo de ropa. Nada más entrar en la tienda y ver a la dependienta que les
atendió, le entró un tembleque en las piernas y un sofoco en el cuerpo que no
se podía dominar. Su amigo lo advirtió y preocupado le preguntó:
-¿Te pasa algo?,
estás rojo y anormal.
- No es nada, ¿o
si?, no lo sé. La chavala me ha hechizado; no puedo dejar de mirarla, siento
que el corazón me late a mil por hora y en el estómago tengo mariposas volando.
Yo creo que es amor a primera vista, soy feliz.
En ese momento
la joven les muestra el género solicitado mirando fijamente al muchacho, muy
disipada, le suelta:
-¡Cómo se nota que eres de ciudad!, este
clima te sofoca, tu cara parece una manzana en sazón; a pesar de ello, te
sienta muy bien, ¡estás muy guapo!
El joven, alentado por el piropo
recibido, le dice a bocajarro:
-Me parece que
me he enamorado de ti. Lo digo, por lo que siento desde que te vi. Son síntomas
del amor a primera vista. Dijo atolondrado.
-¡Vaya vaya, con el chico de capital!!,
¿te crees un tenorio? – le objeta ella con picardía- y añade dirigiéndose al
otro muchacho: ¿No le has dicho a tú amiguito quién soy?
-No me lo ha
preguntado: -contesta el compañero con sorna, sonriendo divertido.
-Por favor, dime, ¿quién es?: -interroga
impaciente- Mi corazón va a explotar de un momento a otro.
-Es mi prima
preferida, estudia en la ciudad pero, en vacaciones, ayuda en la tienda, que es
de sus padres. Le contesta el amigo haciendo un guiño.
-¡Menos mal!, pensé que ibas a decirme
que era tu novia: -respiró aliviado.
Al siguiente día por la mañana volvió a
la tienda, portando una gran caja de bombones que regaló a la chica. La
muchacha señalando la caja comentó:
-Esto sí que es
amor a primera vista. Me encantan los bombones, has dado en el clavo.