La joven Irene,
de trece años, se introdujo en el bosque con la finalidad de recoger setas. Lo venía haciendo cada temporada, desde
niña. Sabía, por experiencia, que entre
la maleza, los hongos crecían frondosos.
Iba metiendo lo recolectado en un cesto, hasta que, de pronto, un intenso
destello de color amarillo lo iluminó todo.
En medio del esplendor, apareció un espectro de forma indefinida que
batía unas extremidades, como si fueran alas intentando alzar el vuelo y, al
unísono, se oyó un extraño ruido retumbando.
Pasado el
impacto sorpresa, la chica se atrevió a preguntar con aplomo:
-¿Qué eres y
qué quieres?
El espectro
cambió de forma e Irene solo alcanzó a ver un hueco insondable, mientras
escuchaba una voz del otro lado que decía:
-¡Justicia!...
La joven
perdió la compostura y salió corriendo a todo meter, dejando el cesto y las
setas. Al llegar al pueblo, contó lo
sucedido a sus vecinos. Éstos le
acompañaron a recuperar sus aparejos pero, habían desaparecido, por lo tanto, no le
creyeron y se mofaron de ella de forma despiadada.
Al año
siguiente, Irene optó por ir a pescar al río.
No quiso saber nada del bosque, después de la mala experiencia
vivida. Inició la pesca y, ya tenía
capturados unos cuantos peces que iba metiendo en un cubo, cuando, bruscamente,
de entre las aguas, surgió una luz de color intenso, alumbrándolo todo. Y… volvió a aparecer, entonces, el fantasma
de antaño. Se oyó un murmullo horrendo y
una voz grave que decía:
-¡Venganza!
porque no has hecho justicia.
A la chica
le faltaron zancas para salir velo como un bólido. Contó a la vecindad lo acaecido. Se volvió a repetir la operación de
acompañarle a recoger sus bártulos que, por supuesto, no aparecieron. De nuevo se burlaron, injustamente, de la
chavala, sin que le creyeran ni una palabra.
Pasado un
tiempo, llegó al pueblo un hombre mayor que, al enterarse de lo que le había
pasado a la joven, la buscó y le contó una historia pavorosa, no esclarecida a
pesar de las indagaciones realizadas en su día.
Hacía más de
veinte años, una persona de una localidad distante del pueblo había ido al
bosque a coger setas y desapareció misteriosamente. Ocho días más tarde, su cuerpo fue encontrado
por un pescador: tenía un puñal clavado en la espalda. El hallazgo tuvo lugar en el río, donde Irene
tuvo la aparición.
Nuestra
protagonista quiso que se hiciera justicia pero, el delito, si lo hubo, había
prescrito. Entonces, recurrió a la
religión. Rezó con fervor y encargó
misas. Luego, volvió a los lugares de
las visiones. En el bosque encontró el
cesto y las setas, como recién cogidas.
En el río, los aparejos de pesca y el cubo con pescados frescos. Al marcharse, escuchó una música celestial y
una dulce voz que decía:
-Por tus
buenas acciones me encuentro en paz.
Gracias.
Relato bien estructurado y de espacios temporales bien definidos. El final, aunque previsible, está bien logrado. Bravo
ResponderEliminarYa sabes que mis ojos se alegran al leer tus comentarios tan bonitos siempre; creo que son ellos los que me dan fuerza para seguir en la brecha. Mil gracias
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