viernes, 9 de marzo de 2012

ISLA DE EL HIERRO de Mary Rancel



Isla de El Hierro, hermosa, 
criatura imponente,
de hábitos ancestrales, 
de danzas y cantares,
sonido de tambores
que emocionan a veces
en los días de fiesta,
a paisanos y extraños.
Inquieta y vigorosa
con vientos y cadencias,
tus claros cielos limpios,
tus mares cristalinos
con lugares ocultos,
de armonía y zozobra,
serenos o agitados
depende del instante.
Tus amaneceres
 me llenan de entusiasmo,
todo en ti, bella isla, 
parece formidable.
Volver a visitarte
es lo que más ansío,
sentirme prisionera 
de tus bellos encantos


GUITARRA de Teresa Jiménez

GUITARRA   


En mi opinión, en lo que a instrumentos musicales respecta, el que mejor suena es la guitarra.  Ella va contigo a bodas, a misas, a juergas y si no la olvidas, te hace la vida agradable.  La guitarra tiene  el ritmo y los acordes  que  necesita todo aquel que quiera cantar y, por si esto fuera poco,  posee  además la forma insinuante de una mujer.
Hay una canción que en una de sus estrofas dice:
“Cuando llegue mi hora, me iré
y seré tierra.
Mi guitarra irá conmigo
pues  soy nada sin ella”.


miércoles, 7 de marzo de 2012

La escalera de mi niñez DE AMALIA JORGE FRÍAS

La escalera de mi niñez   




La casa donde transcurrió mi infancia era terrera.  Tenía un gran patio con una gran escalera  de madera que comunicaba con la azotea. En cada uno de sus escalones había una maceta con flores y uno de mis pasatiempos preferidos era subir muchas veces y aumentando un escalón hasta llegar al último.  Más de una vez rompí alguna maceta ante lo cual mi reacción era ponerme a llorar porque me daba mucha pena.  Por esa razón mi madre, en vez de regañarme, me tenía que consolar.
Después de casada, he vivido siempre en edificios altos, con ascensor pero, la escalera de mi niñez sigue en mi mente y algunas veces sueño con ella.  En mis sueños ya no tiene macetas con flores y resulta más amplia, si embargo yo voy más despacio y no alcanzo a ver el final.  Me conformo con ir subiendo cada día un escalón más.


SEMBLANZA de Elda Díaz

SEMBLANZA  


Este es un retazo de la vida de una vecina.  Una mujer buena, muy creyente que tenía cinco hijos.  En el tiempo de las raciones, la gente no tenía dinero así que se veían obligados a tener que esperar a que llegara fin de mes para proveerse de alimentos. 
En una ocasión, llegada esa fecha, esta vecina llamó a su hija para que fuera a la venta a comprar lo que necesitaban.  El caso es que la dueña de la tienda  le dijo que no podía entregarle nada sin dinero.  No tuvo más remedio que regresar a la casa y contárselo a su madre.  En ello estaban cuando ocurrió algo inesperado.  Tocaron por la ventana y al abrir el postigo alguien preguntó: ¿me estabas esperando? y le tendió la mano con veinte duros.  Era Don Domingo Pérez Cáceres que, por aquel entonces, aún no era obispo.  Ellas lo conocían desde hacía mucho tiempo.
La buena señora pudo, de esa manera, enviar a su hija de nuevo a la compra de las raciones.  La dueña de la venta insistió en lo que le había dicho, que ella no podía darle nada sin dinero.  Esta vez la hija pudo indicarle con orgullo que se las diera que ella tenía dinero para pagarle.
Esa vecina de la que hablo, años más tarde, se convirtió en mi suegra pues me casé con uno de sus hijos.


EL LENGUAJE DE LAS MANOS de Amalia Jorge Frías

EL LENGUAJE DE LAS MANOS  

Nuestras manos son muy importantes para ayudar a expresarnos y, muchas veces, hablan por nosotras, sin necesidad de palabras.  Yo las empleo para hacerles comprender a mis nietos lo mucho que les quiero.  Son cinco, por lo tanto coinciden con los dedos de la mano.  Cuando alguno de ellos me pregunta que si lo quiero más o menos que a los demás, siempre les pongo la mano de ejemplo.
-Mira mi mano –le digo-.  Unos dedos son más grandes que otros, o más finos o más gruesos; no hay dos iguales.  Sin embargo, todos son importantes.  Si me rompiera alguno, el dolor que sentiría sería el mismo por uno que por otro.  A todos los necesito y todos son parte de mi persona.
Él sonríe y se queda satisfecho con la explicación.
La mano es la mayor prueba de cariño cuando se la tiendes a un amigo, la necesite o no; el cariño siempre es apreciado y todos los momentos son buenos para manifestarlo.  Dejar salir los sentimientos con pequeñas pruebas de afecto, hace que nos sintamos más felices nosotros y también las personas que nos rodean.

MÁGICO VALLE DE GÜÍMAR de Candelaria Díaz

MÁGICO VALLE DE GÜÍMAR 



Tres momentos insólitos para este relato cierto. 

Tengo once años.  Estoy en la costa de Güimar, no hay electricidad y salgo al baño que está afuera, en el patio. Es una noche oscura y, a lo lejos, por la montaña del Socorro veo luces extrañas, de acá para allá, moviéndose con rapidez.  Le pregunto a mi tío qué es aquello y él, con una sonrisa, me dice que es el alma del feroz pirata Cabeza de Perro, ajusticiado a garrote vil en Santa Cruz, a principios del siglo XX.

Veinte años después, ya la autopista hecha, paso por allí por donde vi las luces, a eso de medianoche y de pronto nos envuelve una nube blanca y espesa; no se ve nada.  ¡Para, para!, me dicen quienes me acompañan.  Al aparcar, esa niebla extraña se disuelve. ¡Qué extraño!.  Es agosto.

Años después, vamos al barranco de Badajoz, que está en el fondo del valle, donde se cuenta que salen naves del mar para desaparecer en el fondo de la montaña.  Sacamos fotos sobre unas rocas. ¡Oh, sorpresa!.  Las fotos salen bien.  Solo una parece extraña. Una en la que aparece mi hijo y frente a él una inaudita nube en forma de M.  Mi hijo se llama Maxi.

Casi seguro que por allí hay extraterrestres.

martes, 6 de marzo de 2012

¡BELLA PRIMAVERA! de Edelmira Linares .





¡BELLA PRIMAVERA!  





La brisa rosaba mi cara, el sol me envolvía bajo su tenue calor, el olor de los almendros en flor me embriagaba y me sentía tendida sobre un manto de flores donde la paz era mi compañera.  Me dejé llevar y cerré los ojos, dejando que mis recuerdos afloraran y que toda aquella quietud y aquel aroma primaveral me transportara a tiempos pasados.
Recordé mi niñez corriendo por los campos en flor por donde el tiempo no pasaba y los distintos colores me recordaban la libertad que sentía en aquella época, recogiendo todo tipo de flores silvestres para llevárselas a mi madre.  Nunca he vuelto a percibir esos olores con tanta nitidez.
Me encanta la primavera, no lo puedo negar.  Me gusta ese aire fresco y renovado que nos trae después de un frío invierno, el renacer de los árboles, dejándonos como regalo todo un abanico de colores con sus flores y frutos.  No quería abrir los ojos pero aún así me incorporé y relaté por mí misma tanta belleza e inspiré fuerte para poder llevarme su olor: el olor de mi siempre querida
¡Primavera!

AQUEL EXTRAÑO RUIDO de Luisa Delgado Bello




Hace unos cuarenta años más o menos, en un barranco que está entre Los Realejos y San Juan de La Rambla llamado el Barranco de Ruíz, un día comenzó a sonar un extraño ruido.  La gente, curiosa, se apresuraba a ir al citado enclave para averiguar de qué se trataba.  Algunos decían que era un bicho del más allá.  La gente iba en peregrinación para ver lo que sucedía y hasta se metían dentro del agujero del que provenía el ruido pero, no veían nada.
¡Oh, bendita casualidad!.  Una señora que tenía una ventita frente al lugar hizo su agosto porque la gente se pasaba por allí para tomar un vaso de vino y le preguntaban si tenía algo para comer.  Ella  contestaba que sólo tenía papas y huevos.  Finalmente se hizo famosa friendo estos productos.  La señora tuvo mucha suerte con aquel dichoso ruido, ¡gano muchos duros!.
¿Quieren saber a que se debió aquel extraño ruido?  Nada menos que el tremor causado por el último volcán que explotó en la Palma: El Teneguía.

UN INOCENTE RUIDO de Amalia Jorge Frías




La casa donde transcurrió mi infancia era terrera.  Tenía una gran azotea y grandes cuerdas la cruzaban de un extremo a otro.  Allí, casi todos los días, mi madre tendía la ropa.  Algunas veces se solía olvidar de recogerla y, a altas horas de la noche, cuando llovía o hacía viento, ella –que era muy miedosa– acostumbraba a lamentarse:
–¡Dios mío! Se va a destrozar toda, nos vamos a quedar sin nada.
Yo, a pesar de tener poca edad, captaba el mensaje.  Enseguida me levantaba y a la escasa luz de una bombilla que había en el patio, subía a recogerla. Aunque era bastante atrevida, si dijera que no tenía miedo, mentiría, porque con la oscuridad, el viento y los ruidos que venían de todas partes, imposible habría sido no haberlo tenido. 
Una noche ocurrió algo especial.  Cuando más enfrascada estaba y, deseando acabar rápidamente, sentí algo que me rozaba las piernas, al mismo tiempo que oí un ruido, más bien un susurro.  Me quedé petrificada, inmóvil, sin atreverme a volver la cabeza.
Pronto, un picotazo, me llevó a la realidad.  Se trataba de una pobre paloma que se había escapado de alguna azotea lindante y a la que yo, sin querer, había despertado.


EL ÁNGEL de Polonia



Todo empezó la semana de Navidad.  Estábamos mamá  y yo en el cuarto de baño: mamá se cepillaba el pelo y yo los dientes.  De pronto, entró mi hermano Enrique y dijo
-Mamá, en la cocina hay un ángel
-Muy bien, guapo, muy bien- le contestó mamá. Tómate un vaso de leche que ahora voy yo a preparar el desayuno.
Enrique desapareció por el pasillo y mi madre me comentó
-¡Qué imaginación tiene tu hermano!
Yo no pude contestarle; tenía la boca llena de pasta de dientes.
De nuevo entra mi hermano y dice
-Mamá, el ángel quiere un té
-Dile que se lo prepare él mismo, que ponga agua a hervir- le contestó ella.
-Muy bien, dijo mi hermano- y se va mientras mi madre me dice
-Es mejor seguirle el juego ¿no te parece?
Entró Enrique otra vez
-Mamá, el ángel pregunta si tenemos té chino; el que hay en el bote no le gusta mucho.
-Dile que sólo tenemos ése.  Si le gusta, bien y si no también.
Mamá me mira y dice
-¿De dónde sacará esas cosas tu hermano?
Entra mi hermano por cuarta vez
-Dice el ángel que si tienes mermelada para la tostada
-Está en la nevera
Mi madre se estaba hartando de aquel juego de mi hermano, cuando apareció otra vez Enrique
-Mamá, dice el ángel que si tienes mermelada de naranja amarga, que la otra es muy dulce
Mamá lo miró y no dijo nada.
-Pues vete a hablar con el ángel- digo yo
-Eso mismo voy a hacer- y se encaminó a la cocina.
Enrique y yo salimos detrás de ella y allí estaba: el ángel era un vecino que siempre se vestía de San Gabriel por Navidad.





EL INCENDIO  de  Elda Díaz


Tendría catorce años cuando trabajaba en una tienda en Santa Cruz.  Un día entró una señora muy asustada, contando que se estaba quemando la refinería.  Al escuchar aquello, le pedí a la dueña que por favor me dejara salir, pues yo y toda mi familia vivíamos frente a ella e imaginaba lo disgustada que debía estar mi madre, queriendo tenernos a todos junto a ella en ese momento.  Desde la Plaza de España hasta mi casa, tardé cinco minutos.  Yo creo que volé.  Cuando llegué, ya el fuego se había apagado, gracias a Dios.  Eran tan frecuentes los incendios en la refinería en aquel entonces, que siempre estábamos en guardia.

AQUEL EXTRAÑO RUIDO de Dolores Fernández Cano

AQUEL EXTRAÑO RUIDO de  Dolores Fernández Cano


Claudia lleva trabajando seis meses en un bufete de abogados.  Está contenta y muy satisfecha ya que ha gustado a sus jefes y compañeros, además el trabajo que le han asignado es muy apropiado para su perfil. Pero, cuando Claudia lo pasa mal es en el sótano, si le mandan allí a buscar algún expediente porque siempre acaba escuchando aquel extraño ruido que sale de la pared donde se encuentran los archivadores.  Se lo ha comentado a sus compañeros pero, ellos se han mofado de ella, diciendo que es un espíritu del más allá.
El viernes volvió al sótano y, al retirar los expedientes que le había solicitado su jefe, se encontró con una superficie metálica.  Se quedó estupefacta, petrificada al descubrir que era de allí que salía aquel extraño ruido.  Subió a toda prisa, temblándole las piernas.  Sin apenas aliento, se dirigió al despacho de Recursos Humanos para contárselo al director don Ramón, que así se llama.  Es un hombre bonachón, bajito y regordete.  Viste bien pero sin ostentación.  Al contemplar a la muchacha tan asustada y nerviosa, la invitó a sentarse y le pidió que le explicara todo con detalles.
Claudia así lo hizo y, cuando acabó, don Ramón, agarrándola por un brazo, la condujo al sótano, dispuesto a aclararle todo el misterio.  Se dirigieron a la pared de la cual procedía el extraño ruido.  Retiró la superficie metálica y extrajo una caja que abrió.  Entonces le indicó a Claudia que se acercara.  Ella, sin salir de su asombro, vio que dentro se encontraba el cadáver momificado de un perro, también tenía un fonógrafo que era lo que reproducía el extraño ruido.  Don Ramón volvió a cerrar la caja, rogándole que no contara  a sus compañeros nada sobre su preciado tesoro, aquel que había sido su mejor amigo.
Esta historia es ficción, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


EL RUGIDO DEL DRAGÓN ALADO de Mary Rancel

EL RUGIDO DEL DRAGÓN ALADO 




Ocurrió una noche desapacible, con viento huracanado, lluvia torrencial, relámpagos que iluminan de forma intermitente la estancia, truenos que rugen dejando un eco grave y profundo.  Las ramas de los árboles azotan atrozmente la ventana de la buhardilla de la inmensa casona donde me hallo, acostado en mi cama; los ojos muy abiertos, llenos de miedo y pánico.  Estoy trémulo, aterrado, a punto de llorar.  En mi mente bullen ideas tenebrosas.  Intuyo que el Dragón Alado entrará por la ventana de mi aposento de un momento a otro.  Es un monstruo muy temido.  Diviso el fuego que exhala por su boca y nariz; sus ojos como focos alumbran mi cuarto de forma alterna y, luego… las tinieblas y aquel extraño ruido, funesto e inaudito, producido al brotar del volcán el monstruo; es allí donde habita.  A la par, puedo sentir el batir de sus inmensas alas, su enorme cola desplegada moverse de forma sinuosa, devastando los árboles del bosque, rompiendo sus ramas que caen al suelo.  Entonces, el viento imbatible las arrastra y sacude brutalmente, sin piedad.  Cada vez me siento más desolado, vacío, turbado por el espanto.  Parece que el resto de mi familia ignora este momento crucial de mi vida.
Vertiginoso, siento más agudo, si cabe, aquel extraño ruido brutal, el sonido de unos cristales rotos al caer y una sacudida infernal.  La estancia se llena de luz de forma irreal, como si raudo el sol entero se metiera dentro del cuarto.  Por la ventana, veloz, penetra el Dragón Alado, da un bramido… pretende raptarme.  Se hunde el piso de la habitación, quiero asirme a algo inexistente para no caer, doy un salto y… despierto.  Me encuentro sentado en la cama, fatigado, jadeante y frío.  Veo a mi alrededor a mis padres y abuelos; han subido hasta mi habitación al oír mis gritos, alarmados, sospechando que me pasaba algo.  En ese instante me doy cuenta: todo ha sido una espeluznante pesadilla.  Mi familia me da su cariño, soporte y abrigo.  Papá, esa noche, se queda conmigo haciéndome compañía.  Duermo sosegado.  Al despertar, encuentro un maravilloso amanecer, ¡esplendido!, sin rastro de tormenta.






AQUEL EXTRAÑO RUIDO de Candelaria Bacallado

AQUEL EXTRAÑO RUIDO  

Estaban a punto de acostarse cuando, de pronto, desde el salón se oyó como alguien tocaba en la puerta.  María salió a abrir pero se sorprendió al percatarse de que no había nadie.
Regresó a la habitación donde estaba su madre.  Ésta le pregunto quién había llamado, a lo que tuvo que contestar que nadie.
Ambas estaban seguras de haber escuchado llamar, por eso se miraron inquietas y optaron por irse a dormir.  Pasados unos minutos, se repitieron unos golpecitos en la puerta.  Esta vez no abrieron; se limitaron a preguntar en voz alta
-¿Quién anda ahí?
Nadie contestó.
Las dos recordaron lo que habían hablado la noche anterior sobre la otra vida y las diferentes formas de manifestarse las almas en este plano.



RUIDOS de Teresa Jiménez

RUIDOS  

El ruido más fuerte y espantoso que yo he escuchado es el de las sirenas  que avisaban ataques aéreos, durante la guerra civil española, y el de las bombas al caer, poco más tarde.  Fue en Málaga, lugar donde nací y viví parte de mi primera infancia.  Teníamos que dormir con los zapatos puestos, preparados por si había que correr a los refugios.
Otros ruidos espantosos que siempre me han impresionado son el del mar enfurecido o el de los truenos en medio de grandes tormentas.
Sirenas, bombas, mar enfurecido, grandes truenos: todos esos ruidos los he vivido yo.

AQUEL EXTRAÑO RUIDO de Polonia

AQUEL EXTRAÑO RUIDO 


Lo que voy a contarles me sucedió a mí, en un viaje que hice a Lleida.  Cuando llegamos al Valle de Arán estaba nevando.  Fue muy bonito ver la nieve caer.  Ese día estuvimos todo el día en el hotel hasta la mañana siguiente, que fuimos de excursión por el pueblo.  Era muy pintoresco, con casas antiguas; todas ellas con una capilla y un pequeño cementerio al lado. Debe ser por eso que aquella noche tuve una horrible pesadilla. Yo estaba acostada y de pronto una mujer se colocó a un costado, rogándome que me fuera con ella.  Me cogía de la mano para llevarme.  Yo le decía que no; ella que sí, ella insistía, yo me negaba y así estábamos hasta que por casualidad   le toqué el pelo y era áspero, como un esparto.  Me desperté gritando aterrorizada.  Esa noche la pasé muy mal pero, felizmente, logré disfrutar mucho del resto del viaje.  Esta es la primera vez que cuento esto.