miércoles, 2 de mayo de 2012

LA AMIGA DE IRENE de Mary Rancel


LA AMIGA DE IRENE   de  Mary Rancel

En aquella época Irene tenía cuatro años.  Era hija única de un matrimonio ejemplar.  El padre trabajaba fuera de casa todo el día. La madre, ama de casa, estaba siempre pendiente de su preciosa hija, a la que adoraba.
El matrimonio vivía lejos del pueblo en una casa de campo, rodeados por la naturaleza.  Disfrutaban también de los frutos de un huerto que cuidaba con esmero la esposa.    La niña solía entretenerse jugando sola con las muñecas y cualquiera de los muchos juguetes que tenía.
Un día, la niña le dijo a su madre:
-Desde que tengo una amiguita, no me aburro, lo paso muy bien.  Ella tampoco tiene con quien jugar porque vive sola.  Lo que no quiere es que comparta mi merienda con ella; dice que no come.
Su madre, extrañada, le contesta:
-Irene, aquí no hay niñas que puedan jugar contigo porque estamos alejados del pueblo.
La hija la mira y continua jugando.
-¡Qué imaginación tiene esta niña!- exclama la madre.
Se lo comenta a su esposo y no vuelven a hablar más del asunto.
Pasó el tiempo.  Irene ya ha cumplido diez años.  Es la fiesta de fin de curso en el colegio.  Ella formó parte del acto, cantando una bonita canción que interpretó magníficamente aunque no era la que había ensayado en clase sino una muy distinta.  Tanto sus padres como la maestra se extrañaron y después de felicitarla, le preguntaron por qué lo había hecho.  Irene contestó muy formal:
-Hice lo que me dijo mi amiga de siempre.  Fue ella la que me enseñó la canción; hacemos las cosas juntas y nos salen de maravilla.
Sus progenitores quitaron hierro al asunto delante de la profesora.  Luego, ya en casa, le exigieron que les aclarara lo sucedido.  Ella les dice categóricamente:
-Ya sé que no aceptan a mi amiga porque no pueden verla, con que la vea yo, ya es suficiente.
Sus padres, anonadados, dieron la callada por respuesta.
Ahora Irene tiene veintiséis años.  Hizo la carrera de derecho y opositó para funcionaria del Estado.  Sacó plaza con una excelente puntuación.  Ella siempre ha pensado que todo se lo debe a la inestimable ayuda de su amiga invisible.  No ha vuelto a verla pero nota su presencia; está convencida de ello.  Irene no olvida a su amiga del alma.  Ficticia o no, eso es lo de menos.

EL EXTRAÑO HOMBRE DEL TREN de Candelaria Bacallado


EL EXTRAÑO HOMBRE DEL TREN de  Candelaria Bacallado

Un afamado psiquiatra que acudía a un congreso, comienza la lectura de un libro en el vagón de un tren.  El libro de relatos comienza diciendo: “Vió como entraba en el vagón un extraño hombre con gabardina y sombrero negros…”.  Cuando termina de leer esto, ve como entra el vagón un hombre con esas mismas características.  Se dijo a sí mismo que aquello era pura casualidad y volviendo al libro, continúa leyendo el relato: “…avanza por el vagón, parece que busca a alguien. Mira alrededor como escudriñando a los demás pasajeros y se detiene junto a un señor que lee un libro…”.  El doctor deja de leer y ve al hombre frente a él.  Muy asombrado le pregunta
-¿Desea algo?, a lo que el extraño hombre le responde:
-Conozco su profesionalidad y necesito sus servicios.  Me ocurren cosas que en realidad no sé si obedecen a alguna patología.  Resulta que soy muy aficionado a la lectura y desde hace algún tiempo, cuando leo un libro se me hace realidad lo que leo.  Esto ha hecho que haya excluido algún tipo de lectura por si pudiera pasarme lo mismo

martes, 1 de mayo de 2012

AMOR TORMENTOSO de Natividad Morín





Esta es la historia de un joven matrimonio que tenía un niño de cuatro años.  Él trabajaba en una gran empresa donde había conseguido un buen puesto, gracias a su dedicación y esfuerzo.  Vivían en una gran casa, con todas las comodidades y al niño lo tenían en un buen colegio.  Todo les iba de maravilla.  Ella llevaba al niño al colegio y después se quedaba con las madres de los otros niños a charlar y tomar un cortado en una cafetería cercana.
Un día, conoció al papá de un compañero de clase de su hijo y enseguida simpatizaron y así, día tras día, hasta que surgió el amor.  Ella se sentía tan atraída por él que no lo ocultaba.  Lo llamaba por teléfono o lo esperaba al salir de su trabajo.
En cierta ocasión, alguien  envió un mensaje al móvil de su marido, contándole lo que hacía su mujer.  Él no podía creerlo pero, la estuvo vigilando hasta que pudo comprobarlo con sus propios ojos.
Finalmente, se separaron.  Él se quedó con el hijo  y ella perdió al marido, al hijo y al amante pues él la dejó, pasado el tiempo.

EL HOMBRE DE NEGRO de Elda Díaz




Yo estaba  sentada en el vagón del tren, leyendo un libro cuyo protagonista era un hombre vestido de negro cuando ví como en una de las paradas subía un individuo de idénticas características.  Vestido de negro, parecía que iba de entierro pero no, estaba equivocada; iba a una boda junto a su esposa, hijos, hermana, suegra y toda la familia.  Les escuché hablar de lo bonita que iba a estar la ceremonia y que todos se quedarían a pasar unos días en el pueblo.  Yo estaba tan ensimismada en la historia que estaba escuchando que me olvidé del libro y,  por poco me presento con ellos a la boda; lástima que no estaba invitada.

AQUEL DÍA EL MUNDO AMANECIÓ AL REVÉS de Edelmira Linares




El teléfono sonó y una gran alegría invadió mi cuerpo.  Era una hora intempestiva y poco usual para una llamada.  Cuando descolgué mis sospechas se confirmaron: el día había llegado; mi hija ya había roto aguas.  En mi cabeza no cabían más pensamientos, todos se entrelazaban y no lograba ponerlos en orden.  Cuando logré tranquilizarme, me arreglé apenas un poco para acompañarles, pero sonó el timbre de la puerta y al abrir supe que era mi nieto que venía a quedarse con nosotros.  Tenían tanta prisa porque creían que el parto era inminente que, en lo que bajé a abrir la puerta, ya estaban en marcha,  prometiéndome entre gritos  que me llamarían en cuanto supieran algo concreto.  Así fue.  Poco después me comunicaron que aún no estaba de parto, que sería sobre las tres de la tarde.  Encendí una vela rogando que todo saliera bien y, por mi cuenta y riesgo, decidí que yo tenía que estar allí y me marché rauda y veloz.  Nada solucioné, salvo mi propia tranquilidad.  Así era, la cosa iba lenta.
Llegué a casa más relajada y, al ser domingo, decidí ir a misa.  Al salir miré el reloj y el tiempo no pasaba y la ansiedad me comía y no sabía cómo calmarla.  Limpié la escalera, sin tener necesidad de limpieza, baldeé la acera, cosa que no hacía desde que Franco era corneta.  Imagino lo cómico de la situación, cuando una vecina me preguntó que hacía con tanta marcha un domingo y además, recién operada como estaba.  Aquí, quemando adrenalina, para que el tiempo pase rápido, le conté.
Llegó la hora prevista y me faltó tiempo para estar en la clínica.  Una vez allí, fui testigo de una experiencia inimaginable para mí.  Había una familia en la misma situación que yo, con la gran diferencia que ellos eran muchos y estaban disfrutando del acontecimiento en vivo, a través de las nuevas tecnologías.  Eso me asombró y a la vez me entristeció, ya que yo ignoraba lo que estaba ocurriendo con mi hija y como lo estaba pasando, así que decidí informarme.  Me llevé una bonita sorpresa cuando me dijeron que podía pasar a paritorio.  Una vez dentro, descubrí que ya todo había pasado.  Mi hija radiaba felicidad y yo pude tomar a mi nuevo nieto en brazos, apenas unos minutos después de haber nacido.  Estaba tan agradecida y contenta que no dejaba de dar las gracias a todos aquellos que me permitieron disfrutar de aquel mágico momento.  Lo vivido fuera no era real.  El mundo no está al revés, lo viramos nosotros con nuestras fantasías, pero lo que yo experimenté sí era real y jamás olvidaré el domingo 11 de marzo de 2012.

UNA HISTORIA DE AMOR de Luisa Delgado Bello




Como ya les conté en otra ocasión, mi madre venía a Santa Cruz a vender sus trabajos de rosetas canarias.  En esa época teníamos unos familiares que vivían en la capital.  Ella aprovechaba y se quedaba un par de días más con ellos, para ir al teatro, que era una cosa que le encantaba.  Nosotros nos quedábamos con mi padre en el pueblo.  Él se ponía enfadado porque le parecía que tardaba mucho en regresar y nos decía: ¡cuando llegue la mato!.  Pero, cuando mi madre llegaba, ahí estaba él con los brazos abiertos para llenarla de besos.  Mi padre era el esposo más enamorado de su mujer del mundo.
Yo siempre soñaba con encontrar un hombre que se pareciera a mi padre y, vaya si lo encontré.  Mi marido era un calco de mi padre o quizá mejor.

EL VISITANTE de Dolores Fernández Cano



Un 21 de julio de 1969, la luna, por medio de una onda magnética, se enteró que venía a visitarla un terrícola.  Se puso contenta ya que se sentía muy sola y seguro que él le haría compañía.  Para tal acontecimiento, se adornó con sus mejores galas, se maquilló, se perfumó para recibir a su huésped.  La luna escucha algo.  Creo que llega alguien, parece una nave, está alunizando, se abre la puerta y baja, ¡qué raro viste!, será la moda que se estila en la Tierra.  Me mira pero no me saluda, ni me dice nada cariñoso, eso es que no habla mi idioma.  Me está clavando algo, voy a ver qué es. ¡Uy! si es la bandera de los Estados Unidos.  Este terrícola no sabe que soy neutral.  Ahora se pasea, lo examina todo, saca fotos, recoge piedras y polvo; se aleja, retorna el camino hacia la nave. ¡No me lo puedo creer!, entra en ella, se marcha. ¡Qué lástima!, una visita tan corta viniendo desde tan lejos.  Se nota que no le he gustado.  De nuevo me quedo sola, vuelvo a mi rutina diaria, seguiré iluminando al planeta Tierra, inspirando a los poetas y esperando que algún músico componga una nueva canción para mí.

EL HOMBRE DE OSCURO de Candelaria Díaz





Viajando en un tren de larga distancia, voy entretenida leyendo una novela en la que el protagonista es un hombre de gabardina y sombrero negro.  El tren se detiene en una parada.  Veo como sube otro pasajero y me quedo pasmada: es igualito al del relato del libro que está en mis manos.  Lo miro y tiene una mirada fría, gélida. Me entra un escalofrío, ¡qué desazón!. ¡Qué calor!.  Luego, nada.  Abro los ojos y estoy flotando.  Miro hacia abajo y me veo entre unos amasijos de hierro, fuego y caos.  Siento que estoy en otra dimensión.  Empiezo a subir.  Está oscuro pero al fin veo una luz.  Voy hacia ella pero siento a mi lado al hombre de negro. ¡Dios! ¡me sigue!.  Llego a la luz y entro en ella pero el de la gabardina es absorbido por un agujero negro.  Suspiro con alivio. ¡Qué paz! Bueno, ya les contaré como se está por estos lares cuando pueda

lunes, 30 de abril de 2012

EL PARIENTE INVISIBLE de Teresa Jiménez


Por fin sé quien era el que convivió conmigo y con todas las lavadoras que he tenido, que no han sido pocas; tengo muchos años y cinco pares de pies.  Yo no sé si a alguien le aparecían los calcetines desaparecidos, a mi no.  Tenía un ramillete de ellos sin casar y cada vez añadía alguno más.  Ese bandido  debía hacer negocio con ellos, si no, fíjense en aquellos que siempre los llevan distintos: unos con rayas, otros de lunares o lisos.  Ya tú ves, bragas y calzoncillos no deben ser de su agrado; yo al menos nunca los he echado de menos, y si alguno desaparecía es porque se los quitaban en otro sitio (ahora ya no están, se fueron hace mucho mucho tiempo).  Sin yo saberlo, eras un miembro más de la familia.  Ahora debe estar instalado en otros hogares donde se estarán preguntando por qué desaparecen los calcetines.  Duende, más que Duende, listo duende de los calcetines.

EL RAMO de Lucía Hernández




En el mundo en que vivimos, hay mucho que contar sobre el amor.  Creo que de ninguna otra cosa se pueden hacer historias tan largas.  Cuando somos jóvenes todo es muy bonito, todo nos parece un camino recto pero, a medida que pasa el tiempo, nos vamos encontrando con  curvas y baches en las que podemos caer; por eso hay que tener mucho cuidado.  Ahora viene a mi el recuerdo de una de esas historias:
Tenemos un ramo de flores y de momento vemos otro y, sin pensarlo, cambiamos de idea, nos vamos por el otro sin pensar cuál me convendría más, cuál de las flores aguantaría más…  Así pasó con aquellos jóvenes que se enamoraron.  Al principio todo era muy bonito, lleno de ilusiones, se fueron de sus casas, organizaron su vida, vivían felices, hasta que al pasar del tiempo empezaron a caer algunas hojitas de su ramo.  La joven se dio cuenta de que éste se estaba deteriorando y por más que trató de ponerle agua para ver si podía reverdecer, le fue imposible.  El joven, con su cara muy dura, le dijo que se sentía cansado, que deseaba dejar la relación y ella, en medio de su dolor, le contestó:
-Tu siempre has estado cansado, has sido un gandul, yo he sido la que ha trabajado.  Lamento que te hayas adelantado porque yo había pensado muchísimas veces dejarte.  Al elegir mi ramo, me equivoqué

EL LADRÓN de Polonia


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Un día, me puse a emparejar los calcetines y me sorprendí al comprobar que me faltaban casi todas las parejas.  No me quedó más remedio que tratar de unir aquéllos que más se parecían.  Al poco tiempo, escuché como mi hijo me preguntaba:
-Mamá, ¿qué has hecho con los calcetines?
A lo que yo le respondí:
-Hijo, ahora se usan así
-Pues te los pondrás tú porque yo los quiero casados
-No es mi culpa.  Ese fue el duende de los calcetines que se llevó los que faltan.
Todavía no sé si se creyó aquella historia.