miércoles, 3 de febrero de 2016

SUCEDIÓ EN NAVIDAD Candelaria Díaz




Estas fiestas ya no son tan tiernas y familiares como antaño, cuando eran alegría y se compartía con cariño y amor lo que había.  Ahora hay demasiada comida y siento pena porque algo se termina tirando siempre.
Los jóvenes comen en familia, pero luego no disfrutan de ella; salen con sus amigos: eso es lo que hay.
Los que nos quedamos, recordamos con nostalgia hechos pasados.  En casa no falta recordar a un familiar y al huerto de su madre lleno de claveles, era especial con su espíritu navideño; irrepetible…  Siento añoranza.

Gracias a Dios que me quedan mis hermanas para meterme con ellas.  ¡Feliz Año Nuevo!


SUCEDIÓ EN NAVIDAD Natividad Morín




Esto que voy a contarles le sucedió hace unos años a una familia, en unas Navidades.
El matrimonio con sus seis hijos junto a otros familiares disfrutaban de la Navidad.  La menos que se divertía era la madre pues estaba embarazada y no se encontraba bien aquellos días.
A las pocas horas, sucedió lo que todos estaban deseando; vino al mundo una niña menuda, graciosa y llorona que fue la alegría de sus hermanos y hermanas y una responsabilidad más para sus padres.

Ese fue el acontecimiento más importante que sucedió aquella Navidad: nací yo, de ahí mi nombre.




SUCEDIÓ EN NAVIDAD Fanny




En mi país tenemos la tradición de celebrar la Navidad con un novenario que empieza el 16 de diciembre y termina el 24.  Consiste en que se reúnen en grupo unas quince personas para visitar durante nueve noches, nueve hogares en los cuales se reza, se cantan villancicos y después, la dueña de casa tiene preparado algo para ofrecerles a lo que asisten a la reunión.  Así sucesivamente, en cada una de las casas, hasta culminar el novenario.
Fue la Navidad del 2005, estábamos en el noveno día, digo estábamos porque yo también participé, cuando ocurrió lo que voy a relatarles:
Fuimos al hogar de un matrimonio que nos recibió amablemente. Nos dijeron que, por ser el último día, querían que compartiéramos con ellos la cena que habían preparado con mucho cariño para nosotros.  La mesa estaba arreglada con todo lo relacionado con la Navidad: el mantel, las servilletas.  La dueña de casa nos invitó a sentarnos y ella entró la cocina a buscar  una bandeja de cristal con un pavo horneado que había preparado.
Sucedió que, al coger la bandeja, se tropezó con una silla, se cayó del susto y el pavo rodó por el piso.  Se puso muy triste, se disculpó con nosotros por no poder compartir con nosotros la comida.  Le dijimos que no se preocupara, que lo importante era pasar la novena con ellos y que ya cenarían pavo la siguiente Navidad.
Nos despedimos con el estómago vacío y cada quien se fue a su casa.  En el camino de regreso comentábamos lo sucedido y coincidimos en que lo sucedido aquella Navidad sería una anécdota que recordaríamos por siempre.




SUCEDIÓ EN NAVIDAD Elda Díaz





Las Navidades de antes no eran como las de ahora, pues no había de nada y sin embargo, teníamos de todo.  Cenábamos lo mejor que podíamos, que para eso nuestras madres se volvían locas, buscando aquí y allí para poner lo mejor en la cena.  Después nos íbamos a la Misa del Gallo y  disfrutábamos de Lo Divino, cantando villancicos.  Éramos felices.


SUCEDIÓ EN NAVIDAD Dolores Fernández Cano


Este 25 de diciembre al que hago mención, quedará grabado en el ánimo de Berta. 
Le toca jubilarse pues ya está mayor, su cuerpo no es lo que fue, sus alas han perdido fuerza para volar y trasladarse a los remotos lugares que la envían portando los mensajes, a veces buenos, a veces malos.
Debe ceder su puesto a las más jóvenes e iniciar una nueva vida, más tranquila, más descansada.  Ha recibido la orden para que abandone el elegante palomar y traslade su hábitat al hogar de las palomas jubiladas.  Antes, necesita llevar el último recado a todos los rincones del planeta tierra.  Es una misiva corta, de pocas palabras pero que encierra buenas intenciones.  Dice así:

“Agárrense a la Navidad pues nunca envejece, los años no la inmutan, ¡Felices Fiestas!”


SUCEDIÓ EN NAVIDAD Candelaria Bacallado




Juan despertó esa mañana cuando su madre le llamó para decirle que iba a salir de compras. 
Al quedarse solo en casa, se puso a observar lo adornada que estaba.  No faltaba ningún detalle: los arreglos del salón, el Belén con el árbol, el destello de las luces que deslumbraban…  ¿Dónde está eso que llaman el espíritu de la Navidad?, se preguntó a sí mismo.  Entonces, se le ocurrió una idea. ¡Me gustaría pasar estas Fiestas con mis tíos, que me han invitado varios años!
Cuando sus padres regresaron, Juan se atrevió a pedirles si le permitían aceptar la invitación.  Ellos, al ver la ilusión que esto le producía, aceptaron.
En su momento, lo acompañaron a la casa de los tíos.  Era una familia con cinco hijos que vivía en una casa muy humilde.  Al llegar, lo recibieron con regocijo, todos lo agasajaban.  En la cena, todos fueron ocupando su sitio; a él le habían dejado presidir la mesa.  Abrumado y, antes de sentarse, se dirigió a ellos y les dijo:
 –Me preguntaba cuál era el espíritu de la Navidad y hoy lo he descubierto en la alegría de compartir lo poco o mucho que tengamos, en ese compartir está la felicidad.