martes, 4 de diciembre de 2012

DESAMOR de Edelmira Linares





Hace ya algunos años, en una gélida tarde de diciembre, le conocí.  Fue como una bocanada de aire fresco en mi vida, abrió ventanas hasta entonces cerradas y sentimientos dormidos que, con la ignorancia de la juventud, afloraron fuertemente.
¡Qué bien me sentía!.  Era como la reina de mi propio cuento de hadas, donde todo era perfecto, simplemente porque mi príncipe azul me amaba.
Ahora, con el paso del tiempo y en plena madurez, intento recordar para sentirme mejor pero, no lo logro.  No sé qué me está pasando y ni sé si es normal, aunque todo el mundo dice que sí.  Tanta lucha, tantos sueños realizados, para ahora darme cuenta que estoy vacía.  Tengo todo lo que soñé y por lo que otros matarían pero, aún así, cuando lo miro ya no me alegro como antes y me pregunto cómo, con tantas cosas en común que da haber formado una familia juntos, ya no lo siento cerca de mí, ni me hace sentir como la reina de antes.
Y ahora, me pregunto un día sí y otro también, ¿dónde está tanto amor? ¿o es que simplemente se desgasta?.  Quisiera recobrarlo pero, no sé dónde se ha ido, porque cuando el amor se acaba…, ¿sabes tú dónde va?


MI HERMANO de Amalia Jorge Frías





Toda la vida he estado rodeada de personas muy especiales; mi hermano fue una de ellas.
A pesar de llevarle solo dos años de edad, siempre me sentí un poco responsable de él, quizás debido al espíritu maternal que nos caracteriza al noventa por ciento de las mujeres, y a que mi madre me insistía en que yo era la mayor y debía cuidarlo y protegerlo.
Él siempre se rodeó de muchos amigos.  Cuando tenía nueve o diez años, una vez, cogió de la despensa una manilla de plátanos y, por la ventana, los repartió entre todos.  Mi madre, al irlos a buscar para ponerlos en la mesa, ya no encontró ninguno.  Aquellos tiempos eran muy duros, tanto que se pasaba mucha hambre, sobre todo en la capital.
Ya de mayor, hasta los diecinueve años, el tiempo que le restaba a los estudios, lo invertía entrenando a niños pequeños del barrio y formando equipos de fútbol. Le apasionaba toda clase de deportes.  Le dieron el premio al mejor deportista del año, pero él no le dio ninguna importancia y nos enteramos por los amigos.
Mi hermano hizo el servicio militar voluntario y, cuando lo terminó, empezó a trabajar en una empresa.  Como había hecho el Bachiller Superior, al mismo tiempo, siguió estudiando e hizo Graduado Social.  Casi en la misma época, conoció a la que fue su esposa.  En su vida solo existió un único trabajo y una única mujer.
Vivieron unos años felices, en los que fueron padres dos veces pero, esa felicidad duró poco tiempo.  El año que cumplía cuarenta y seis años, enfermó y, a los tres meses, nos dejó para siempre.
Para mí, aparte del dolor que sentí como hermana, el vacío que me quedó fue tan grande que, aún viviendo mi madre, me sentía huérfana.  Sí, huérfana de hermano.  Su sitio jamás podrá ser reemplazado.
De esto han pasado ya veintidós años y ésta es la primera vez que me he atrevido a escribir sobre él.  He sentido mucha paz y dos gracias al Señor por haberlo podido hacer.

DULCE ESPERA de Mary Rancel




La chica espera anhelante en la consulta del médico.  Quiere escuchar la voz del especialista dándole la noticia.  El esperado momento ha llegado.
-Felicidades –dice el doctor a la joven – la analítica ha dado positivo.  Será madre dentro de ocho meses.
La muchacha sale de la consulta del galeno pletórica de gozo.  Sola, camina con firmeza y sonríe sin parar.  Llama la atención de los transeúntes pero, a ella le da igual.  ¡Mejor!, le hace ilusión que adviertan su alegría, ya que no puede compartirla con la persona que ama.
Con paso seguro, se dirige al parque, lugar en el que ha tenido incontables momentos de felicidad.  Allí, hace dos años, conoció al hombre de su vida, su único y gran amor.  Nada más mirarse, el flechazo surgió entre ambos.  Sus vidas se unieron al poco tiempo de haberse conocido.  Su primera y única separación se produjo hace apenas unos quince días.
La fatídica partida tuvo lugar cuando, de modo súbito, se presentó el ictus, con derrame cerebral masivo.  Fue lo que, irremediablemente, les separó para siempre. Pero…, germinó la semilla, ¡el milagro de la vida! que ahora anida en su vientre.  Dentro de unos meses, se hará realidad su sueño.  Será madre a los veinte años.  Tendrá que sacar adelante al hijo de ambos; ¡el hijo del amor!, el que perpetuará a su padre.  Aquel hombre bueno, generoso, amante, cariñoso…  No será tarea fácil.  Soltera, sin recursos, sin trabajo, ni familia.  Lo conseguirá, de eso está completamente segura.
Esta triste historia es, a la vez, esperanzadora, origina pena a la par que ternura pero, al igual que los cuentos, tiene un final feliz.  Los abuelos del bebé al enterarse del hecho, les acogen y ayudan. 
Aquella promesa de criatura tiene ya seis años.  Es el vivo retrato de su padre y la alegría y felicidad de su madre y abuelos.

LA CONVERSACIÓN de Candelaria Díaz




Han pasado algunos años y, a pesar de ello, aún se reciente de lo vivido.  Feliciana lleva viuda una década pero no importa el tiempo transcurrido, ella no olvida los gritos, los insultos, el maltrato psicológico y, para más inri, el que él le quitara la herencia de sus padres.
-Como siempre, no he dormido casi nada, pensando en ese desgraciado –le confiesa a su hermana Patro.
-¡Pero, mujer! que está muerto, déjalo descansar ya.
-¡Si no puedo! A ese hijo de la Gran Bretaña lo odiaré mientras viva.
-¡Por Dios!, acuérdate lo que pasó cuando fuiste al cuarto donde apareció muerto, aquello que sentiste… - le recomienda Patro.
-No me lo recuerdes, que sentí un frío que me erizo la piel y salí corriendo de allí.
-Sí y yo te dije que rezáramos para que descansara en paz.
-¡De eso nada, lo odio!
Patro ya no aguanta más.  Y no piensa volver.
-¡Me voy!
Y se largó, dejándola con toda la angustia que se desprendía de sus  recuerdos y con aquella rabia, el resto de sus días.



EL PARAGUAS de Edelmira Linares




Usado desde tiempos lejanos, allá por la época de los faraones, fueron –según cuenta la historia –los chinos quienes lo inventaron.  Su primera misión fue atajar del sol pero, una vez que llegó a Europa, evolucionó y se transformó también en un objeto para proteger de la lluvia.
En la Edad Media, las damas lo utilizaron como un elemento de glamur y usarlo, daba un toque de distinción.  Eran de fina seda, con encajes y puntillas, acorde con sus elegantes vestidos.
Al comienzo de los tiempos modernos, el paraguas era por lo general de color negro y aunque hoy es meramente un objeto útil, se pueden encontrar de muchos colores, con variadas combinaciones, formas y tamaños, según la moda del momento.  Actualmente hay muchas versiones de ellos y algunos son plegables para poder llevarlos cómodamente en el bolso, así no se convierten en una carga que es fácil dejar olvidado en cualquier sitio, al salir.
El paraguas parece un objeto banal, pero nos da cobijo y nos resguarda, además, ¿con qué mejor excusa podrías estar más agarradito a esa persona que te gusta, sino con la de compartir paraguas en un día frío y lluvioso?



lunes, 3 de diciembre de 2012

LA CONVERSACIÓN de Carmen Margarita




Han pasado años y, a pesar de ello, aún se seguían queriendo, no obstante sus diferencias.  Al verla, Sergio se alborotó.
-¡Hola, cariño! –le dijo muy alegre.
Elena le extendió sus brazos muy contenta.
-¿Qué tal? ¡Cuánto tiempo sin vernos.
-¿Cómo van nuestras cosas?  -le espeto Sergio, un poco seco.
Un poco asombrada, ella le contestó de inmediato.
-¡Qué recibiendo tan abrupto!
-Disculpa, hace tanto tiempo que no nos vemos que no puedo evitar estar un poco receloso –se disculpó él.
Elena se sonrojó y bajó la cabeza y entonces él sonrío con un gesto un poco irónico.  Siguieron caminando uno al lado del otro, con pasos firmes y ligeros, hacia una cafetería cercana.
Entraron a un salón majestuoso, se sentaron en unas mullidas butacas y pidieron al camarero dos té con leche.  Sergio miró a los ojos a Elena.
-Cariño, ésta será la última vez que nos veamos –lanzó de pronto.
-¿Cuál es la razón de esa decisión? – preguntó Elena al mismo tiempo que palidecía.
-Te advierto, –afirmó Sergio con voz segura –te aseguro que no es mi voluntad.  El destino ha querido ponerme esta prueba sin poder defenderme.
-¿Estás enfermo? –quiso saber, dejando escapar un suspiro.
Él asintió con la cabeza.  Y se largó, dejando en ella la angustia de que él se desprendió, haciéndole vivir en la incertidumbre el resto de sus días.


LA HUIDA de Elda Díaz




Han pasado años y, a pesar de ello, aún mi amiga Merce se acuerda de cuando su marido se fue a Venezuela y la dejó con dos niñas.  Pasado el tiempo, no supo de él y decidió ir en su busca para convencerlo de que regresara con ella, pues no lo quería perder.  Decidió hablar primero con su madre.
-Mamá, ¿tú te podrías quedar con los niños? Voy a buscar  a Jose.
-No te preocupes que las niñas se quedan conmigo –respondió de inmediato la madre.
Merce se fue a buscarlo pero cuando lo localizó le esperaba una sorpresa.  Su marido tenía otra familia.  Ella no se lo podía creer. Estaba tan triste y desesperada que a él le dio pena y volvió con ella.  Aquello duró bien poco y finalmente volvió a irse, explicando esta vez que no podía quedarse porque se sentía agobiado.
Y se largó, dejándola toda la angustia de que él se desprendió, haciendo que ella viviera en la incertidumbre el resto de sus días.


LA CONVERSACIÓN de Mary Rancel



Han pasado años y a pesar de ello, aún se siente frustrado por lo que pasó con su vecino y que tanto le ha marcado en su vida.  Desea liberarse de ese rencor pero, no lo ha conseguido.  Hoy es la ocasión, y no piensa desaprovecharla.  En el encuentro se mostró inmutable.
-¡Hola Víctor! ¡Cuánto tiempo sin verte!.  Con las ganas que tenía de hablar contigo y dejar las cosas claras, porque estoy en un sin vivir por tu culpa.
Víctor responde con gesto indolente.
-Hombre, Fran, si no me has visto es porque no has querido.  Que yo sepa, no he cambiado de domicilio, no soy como otros… que esconden la cabeza bajo el ala, como los avestruces, para evitar problemas.  ¡Yo siempre doy la cara!
Al escuchar esto, Fran no se puede contener y, en tono amenazante exclama vociferando.
-¡Hay que ver lo mentecato que eres! ¿Abrase visto mayor desfachatez? ¡Si has sido tú quien me ha destruido!  Encima de que me atropellaste con tu vehículo, te diste a la fuga y buscaste testigos falsos para mantener tu coartada, ¿te atreves a decirme que tú das la cara?, ¿sabes lo que eres?, ¡un mal nacido!.  Has amargado mi vida y la de mi familia.  Lo único que pido es, que te pase lo mismo que a mí y repercuta en tu descendencia.  De ese fatídico día no duermo tranquilo.  Vivo a expensas de mis suegros y para más inri, no me pagan nada por la minusvalía que arrastro desde entonces. ¿Te parece poco el daño que me has hecho?
Víctor escucha en silencio mientras su rostro denota su turbación y balbucea.
-Lo siento pero… no puedo reparar el daño que te ha causado mi imprudencia.  Me consta que vendiste tu casa para costear los gastos médicos y que te fuiste a vivir con los padres de tu esposa.  Hasta ahora, de verdad, no había advertido, lo mal que podías sentirte por mi irresponsabilidad.  Te ruego me perdones.
Fran, lleno de rabia, grita.
-¡Qué te perdone Dios!, porque lo que es yo, ¡jamás de los jamases!, que los remordimientos no te dejen vivir, es todo lo que te deseo.
Y se largó, dejándole toda la angustia de que él se desprendió, haciéndole vivir en la incertidumbre el resto de sus días.


NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA de Candelaria Díaz





Hoy trabajo en el turno de noche.  Quiero salir antes para hablar con mi novio; no entiendo su actitud.  Últimamente está muy cambiado, frío, distante conmigo.  Hoy le diré que lo nuestro no funciona.  ¡No sé como decírselo!.  No quiero herirle…
Llego a casa, voy a nuestro cuarto, abro la puerta y me quedo helada: ¡mi novio en la cama, retozando con el vecino del quinto!.  Salgo de allí asqueada.  ¡Esos lotes son los que lo alejaban de mí!.  Y mira que es guapo, es un Rod Hudson, pero igualito por dentro que por fuera. ¡Qué desperdicio!, en fin:
“¡No hay mal que por bien no venga!”



SABIA DECISIÓN de Edelmira Linares





A Laura, desde pequeña, le inculcaron que en esta vida hay que luchar mucho y sacrificarse para poder conseguir los objetivos que te propones.  De ese modo, se convirtió en una luchadora que no vacilaba en pisotear a quien fuera por conseguir lo que quería, hasta conseguirlo.
Pero, cuando fue madre por primera vez, se dio cuenta de que tenía que elegir entre su ascendente vida laboral o su vida personal.  Fue una elección dura –dada su educación –pero, ahora cada vez que su hija la mira y le dedica una sonrisa, sabe que su retirada fue una victoria, y que ganó el mayor premio que la vida te puede dar: ¡ser feliz con muy poco!


NO HAY QUE TOMARSE LA VIDA TAN EN SERIO de Amalia Jorge Frías




Siento pena por los padres jóvenes de hoy en día; a pesar de tener más medios a su alcance, ¡qué poco disfrutan de la vida!.  El trabajo, el querer estar en todos los sitios, sin perderse nada, ocasiona que muchas pequeñas cosas maravillosas, les pasen desapercibidas.  Son muy responsables pero, le dan más importancia a los estudios y deportes que a otros valores que tienen los hijos que no podemos ignorar.
Como hoy, tanto el padre como la madre, conduce, se pasan media vida con los niños en la carretera, llevándolos a las actividades extraescolares, y a comprar a los supermercados.  Poco tiempo les queda libre para mantener un rato de conversación banal pero relajante o para jugar con ellos al parchís o al monopoly, que son juegos que unen mucho a la familia.
Los niños, que no alcanzan a comprender los motivos de los mayores para estar siempre tan ocupados, muchas veces se sienten solos y eso los desconcierta y hace que su comportamiento no sea siempre el más adecuado; eso sólo es una manera de llamar la atención.
No hay que tomarse la vida tan en serio.  Algunas cosas las dejamos para hacerlas más adelante, sin pensar que más tarde pueden estar desfasadas, habiendo dejado escapar el momento oportuno que ya será irrecuperable

LA GALLINA CORAJE de Carmita Díaz




Una gallina, después de poner su huevo en el gallinero y cacarearlo con su ¡cacaracá!, se fue caminando por el campo.  Caminaba y caminaba, comiendo las semillas que encontraba a su paso.  Así anduvo un buen rato hasta que, de pronto, se paró al ver unos cuantos granos de maíz.
-No me los voy a comer –pensó –los voy a sembrar con ayuda de mis amigos Don Pato, Don Ganso y Don Pavo.
Estaba contenta con su hallazgo y caminó muy deprisa.  Antes de llegar a su casa, se encontró con sus amigos.
-¿Queréis ayudarme a sembrar unos granos de maíz? –les preguntó.
-Yo no – dijeron al unísono, el pavo, el ganso y el pato.
La gallina, enfadada, les contestó enseguida.
-¡Pues lo haremos entre mis polluelos y yo!
Trabajaron mucho pero lo consiguieron.
Vino el tiempo de la recolección que fue bastante buena.  La gallina y sus polluelos saltaron de gozo.  Los amigos se enteraron de la buena cosecha y fueron a pedirle maíz.
-¿No os da vergüenza, gandules?   Este maíz nos lo vamos a comer mis polluelos y yo.



LA DECISIÓN de Teresa Darias





La historia que relato transcurrió en el seno de una familia católica, practicante y muy creyente.  La familia la conformaba un matrimonio y dos hijos y la ilusión de aquellos padres era que uno de sus hijos fuera algún día sacerdote.
Antonio, que así se llamaba el mayor de los hermanos, decidió finalmente que su futuro estaría ligado a una orden religiosa pero…,  al cabo de los años, cuando ya era sacerdote, se dio cuenta de que aquella no era su verdadera vocación.
Reflexionó mucho para llegar a la conclusión de que quería ayudar a las personas, no a través de la Iglesia, sino de otra forma.  Después de mucho pensar, decidió que una retirada a tiempo valía más que una victoria.

NO HAY QUE TOMARSE LA VIDA TAN EN SERIO de Elda Díaz





Con la crisis que tenemos, es difícil no pensar en ella, sobre todo en familias cuyos miembros adultos están todos sin trabajo.  Sin embargo, hay gente que a pesar de contar con un empleo, lo ven todo negro y, aunque les digas que piensen en positivo, no hay manera de que cambien porque nacieron así y ser negativo es parte de su naturaleza. ¡Ojalá aprendieran a no tomarse la vida tan en serio!.

MI PRIMER PARAGUAS de Dolores Fernández Cano





Evoco en mi memoria con mucho agrado, el primer paraguas que compré con mis pequeños ahorros.  Lo adquirí en el comercio “El Globo”, en la calle El Castillo que, por cierto ya no existe; hay otro en su lugar.
Mis ojos se fijaron en él.  Me enamoré en cuanto lo vi.  Era un paraguas fino y elegante.  No dudé ni un solo instante.  Me adueñé de él a toda prisa, antes de que otras mujeres me lo arrebataran.  Sus colores rojo y negro, muy bien combinados, me impactaron.  Resultaba ligero y lo abría y cerraba con soltura.
Colgado del brazo, lo llevaba llena de orgullo, al proporcionarme una buena compañía. Por eso nunca me arrepentí de haberlo comprado.
Cuando empezaba a llover, lo abría, ¡que gozada!. Me resguardaba de la lluvia con todo cariño.  No permitía que el agua calara mi cuerpo.  Yo caminaba por las calles, presumiendo.  Desde luego, admito que como aquel paraguas, no existía otro.
Al regresar a casa, lo ponía a escurrir y, cuando se secaba, lo metía en el paragüero, que era su lugar de descanso.
Sin saber cómo, ya no lo poseo.  En mi haber cuento con otros pero, el resultado no es igual.  Los demás paraguas no tienen aquella fantástica magia.



SIN PERDER LA ILUSIÓN de Natividad Morín




Son jóvenes recién casados y se aman.  Los dos trabajan y tienen un piso precioso.  Todo les sonríe y su felicidad es completa. Lo que les falta, ya viene en camino.  Esperan un bebé; ¡su gran ilusión!
Ella lo comenta en su trabajo y el jefe la llama al despacho para comunicarle su despido.  Se queda paralizada. ¡No se lo puede creer!; por traer un hijo al mundo se queda sin trabajo.
El marido la anima, no quiere que esa situación afecte al niño.
-¡No te preocupes!, con mi sueldo saldremos adelante, tú descansa que te vendrá bien.
Pasan los meses, llega el momento del alumbramiento.  Los dos están muy nerviosos, sobre todo él.  Cuando se dirigen en su coche al hospital, un novato del volante, se salta un semáforo en rojo y choca contra el vehículo de la pareja.  Eso provoca un tremendo atasco, además del destrozo del coche.
La policía llega enseguida.  Llaman a la ambulancia.  Gracias a Dios no les pasó nada pero, el niño está a punto de venir al mundo.  Ella tiene fuertes dolores y una media hora después, nace un precioso bebé en la misma ambulancia.
No se lo pueden creer.  A pesar del terrible accidente, todo ha salido bien.
El médico que les asistió, les comenta
-Cuando todo va mal, recuerden que ¡siempre se puede estar peor!


UN AVISO INESPERADO de Dolores Fernández Cano




A veces es necesario intervenir en la vida de los demás, y esta es la historia de una de esas ocasiones.
-¡Eh, Valentina! ¡Eh, aquí! Hola, Valentina
-Parece que alguien me llama, he oído mi nombre a pesar de que me encuentro sola –reflexiona en voz alta Valentina.
-Sí, has escuchado bien.  Soy tu conciencia.  Por mucho que mires, no me verás, sólo percibirás mi voz.
Valentina no salía de su asombro.
-¡Es imposible, pues no tengo conciencia! Es lo que mi madre me repite siempre –replicó temblorosa.
La conciencia trata de justificarse, respondiendo.
-He estado ausente tres meses, ampliando mis conocimientos con los monjes del Himalaya.  Ahora, de vuelta, me presento en tu casa y te encuentro tumbada en el sofá, sin hacer otra cosa que gandulear.
-Verás, querida conciencia –susurra Valentina –siento una inmensa tristeza; no poseo fuerzas para levantarme.  Es tal mi apatía que mi jefe ha tenido a bien concederme quince días de vacaciones, para poder recapacitar sobre mi actual situación.  También, para más suplicio, mi coche lo tengo en el taller porque el motor no funciona como es debido.  Soy gafe, todo me sale mal, mi vida es una ruina.
-¡No permito que hables de ese modo! –replica su conciencia con energía –tu obligación es luchar y sobreponerte.
-Claro, para ti es muy fácil –reclama Valentina –vivo en una encrucijada, no encuentro aliciente. ¡Todo esto va a acabar conmigo!.
-Capto que necesitas mucha ayuda –se ofrece con gusto la conciencia –lo primero es levantarte, salir a pasar, visitar exposiciones, ir al cine para disfrutar de una buena película, leer, ver escaparates.  No hay que dar tantas vueltas a las cosas, distracciones sobran. ¡Arriba el ánimo y las ganas! Además, Valentina, cuando todo va mal, recuerda que … ¡siempre se puede estar peor!


UN PARAGUAS de Mary Rancel




Era un niño que, de pequeño, tuvo mucho, mucho… miedo a la lluvia.  Cuando llovía se negaba a salir a la calle.  Lo insólito era que el agua le encantaba.  Le gustaba bañarse en la ducha, el mar y la piscina.  Jugaba con agua siempre que tenía ocasión pero, la lluvia le causaba un pavor espantoso.  Seguramente porque, en cierta ocasión, cuando aún no había cumplido los dos añitos, se encontraba solo en su habitación, cuando comenzó a llover fuertemente, a la par que sonaban los truenos y relucían los relámpagos, llenando la estancia de una luz cegadora y un fuerte ruido.  A partir de entonces, el miedo se apoderó de su personita.  Sus papás estaban preocupados por aquella singularidad pues, el niño era alegre, cariñoso, muy sociable y su única rareza era la aprensión a la lluvia.
Un día en que llovía torrencialmente, la mamá de nuestro amigo tenía que salir fuera, sin pretexto alguno.  Para que el niño la acompañase –no podía quedarse solo en casa –le comentó que poseía un paraguas mágico que, cuando las personas se guarecían debajo de él, la lluvia cesaba, aunque lloviese a su alrededor.  El niño accedió a regañadientes pero, pudo comprobar al instante, el poder mágico del paraguas; no se mojaba.  Desde entonces, el niño perdió el miedo a la lluvia y siempre que ésta aparece, saca su paraguas mágico para no mojarse.  Y colorín, colorado, este cuento ha terminado.


LA EXCURSIÓN de Carmen Margarita




Una semana, preparando la excursión a la playa, ¡qué ilusionados estábamos!.  Al fin, llegó el día tan esperado.
-Mami, no hay sol
-Es temprano –contesté.
Llegamos a la playa.  Hacía un viento tremendo y un oleaje de bandera roja.
-¡Niños!, a jugar –les dije un poco preocupada
-¡Mami, un bocadillo!
¡Uf! Las hormigas se me adelantaron.  Casi al mismo tiempo, oigo un llanto.  Era Sergio con las rodillas ensangrentadas.
-Me resbalé –me explicó desconsolado.
Un poco más tarde, escuché otro llanto.  Esta vez era Jorge; le había picado un agua viva.
-Mami, mejor nos vamos –me dijo uno de los niños, con esa sabiduría natural que les caracteriza.
Empezamos a recoger y, camino a casa, nos pusimos a cantar, a contar chistes y a reírnos de cualquier cosa, con una alegría tan contagiosa, que se nos olvidó todo lo ocurrido.
Al final de aquel día, saqué mi propia moraleja: cuando las cosas se tuercen y van mal… siempre pienso que pudo ser peor.  A fin de cuentas ese día terminamos alegres y contentos, que es la mejor forma de acabar y… ¡a mal tiempo, buena cara!.



HABLEMOS DE PARAGUAS de Luisa Delgado Bello




Hace muchos años, le regalé un paraguas a mi madre.  Era grande, de un estampado a cuadros muy bonito.  Ella lo usaba de bastón o para la lluvia, indistintamente.  Lo cuidaba mucho y siempre nos repetía que no se lo tocáramos porque podíamos estropeárselo. 
Un día, mi hermana lo tomó prestado sin su permiso y cuando la vio con él, le dijo que lo pusiera en su sitio inmediatamente, que en el paragüero había otros y que el de ella no se lo tocaran para nada.  Cuando llegué a la casa aquella tarde, mi hermana se moría de la risa al echarme el cuento.
En esa época mi madre tenía 98 años pero, no se le escapaba ni una.  Por más que mi hermana le explicaba que aquél no era el suyo, ella reconocía perfectamente todas sus cosas.
Murió a los 100 años, con una lucidez que ya quisieran para sí muchos de 50.  Mi madre fue un amor de madre.