lunes, 9 de marzo de 2015

UN SUEÑO OLVIDADO Mary Rancel.




              Soy un sueño olvidado, a pesar de ser una bonita irrealidad; es una lástima este extravío. La joven a quien hice soñar de forma romántica fue muy feliz mientras me poseyó; luego, al despertar, quiso recordarme y no me supo rescatar.
              Resulta frustrante que te pierdan habiendo puesto todo el potencial para hacer feliz a alguien con un sueño especial. Reflexiono sobre el porqué de este fenómeno y no he logrado despejar la incógnita. La memoria tiene habilidad mental para formar recuerdos pero…, para mi desventura también existe el olvido.
              Ahora vago en libertad, adormilado en la inmensidad del universo, afano encontrar el instante en que pueda aferrarme a una mente soñadora y que ésta me transmita a sus descendientes y, posteriormente, se extienda de generación en generación hasta originar mi renovación hasta el infinito. Este es el sueño de mi sueño. De esta forma nunca volveré a caer en el olvido.




VISTAS AL MAR Edelmira Linares.




              Vivo en el tercer piso de un moderno y coqueto bloque de apartamentos, en la Avenida Marítima.
              Tengo unas vistas preciosas, a la par que privilegiadas. Durante el día me recreo del mar y del bullicio de la gente mientras disfruta  de su día de playa, los niños, los castillos de arena, el relax de la hamaca y el bosque interminable de sombrillas de muchos colores.
              Pero el día acaba y veo como el sol se oculta para dar paso a la luna, que deja su estela reflejada en el tranquilo mar.
              Ya no se oye nada, sino el rumor del mar acompañado por esa brisa salada y cálida. Las parejas pasean su amor por la arena, dándose besos a la luz de la luna.
              No puedo dejar de mirar y soy testigo mudo de miles de relatos cortos que jamás debería contar.

              …Pero,  ¡no lo puedo remediar!, no en vano  soy una ventana indiscreta con vistas al mar.


YO SOY BELLACA PIADOSA Candelaria Díaz.






              Soy una bellaca ama de casa con cuatro hijos y un marido que se cree listo. Él es un viva la vida que aporta lo justito. Yo le encargo traer un saco de papas, así lo carga él.  Lo trae, me dice el coste, son veinte euros, ¡ya te lo doy!, le digo. Mientras él  se mete en el baño, voy a su cartera, le cojo el dinero y se lo pongo a la vista para que se cobre.

              Como me dijo el cura al casarnos que lo mío es de él y lo de él mío, yo cumplo piadosamente su mandato. Amén.



MESILLA DE NOCHE Luisa Delgado Bello





              Yo soy una mesita de noche, un mueblecito que colocan junto a la cama.  Me usan para colocar el libro que mi dueño lee antes de dormir, las pastillas, el mando del televisor y todo lo que se les ocurre poner sobre de mí.
              Yo tuve una tía abuela también mesita de noche. Me contaba que cuando ella era joven la ponían junto a la cama y su función era la de ocultar el orinal que ponían en su parte inferior que se cerraba con la puerta.
              Hoy nos puede parecer este hábito algo escatológico, pero ella me dijo que le gustaba. Cuando era invierno, el orinal calentito en su interior  la reconfortaba muchísimo.
              Ahora, como hay tantas cosas modernas, nos fabrican de muchos modelos y nos utilizan de todas formas y maneras. También recibimos el nombre de velador o mesilla de luz, para no tenerse que levantar nuestros dueños a encender la lámpara principal.
              Somos un mueble indispensable en un dormitorio que se precie y en nuestras gavetas guardan  las cosas más dispares que se puedan imaginar.
              Algunas veces estoy hasta los topes.





EL BANCO Elda Díaz.







              Soy un banco muy feliz. Vivo en un parque muy hermoso, lleno de árboles y plantas preciosas. Me encanta estar aquí. Me despierto muy tranquilo pues siempre tengo a alguien acostado o sentado en mí, durmiendo o leyendo el periódico. Muchas madres vienen a pasear con los niños y pasan el rato a mi lado. Más tarde, los chicos se ponen a estudiar sobre mí, pues donde estoy es un sitio muy tranquilo. También hay parejas que pasan la tarde  haciéndome compañía con sus arrumacos, que yo no voy a contar aquí pues eso es un asunto íntimo entre ellos. Algunas veces me escriben, pero el agua de la lluvia lo borra  casi todo. No me olviden que yo estaré aquí por todos los años venideros, si me cuidan y  no me rompen.


UNA TAZA DE CAFÉ Dolores Fernández Cano.






              Soy una taza, pero no una taza cualquiera. Llegué de la legendaria China. Mi abuela, residió en una vitrina perteneciente al último Emperador. Estoy elaborada por una fina porcelana, rematada con dibujos de lindas flores. Reposo en un plato pequeño que, a la vez, resulta cálido y amoroso. Me encuentro bien ubicada. Deseo que se levante mi dueña, para que haga el café y lo vuelque en mi cuerpo y así palpar el calorcito, como también el rico olor de la cafeína. ¡Oh, qué placer cuando unos labios se posan en mi borde!; toda yo vibro de emoción.

              Considero que es difícil poseer la serenidad ansiada pero, la obtengo cuando me llenan de una buena infusión, tal como la tranquilizante tila o la aliviadora menta poleo. Me despido contenta, pues sé que mi  estirpe no morirá…¡hay tazas para rato!.



SOY EL PAPEL DONDE ESCRIBEN Amalia Jorge Frías.





              Otro día más y yo sin saber qué será de mí, si serviré para algo importante o terminaré roto en la papelera.
              Amalia me ha cogido y me ha pasado a su nieta, le ha dicho que le escriba un cuento y ella que sólo tiene ocho años y más ganas de jugar que de otra cosa, se ha puesto de cuclillas en el suelo. ¡Qué frio está el suelo! En cinco minutos me ha llenado de arriba abajo, qué pena, lo ha hecho tan deprisa que seguramente Amalia me estrujará con sus manos y será mi fin.

              ¡Qué malo es ser pesimista! Se sufre sin necesidad; me he equivocado del todo, ¡qué poco conozco  a las abuelas!. Amalia se ha quedado encantada con lo que ha escrito su nieta, se lo ha elogiado mucho y le ha dicho que me guardará para siempre en la caja de sus tesoros, ¡qué afortunado he sido!.



EL PERRITO CARNAVALERO Elvira Martín





              La llegada de los Carnavales era un acontecimiento en mi barrio, pues siempre ha sido un lugar de encuentro para grupos coreográficos; sobre todo, las murgas y rondallas.  Había una murga muy especial, compuesta por niños y dirigida por un vecino llamado Manolo,  llamada Los Lengüines, que dicho sea de paso, obtuvo muchos premios tanto en presentación, como en canciones pues el director era muy detallista y meticuloso a la hora de preparar los disfraces. Pero lo mejor era cuando llegaba la hora de los concursos al que asistíamos casi todos los vecinos, porque nuestros hijos pertenecían a dicha murga.
              En la guagua que llevaba al grupo, se colaba el perro de una vecina, llamado Lake. Era un perro grande, negro, que acompañaba a los niños a todas  las actuaciones y a veces se quedaba en Santa Cruz y regresaba el miércoles de ceniza, así año tras año, hasta que la murga dejó de salir y entonces de iba a la calle de la Noria y se acoplaba a la Afilarmónica Ni Fu Ni Fa, regresando lógicamente cuando acababa el carnaval, flaco y lleno de pulgas.
              El Carnaval de Santa Cruz de Tenerife es tan bonito que hasta los perros lo disfrutan, desde el primer día hasta el último. Por este motivo, cuando sale un chico novelero y carnavalero, a los vecinos se nos ha quedado el dicho de ¡ahí va el Lake) ¡hasta el miércoles de ceniza!.