martes, 12 de marzo de 2013

AQUELLOS MALOS TIEMPOS de Carmita Díaz






Ocurrió por el año treinta y ocho y nos lo contó mi madre cuando mi hermana y yo éramos pequeñas.  Estábamos viviendo en Los Llanos de Aridane, La Palma, cuando estalló la guerra civil española.  Un día, mi madre se encontraba hablando con una vecina cuando, por la calle, pasó otro vecino que vivía más arriba y parece que al pasar dijo:
-¡Viva España!
Ellas no se enteraron.
-He dicho ¡Viva España! – repitió el hombre muy molesto
-Perdone, compadre, no le hemos oído.
-Pues las voy a llevar presas.
Aquel hombre era falangista hasta la médula.
No pasó nada por Dios no quiso porque en aquellos tiempos las cosas andaban muy revueltas.
A mi padre también le sucedió algo parecido.  Él era empleado de Telefónica y a la señora de la Centralita se le ocurrió comentar que éramos comunistas porque no íbamos a misa.  Se formó un follón tremendo y mi padre casi pierde el trabajo.
Aquellos si que fueron malos tiempos.









ASÍ ME LO CONTARON de Lucía Hernández






Hace tiempo me contaron una historia que no estoy segura de que sea real, aunque de todos modos se las cuento y ustedes juzgarán:
Dicen que llegaron unos extranjeros de visita a Sevilla y tomaron un taxi para ir de excursión.  Cuando pasaron por una plaza, vieron un monumento y dijeron:¡qué monumento tan bonito!, el taxista les dijo que habían tardado quince años en hacerlo.  ¡Vaya, que gandules, en mi tierra lo hubieran hecho en quince días!, dicen que comentaron los turistas.
Siguen su trayecto y al pasar por otro monumento, exclamaron. ¡qué bonito!.  Esta vez, el taxista les cuenta que tardaron veinte años en construirlo.  ¡Vaya! ¿Qué dices? Pues en mi tierra eso lo hacen en veinte días, volvieron a responder.
El taxista ya iba tragando en seco, no podía resistir más.  Al pasar por La Giralda, los visitantes empezaron a decir: ¡Qué costa tan grande, qué cosa tan bonita!, y como el taxista no hacía ningún comentario, le preguntaron:  ¿Sabe usted que es esto?.  Él, muy tranquilo, les contestó:
-Pues no sé, la verdad, porque esta mañana cuando yo pasé por aquí, esto no estaba por aquí.



LAS ALAS DEL CORAZÓN de Candelaria Díaz





Mi madre me contaba la historia de mis bisabuelos, Celedonia y Luis, alias ¡Yo Luis el rey!.  Mi bisabuela se ahogó mariscando en las playas de Agache.  Una ola la levantó y gracias a su falda larga, quedó flotando en la mar.  No sabía nadar y los que estaban con ella le tendieron una caña para ayudarla, pero era corta y corrieron a buscar otra más larga.  Ella pensó que la abandonaban y la angustia hizo que se desmayara.  Se ahogó y su cuerpo apareció a los pocos días por el Porís de Abona.  Dijeron los del lugar que se le habían caído las alas del corazón.  Crecí pensando que esas alas existían.
Ya mayor, comprendí que había sido un infarto, pero ahora que me quedan dos telediarios, con más del cincuenta por ciento vivido, creo que sí… ¡que el corazón tiene alas!:  con las alegrías volamos y si nos hieren, se caen…



ASÍ ME LO CONTARON de Edelmira Linares






Rumores y más rumores…¡Estoy harta de infundios y lenguas viperinas! ¿Es que la gente está aburrida o es que les gusta regodearse con el mal ajeno?.  Visto lo visto, quiero pensar que simplemente somos cotillas por naturaleza. 
¿Cómo se atreven a decir que Juan el carnicero está liado con Carmita la panadera?  Eso no se lo cree nadie.  Todos en el pueblo sabemos que Juan adora a su esposa y se desvive por sus hijos.  Claro, como la pobre Carmita enviudó hace cuatro años ya -¡que en paz descanse tan buen hombre! –pues ya le andan buscando pareja.  Son todos unos metiches…, desde luego.
Pero, ahora que lo pienso bien, el otro día los encontré hablando a los dos solos y cuando notaron mi presencia, cada uno disimuló como pudo.  Yo, que no soy malpensada ni me gustan los chismes, solo les digo lo que sé, pero sólo porque así me lo contaron, que conste.


MALOS TIEMPOS de Paula Lugo




La semana pasada fui al supermercado a hacer la compra, como todos los días.  Iba entrando cuando me encontré con dos coches de policía nacional.  Me asusté y ya en el súper,  pregunté que había pasado.  Uno de los empleados había corrido detrás de un hombre que entró a robar comida. ¡Malos tiempos los que corren que ya entran a robar para poder comer!
Terrible me parece a lo que se ha llegado: tener que robar comida para sobrevivir.
Así me lo contaron y así lo cuento yo.


UNA HISTORIA VERDADERA de Luisa Delgado Bello





Cuando una señora del pueblo empezaba a contarnos la historia de cuando ella era jovencita, siempre lo hacía hablando de un tío suyo.  Él regresó un día de Puerto Rico, allá por los años quince del siglo pasado, y lo hizo con un hijo que había tenido con una señora de esa isla.  A sus padres no les gustó nada y el tío, al verse repudiado por haber tenido un hijo sin casarse, se fue de la casa de su madre, a vivir solo con su niño.
Su sobrina, que le tenía un cariño especial, siempre iba a su casa para ayudarle con el cuidado del niño, a escondidas de su abuela.
En Canarias, allá por los años veinte, hubo una epidemia de la gripe en la que murió mucha gente.  El niño también falleció y su padre se quedó solo y triste.  La sobrina siguió acompañándole siempre, y cuando ella se casó, se mudó junto a su esposo a la casa de su tío para seguir cuidando de él y darle compañía, porque ¡se había quedado tan solo!.
Pasó el tiempo y la chica y su esposo ya tenían tres niños cuando él falleció.  Él tío tenía dinero y bastantes propiedades.  Cuando la familia se enteró que había muerto, todos fueron para repartir la herencia, pero… el señor, sin decírselo a nadie, hacía tiempo que había hecho testamento a favor de su sobrina, que era quien de verdad le quería.
Cuando el resto de sobrinos vio que no les dejó nada a ellos, se fueron enfadados: no lo cuidaron nunca pero si querían heredar.
Esta es una historia verdadera, de las que ocurren con mucha frecuencia.


ASÍ ME LO CONTÓ de Elvira Martín Reyes





Se acercaba la hora para acurrucarme al lado de mi tía y escuchar sus divertidas historias.  Aquella noche comenzó así:
Me estoy acordando… de dos hermanas que vivían en mi pueblo.  Se habían quedado huérfanas y sólo se tenían la una a la otra.  Clotilde era la pesimista y Ángela todo lo contrario.  Un día, Ángela observó que su hermana estaba llorando.
-¿Qué te pasa? –preguntó
-Que no puedo ir al baile porque no tengo medias negras –contestó Clotilde.
Ángela, con una sonrisa, miró a su alrededor y vio un paraguas negro encima de la vieja cómoda.
-Súbete a la mesa –le dijo a su hermana.
Y cortando la tela del paraguas, la enredó alrededor de las piernas de Clotilde, cosiéndolas por detrás.  De esta guisa se fueron al baile y cada vez que su hermana daba una vuelta, Ángela se tenía que parar porque la risa le impedía seguir bailando.
Con el ingenio y el optimismo de Ángela, pasaron una noche fabulosa; no sería la mejor pero si la más alegre.  Al regresar, ella le preguntó a Clotilde cómo lo había pasado con su paraguas.
-¡De maravilla! ¡A mí que me quiten lo bailado!
Ángela le había contagiado su optimismo a Clotilde.
Así me lo contó y así lo cuento yo.




HISTORIAS DE LA GUERRA CIVIL de Amalia Jorge Frías





Los vecinos más cercanos que tenían mis abuelos eran un matrimonio con dos hijos.  Se llevaban muy bien entre ellos, aunque no compartían las mismas ideologías políticas.
Mis abuelos me contaron que los dos hermanos habían luchado en la Guerra Civil Española, pero cada uno en un bando diferente, sin embargo, tuvieron la suerte de que jamás se enfrentaron en el campo de batalla.
Cuando la guerra terminó, el que estaba en el bando ganador, regresó lleno de condecoraciones, pero a pesar de las medallas, no pudo evitar que su hermano fuera a la cárcel.
Todos los domingos acompañaba a sus padres, que ya eran mayores, a visitarlo, pero él nunca entraba y les esperaba dos calles más abajo para que no regresaran solos.  Así todas las semanas, durante tres años, hasta que al fin el hermano fue puesto en libertad y pudieron fundirse en un gran abrazo, sin ningún rescoldo de rencor entre ellos, porque ningún ideal político era más grande que los lazos de sangre que como hermanos les unían.
Así me lo contaron y así se lo cuento yo a ustedes.



ASÍ ME LO CONTARON de Elda Díaz





        Me contaron una historia que me causó mucha impresión.  Dicen que era una chica  
          muy fuerte que le echó garras a la vida que se le venía encima.  Cuando era jovencita 
         era muy guapa, parecía una muñeca.  Un día de carnaval se vistió y se fue con las
         amigas  a un baile de máscaras.  La invitó a bailar un chico con el que estuvo toda la 
         noche.  Cupido la había visitado, aunque ella no sabía que se trataba de un hombre 
         rico y casado y que, por lo tanto, no podía estar todo el tiempo con ella.  Con el 
         tiempo se quedó embarazada y tuvo muchos problemas con su familia.  Él terminó 
         comprándole una casa y eso le dio cierta tranquilidad.  Llegó a tener otra niña con él 
         y en un momento dado ella le pidió que le buscara algo que hacer pues no podía 
        depender de él toda la vida.  Él le montó una tienda y con ella, pudo sacar a sus hijas
        adelante.  Aquel hombre nunca dejó a su familia y por lo que me contaron, nunca se 
        enteraron de que tenía otra mujer, ni los hijos se enteraron nunca de que tenían dos 
        hermanas.

        La vida juega con nosotros, el destino hace lo que quiere y no hay quien pueda 
        cambiarlo.



ASÍ ME LO CONTARON de Dolores Fernández Cano






Ha llegado el momento de narrar, tal como me contaron, esta historia.  El año pasado, visité una exposición de fotografías sobre Camboya, las cuales me impactaron por su realismo.  Una de ellas era de un muchachito.  Me contaron que se llamaba Lin.  Parecía algo tímido, pero a la vez, muy sonriente, a pesar de ser una víctima más, por haber pisado –sin saberlo –una mina antipersonal que le dejó sin su pierna derecha.  También nos indicaron que los médicos ya tenían la prótesis para Lin que estaba muy contento pues volvería a la escuela; ¡ese era su máximo deseo!.
Pongo fin a este relato, confesando mi admiración por esos seres, tanto hombres como mujeres y niños que no han perdido las ganas de vivir, tras padecer las secuelas que dejan esa clase de minas.  Según nos dijeron, no las retiran porque sale más caro que colocarlas.



lunes, 11 de marzo de 2013

MILAGROS DINAMITA de Teresa Darias


  


Milagros vivía en un país sudamericano.  Desde joven poseía aptitudes para manipular explosivos, desde voladores a artefactos de mayor potencia.  Ella había aprendido el oficio de artificiera, de su padre, porque él había trabajado desde muy joven en la cantera del pueblo, poniendo en peligro su vida, día tras día, animado por el convencimiento de que su trabajo servía para que tanto él como el resto de compañeros, siguieran buscando el metal o las piedras que tanto ansiaban para sacar a sus familias adelante.
Un día, debido al peligro que tenía su profesión, su padre muere en una explosión, por lo que la joven Milagros tiene que tomar la decisión de seguir o no el oficio de su padre.  Ella piensa primero en su familia y luego en el peligro al que se expondría a partir de ahora.  Después de meditarlo, decide comunicarle al capataz de la cantera que seguirá en el puesto de su padre.
Desde ese día y en honor a su padre fallecido, Milagros, la joven que en el pueblo jugaba con los petardos, pasó a llamarse Milagros Dinamita.


DULCE LAMARGA de Candelaria Díaz







Ella es como su nombre: buena y dulce.  El marido es buen mozo y muy amable y tienen tres niños encantadores; forman una familia envidiable.
Una noche, la sirena de la ambulancia suena y Dulce para Urgencias.  Los vecinos quedamos consternados.  A la mañana siguiente una bomba nos deja atónitos y luego, llenos de rabia: una vecina, auxiliar del centro hospitalario, nos contó que había sido una paliza y que Dulce estaba muy grave y lo peor, ya tenía cicatrices de lesiones anteriores.
La visité dos días después.  Habló, por fin.  El marido era un maltratador.  No encontraba placer sino en la crueldad.  Le golpeaba en partes no visibles, por eso le rompió el bazo y aquella vez, viendo la pérdida de sangre, tuvo miedo y la atendió, avisando a la ambulancia.
-Dulce, ¡deja a ese demonio! …que ya saldrás de ésta, con trabajo, rezando y soñando…


UN MUCHACHO MUY SERVICIAL de Mary Rancel


                                                                              
Su nombre es Ángel, un joven muy pintoresco, conocido por todo el barrio por su amabilidad.  Siempre está dispuesto a hacer el bien, sin importarle a quien.  Por ese motivo, todos los vecinos, en cuanto tienen algún quehacer, le suelen decir:
-Ángel, ¿puedes ayudarme a…?
Ángel no deja terminar la frase; invariablemente contesta:
-Sí puedo, no faltaba más, dígame ¿qué se le ofrece?
Presto, acude para hacer lo que sea necesario: una mudanza, llevar la compra, pintar la cocina, limpiar los cristales… Unas veces le sale bien, otras no tanto, pero él no se desanima nunca.
Las personas a quienes ayuda, acostumbran darle una propinilla y, de eso vive, no necesita nada más para ser feliz.
En cierta ocasión, una señora muy guasona que vive en su misma calle, le expuso:
-Ángel, necesito que me hagas un favor.
Él, como de costumbre, contestó:
-Yo sí puedo, ¿qué se le ofrece, doña?
-Que traigas hasta mi casa la luna.  Es mi deseo desde hace mucho tiempo y no he podido conseguirlo y, he pensado que tú puedes realizar mi sueño.
-¡Eso está hecho, señora! –exclamó convencido –Esta noche tendrá la luna, ¿no ansía nada más?
La señora con ironía, le contesta:
-Si puede ser…, acompañada del sol.
-Como usted mande, ya sabe que sí puedo y haré lo que sea por complacerla.
Esa misma noche, el muchacho toca en la puerta de la señora diciendo:
-Abra, aquí tengo la luna y el sol.  Su petición se ha cumplido.
La mujer abrió la puerta y se quedó de una pieza pues jamás pensó que al muchacho se le ocurriera semejante idea.  Ella se lo había pedido con la intención de burlarse de él, segura como estaba de que él no podría hacer realidad su petición.
No les he dicho que a Ángel se le conoce en el lugar por el sobrenombre de Ángel Sípuedo.   Pues aquella vez también pudo, claro que sí: se presentó ante la puerta de aquella señora con una luna y un sol preciosos, pintados sobre un gran cartón.




ROSA ALEGRÍA de Carmita Díaz



En un barrio de Madrid llamado Chamberí y en medio de una familia humilde, nació una niña a quien pusieron de nombra Rosa.  Es muy bonita porque vino al mundo con una sonrisa en la boca.  A medida que va creciendo, la niña ayuda mucho a su madre en los quehaceres del hogar y mientras lo hace se le oye cantar y cuando no, de vez en cuando, le cuenta chistes a su madre y las dos ríen de felicidad.  Rosa le brinda a su madre mucha alegría.  Cuando salen a la calle madre e hija, todo el mundo las saluda con un ¡adiós, alegría! y Rosa contesta con frases alegres.  En el colegio, tanto sus profesores como sus compañeros, la aprecian mucho por su vivacidad y la felicidad contagiosa que desprende.  El apodo que lleva lo tiene más que ganado y merecido:  Rosa Alegría, así será por siempre conocida.