Al llegar a casa de Gloria y cruzar la verja del
jardín, lo que vi me impresionó: objetos tirados por todos lados, caos,
suciedad… No parecía que aquel lugar
pudiera pertenecerle; ella siempre tan organizada y escrupulosa, ¡excesivamente
escrupulosa!, pero ¡si aquello parecía un vertedero!, pensé.
De pie en el umbral de la desvencijada puerta, dándome
la bienvenida estaba ella. Entré y eché
una ojeada al salón y, si afuera parecía estar mal, dentro era aún por. ¿Cómo podía Gloria vivir en estas
condiciones?. No podía explicármelo.
Habíamos sido amigas durante muchos años y siempre fue muy cuidadosa con
ella y su entorno. Pasaba horas ante el
espejo para que todos la vieran más hermosa cada día. ¡Cuántas discrepancias
tuvimos por eso!. Yo solía decirle que
ni una modelo tardaba tanto como ella en arreglarse. Y ahora se muestra despeinada, con la ropa
arrugada, ¡hecha un completo desastre!.
Yo sé que ha pasado momentos difíciles, su enfermedad la llevó casi al
borde de la muerte, pero eso no es justificación para tener tanta dejadez, ¡de
ninguna manera!. Aunque somos amigas y
la quiero, no puedo compartir esta postura tan extremista; desentenderse de
todo pensando que hay que vivir que son dos días. Espero que recapacite y retome las riendas de
su vida.