AQUELLA NOCHE DE LLUVIA
Para mi sobrina Begoña
Tenía dieciséis años cuando mis primos Francisco y Amalia, naturales del pueblo de Arafo, tuvieron que pasar unos días en mi casa. Su hija más pequeña, de seis meses de edad, estaba enferma de la garganta y querían que la viera un especialista.
Esa misma noche, que llovía torrencialmente, la niña se agravó. Salimos con ella en un taxi en busca de un médico. El primero que la observó ya concluyó que había que operarla de forma urgente. Los padres estaban tan nerviosos y afectados que no podían tenerla en los brazos y fue así como, a tan temprana edad, me encontré llevando una criatura a punto de morir junto a mi pecho.
Recorrimos varias clínicas, ya que hace cincuenta años los servicios de salud en Santa Cruz no contaban con las facilidades y adelantos actuales. Por fin, ya amanecía cuando en la Clínica del doctor Barajas pudieron hacerle una traqueotomía. Cuando la coloqué en brazos del médico, ya apenas podía percibir su respiración. Finalmente y gracias a Dios, la operación fue un éxito.
He querido escribir este relato para que ella y su familia sepan por qué siempre la he querido tanto y es que, esa noche, fue una de las más largas de mi vida. Al tenerla tan cerca en momentos tan definitivos, aquella niña de entonces se convirtió en algo mío, como si de una hermana pequeña se tratara.
Deseo enviarle un abrazo muy fuerte a ella, a su esposo y a sus hijos (a todos los quiero muchísimo), con mis mejores deseos para el año que comienza y que esta pequeña historia, que es la suya, escrita con el corazón, sea para Begoña, mi regalo de Reyes.