martes, 17 de febrero de 2015

AGUAR LA FIESTA Candelaria Bacallado.






            Todo estaba preparado para el gran día, había llegado su familia que residía fuera, hospedándose en el Hotel más cercano.
            Alberto se levantó más temprano de lo habitual. ¡Hoy es el día tan esperado!. Se quedó reflexivo por un momento, pensando en el camino recorrido hasta ese momento.
Nada podía enturbiar su entusiasmo, había conseguido finalizar su tesis y hoy era su lectura. El sonido del teléfono lo saca de sus pensamientos. Escucha como su compañero de habitación exclama: ¡No, imposible no, no puedo decírselo y aguarle la fiesta después de tanto esfuerzo y sacrificio!.
            Se acerca a su amigo y le dice lo que ha pasado: han aplazado la lectura de tu tesis.


CARNAVAL Y MASCARITAS Mary Rancel.



            Sucedió hace más de cuarenta años en un pueblo del sur de Tenerife. Entonces se celebraban los Carnavales de mascaritas. Esta circunstancia solía dar lugar a muchas confusiones, algunas graciosas y otras, comprometidas.
            Un joven de la comarca se disfrazó de mujer: la cara cubierta con máscara, en las manos guantes, en los pies medias y zapatos de su madre; todo ello para no ser reconocido y ocasionar el despiste. Esa tarde se introdujo en el salón donde se realizaban los bailes y se puso a observar a los hombres que no llevaban disfraz. De entre ellos, eligió como pareja de baile a un muchacho que se las daba de seductor de muchachas casaderas o en edad de merecer –tenía la fea costumbre de ir comentando “sus conquistas” a quienes estuvieran dispuestos a escucharle –.
            Durante toda la tarde bailaron juntos; por supuesto, la mascarita se hizo pasar por una chica joven con ganas de aventura, así que, citó al seductor para verse esa noche en un lugar poco recomendable. El encuentro se realizó en el sitio acordado, el disfrazado había pactado quitarse la máscara en aquel lugar pero, muy ingenioso, antes de cumplir lo convenido, supo ilusionar al Casanova. Cuando más convencido estaba el chico de encontrarse entre los brazos de una mujer, salieron de detrás de unos matorrales los amigos del enmascarado riendo a carcajadas, burlándose de él y dejándole en ridículo. La mascarita no llegó a quitarse el antifaz, así que el afrentado no supo quién le había engañado.



AULLIDOS Carmen Garcés




            Quiero buscar un lugar donde esconderme, pues siento mucho miedo. ¿Qué es ese espantoso ruido?, parecen aullidos.  Al escucharlo se hiela mi sangre. Vienen del piso inferior de la casa, probablemente algún animal salvaje ha  entrado por la ventana.
            Aterrada, entro en mi habitación y me escondo en el armario.
            Temblando, acurrucada en un rincón, permanezco largo rato; me parece una eternidad. Por fin, los aullidos cesan. Espero hasta estar segura de que el animal se ha ido y salgo con cautela.
            Bajo despacio las escaleras  que van al salón cuando, inesperadamente, aparece mi hermana, dándome un  susto de muerte.
-         Donde te has metido, llevo rato buscándote –me reprocha.
-         ¿No has oído esos terribles aullidos?, -le pregunto,  abriendo mis ojos como platos. ¡Estoy segura, de que había algún animal terrible dentro de la casa!.
-         ¿Aullidos?-responde mirándome con desconcierto
-          …Ahhh, ya entiendo- y soltando una sonora carcajada, agrega:
-          No era ningún animal, es que ayer comencé mis clases de violín y estaba practicando.




¿QUIÉN ES ÉL? Antidia Iraida.






            Tengo una costumbre o manía, llámese cómo se llame, el caso es que lo que más me gusta es observar a una persona y hacer conjeturas sobre quién es y cómo es por dentro, qué hace.  Ayer se dio el caso que encontré en el tranvía uno de tantos al que le tocó pasar por mi ojo de huracán. Me llamó la atención su forma de caminar, cómo se frotaba los tobillos al andar, mal empezábamos. Sus ojos, a través de mis gafas oscuras, me hablaban de lo contrario que quería aparentar, me daba igual a lo que se dedicara, su trabajo no era importante para mí, aunque parecía  ser banquero o trabajar en algo similar. No le veía anillo pero por su aspecto dudaba mucho de que alguien lo pudiera soportar.  Su aspecto de chulo pasota prepotente, sería posible lo que me imaginaba. Tenía cara de trotamundos así que suponía que iría o vendría de cualquier parte, no tenía cara de importarle gran cosa. ¿Sería cierto que el interior que veía era verdadero o quizás lo estaba juzgando mal?, pero hay tantas piezas dignas de museo, que todo podía ser.


MIEDO Antidia Iraida.



            El miedo se hizo dueño de mis horas mientras pasaba la vida entre paredes blancas que se llenaban de palmeras y caminos, que desaparecían al cerrar los ojos y resurgían de la nada al volver a abrirlos. En troncos de palmeras retorcidas, de pronto aparecían personas recostadas, en otros momentos eran cañaverales resurgiendo de lagos con agua. Vivir en un lugar extraño que no correspondía al que habitaba, las horas del día y de la noche eran largas y llenas de incógnitas. Pensé que no podría salir.
            Pero he aquí que un día entró el sol por la ventana y resurgí de aquel lugar extraño, se alejó el miedo y llegó la alegría y el disfrutar de  la vida.
            Al pasar el tiempo, he analizado aquellas imágenes y he visto en realidad lo que querían decir, tenía que permanecer en la tierra junto a los seres queridos de mi vida, para caminar junto a ellos.  Me faltaba mucho por hacer aquí en este lugar lleno de vida y amor.




CON LA SOGA AL CUELLO Dolores Fernández.





            La noticia recibida le ha dejado echando chispas. Comprende las causas, pero no tolera que le agüen la fiesta. Así es Pollito Trovador: muy responsable, muy valiente. Como no está dispuesto a irse por las ramas, asoma su cuerpo, con precaución, por la puerta entreabierta, para convencerse de que ha dejado de llover.

            Aunque no le gusta, tendrá que hacer la pelota a más de uno, para poder seguir adelante. El comunicado de la inundación del local donde se encuentra instalado el ring, es desesperante para Pollito Trovador. Él es un gran púgil y la sola idea de que no podrá participar en el campeonato mundial de boxeo, le resulta frustrante. Si no lo remedia, pasará un largo tiempo a dos velas.


LA BUHARDILLA Natividad Morín.





            Se dirigía a la buhardilla, cuando el sonido de un gemido la dejó paralizada, dudó si seguir subiendo o no. ¡Seguro que es un gato que se quedó atrapado y no puede salir!, pensó la chica. Ella no era miedosa, le gustaba enfrentarse a los problemas.
            Se armó de valor, entreabrió la puerta que chirrió. ¡Tengo que ponerle aceite, estas casas viejas son todo ruidos!. ¿Por qué su tía le había dejado a ella esta casa tan antigua teniendo más sobrinos?.
            Miró dentro, estaba oscuro, intentó encender la luz, nada, no había, solamente entraba algo de claridad por la claraboya. Fue entonces cuando vio la sombra; era una mujer con un pelo que le llegaba a la cintura. Pálida, con los ojos hundidos, extendió los brazos como si quisiera coger algo que no había, que sólo estaba en su mente. Lanzó otro gemido, seguramente al ver a la joven; le había recordado a alguien muy querido.
            La chica dio un grito de terror, salió corriendo. Al poco tiempo vendió la casa.


BOBA HECHE Candelaria Díaz.




            Este caso que me ocurrió a mí tiene guasa. Tenía una amiga del alma en un apuro grave, le iban a embargar su casa, le había firmado un aval al pringado de su marido y él no lo había pagado. La cosa pintaba fea, ella estaba angustiada y yo era su pañuelo de lágrimas, pero ¡era tan parada!; esperaba un milagro. Yo le decía, tienes que hablar con la familia pero, estaba lela, parecía estar boba. Yo pensé algo y se lo dije:
            –Vamos a empeñar tus joyas y las mías a ver que sacamos.
             Me miró espantada y me dijo al pie de la letra:
             –¡No, las mías no!

            ¡No te joroba! ¿boba? ¡¡boba heche!!.

ESTRELLAS Mary Rancel.





            ¡¡Plash!!, escuché, en el mismo instante en que me di el fuerte taponazo en el codo, recibí el enérgico calambrazo que me dejó viendo las estrellas, semejantes a las dibujadas en los comics; refulgentes y de diversos tamaños y colores. Me puse hielo en la zona para evitar la inflamación y el moretón. El dolor permaneció un buen rato, mientras las estrellas iban disminuyendo en intensidad y centelleo –cada vez eran menos –. Poco a poco la dolencia se fue quedando en una molestia soportable.


            Cuando conseguí llegar a mi destino, me sentí ¡en la gloria! Hacía tiempo que no visitaba aquel lugar increíble. La oscuridad de la noche le aportaba misterio, hechizo y sosiego; esa calma que mi espíritu necesitaba en aquellos momentos. En ese lugar extraordinario, me encontré con un grupo de personas estupendas que ya conocía. Sacamos los sacos de dormir situándolos en la impresionante llanura del valle, tendidos sobre ellos, pudimos contemplar la bóveda celeste, esa noche, plagada de brillantes estrellas fue una noche inolvidable.


FRENTE A FRENTE Antidia Iraida









            Vueltas daba Hitler y por un rincón, al son de la Lira, allí lo encontró. ¡Ay, querido Nerón, por fin nos vemos!. Las vueltas del mundo, era de esperar que en este rincón nos fuésemos a encontrar, con el calorcito estás a gustito. No, querido Hitler, no es lo mío, pero a ti, querido, te viene al pelo. Así tú triunfaste, así tú viviste y en la otra vida, mira cómo estás: con las mismas llamas con las que hiciste desaparecer  a todo tu pueblo. ¡Cállate, Nerón! Que con tu veneno y tus catapultas, ballestas y demás, igual con tu pueblo hiciste, y en este momento, no nos queda otra que estar aquí compartiendo apartamento, tú por tus hechos, yo por los míos; ¡compartimos jefe!


BARRANCO DE SANTOS Luisa Delgado Bello






            El día de la última clase, la profe nos sugirió que intercambiáramos principios de relatos entre unas y otras. A mí me tocó mi compañera Caya.  Ella es tan imaginativa que me dijo que contara la leyenda de Los Chupa Cabras del Barranco de Santos, ya que habían vuelto. Yo por más que indagué y bajé a dicho lugar, ya que vivo justo frente al barranco, nadie me dio norte, ni me confirmaron que estuvieran otra vez los chupa cabras por allí. Lo que sí vi es que El Barranco de Santos no se parece ya, ni por asomo, al que era antiguamente. Ahora hay canchas de juegos de todas clases, pero están muy feas llenas de grafitis y muy sucias. Para mi sería mejor que estuvieran otra vez los chupa cabras pero…, creo que cogieron miedo y se fueron a chupar a otro sitio.



ECHANDO CHISPAS Edelmira Linares.





            Llovía a cántaros; hacía una tarde de perros.  Refugiada en la marquesina de la guagua, y con el alma en vilo, aguardaba ansiosa. No sé qué tenía hoy, pero llevaba toda la mañana con la cabeza llena de pájaros, y tuve que hacer un esfuerzo para no despistarme y poder llegar a hora.

            Después de quince minutos esperando, vislumbré a lo lejos la 014. ¡Por fin llegó!, pensé para mí. Metí la mano en la chaqueta y para rematar el día, no encontraba el bono. Era lo que me faltaba para aguar la fiesta; tanto correr, tanto esperar y voy y pierdo el bono. Estaba que  echaba chispas al pensar lo que mis compañeras de Flores del Teide se iban a partir de risa, al verme llegar tarde, mojada y con el corazón en la boca.


OTRA VEZ EN CARNAVAL Amalia Jorge Frías




            Cada vez que llegan estos días, es como si volviésemos a renacer y nos transportáramos a otros tiempos; continuamente nos afloran los recuerdos. ¡Qué épocas tan felices!, pero no sólo porque los Carnavales fueran mejores, como solemos decir, es que revivimos nuestra infancia y juventud y también la de nuestros hijos. Entonces teníamos nuestras casas llenas y nos parecía que el tiempo no avanzaba al ritmo que nuestra edad e ímpetu pedía. La ilusión que teníamos por ver a nuestros hijos mayores no nos permitía disfrutar de esos momentos tan maravillosos e irrepetibles.

            Tenemos que intentar que esos recuerdos no nos impidan vivir los de este año 2015.  Es verdad que los Carnavales son muy diferentes, pero no todo es malo, hay muchas cosas que eran impensables para nosotras, una de ellas la elección de la Reina de la Tercera Edad. Se trata de una gran Gala ideada solamente  para disfrute de los mayores, donde muchas personas, de forma desinteresada, se esforzaron con su trabajo y cariño para hacernos olvidar nuestras nostalgias y conseguir con ello que fuésemos felices un vez más, viviendo el Carnaval de nuestro querido Santa Cruz.



lunes, 16 de febrero de 2015

INVIERNO MUY FRÍO Lucía Hernández.



            Cierto día tuve la ilusión, y además fue por necesidad, de visitar mi querida isla de La Palma. Parece que había elegido  mal el tiempo, pues hacían unos días de perros, pero al fin era una obligación ir, debido a unos trabajos que me están haciendo allí. Yo salí de mi casa con el corazón en la mano, pero gracias a Dios, yo siempre cuento con su ayuda y así fue. Llegué y pude ir a mi pueblo. El señor que estaba realizando los trabajos allí, me acompañó y así pude  ver como estaba todo. De allí me marché al hotel. Yo estaba muy forrada porque el frío era inmenso. Cuando las señoritas de recepción me vieron llegar, se partieron de risa y me decían ¿Viene corriendo los Carnavales? Es un poco anticipado, pero bueno, ya se aproximan, les contesté.
Yo les hice la pelota un rato, y me ofrecieron un vaso de leche calentita; con ese calorcito me fui a la cama.
            Al día siguiente tomé el avión de regreso a mi casa, aquí estoy gracias a Dios junto a mi querida familia y para asistir a esta clase a las que todas acudimos con tanta ilusión.
            Hago este relato al pie de la letra y así  si un día que se me ocurre volver a leerlo, recordaré el tiempo  en que estábamos pasando este invierno tan frío.